Guillermo Marroquín compara el loroco con una rosa; florece con el suave toque de una mujer frente al de un hombre.
EL ACHIOTAL, El Salvador— Bajo un sol intenso, la extensa familia Marroquín-Gavidida—madres, hijas, tías, esposas y sobrinas—trabajan juntas en el campo. Dedican sus esfuerzos a cultivar esquejes de loroco en un vivero especial construido para su producción, como parte de un esfuerzo por fomentar el desarrollo rural y erradicar el hambre a nivel local.
Guillermo Marroquín compara el loroco con una rosa; florece con el suave toque de una mujer frente al de un hombre. Dice que las manos de las mujeres de su familia tienen un toque especial para hacer la planta más grande y robusta, logrando que sus hojas estén más verdes y que se desarrolle más rápido.
Unas 32 personas en total trabajan en la finca. Los hombres realizan las tareas más pesadas y de mayor intensidad de mano de obra, mientras que las mujeres se encargan de la producción de esquejes y del cuidado de las plantas. Hacen la mayor parte de su trabajo por la noche, llenando los días con la cocina y el tiempo en familia.
Todas las fotos por Beatriz Rivas