Esta es nuestra lucha, la de las mujeres valientes, las que nos atrevemos a unirnos para salir a la calle a luchar por nuestros derechos, que hasta ahora no habíamos tenido.
BUENOS AIRES, Argentina — Todavía lucho con los fantasmas de mi traumático pasado.
Me persiguen los recuerdos de una relación sexual no consentida. Era muy joven y estaba sola.
Tuve un aborto en secreto porque, en ese momento, era ilegal en Argentina. Fue lo más doloroso que he experimentado.
Es un destino que no le deseo a nadie.
Por eso, el 30 de diciembre de 2020, no podía perderme la celebración por la legalización del aborto en nuestro Congreso Nacional.
Esta es nuestra lucha: la de las mujeres valientes, las que nos atrevemos a unirnos para salir a la calle a luchar por nuestros derechos.
Además de la legalización del aborto, luchamos contra el patriarcado y la desigualdad de poder.
Fue un día histórico para las mujeres argentinas.
Mi nombre es Andrea López y tengo 30 años.
Con mi bebé de tres meses en los brazos y dos amigas a mi lado, marché hacia el Congreso para apoyar al Senado en la aprobación de la ley de interrupción voluntaria del embarazo. Mi hijo estaba feliz en mis brazos sin entender todo lo que pasaba a su alrededor.
A veces, quiero volver a su edad.
Se me puso la piel de gallina cuando vi a tantas mujeres emocionadas ante el Congreso luchando por un propósito común.
La gente estaba vestida de verde, el color que representa nuestra lucha, y violeta, el color del feminismo. Los colores se mostraron en nuestras bufandas, pañuelos en la cabeza, camisetas, maquillaje y bengalas.
Mientras un partido se dirimía en el centro de Buenos Aires, todos estábamos celebrando lo que sería la aprobación de la ley del aborto en Argentina.
Personas de todas las edades reunidas en una sola voz, sin violencia y llenas de amor. En el corazón de la marea, había mujeres jóvenes de entre 15 y 45 años.
El aire estaba inundado de sensaciones: una mezcla de ansiedad, alegría contenida, incertidumbre. Y, al mismo tiempo, un halo de esperanza brillaba en nuestros rostros.
Muchas estaban sentadas. La mayoría hablaba o cantaba.
Algunas personas bailaraban al ritmo de cumbia, rock o música electrónica. Teníamos un largo día por delante.
Este movimiento, integrado por colegas de todo el país, fue el resultado de muchos años de lucha.
Decimos que el aborto legal es la vida, la vida de aquellas mujeres que murieron durante un aborto clandestino. Ellas son el emblema de nuestra lucha.
A medida que avanzaba la noche, la temperatura bajaba y se podía sentir una brisa helada.
Algunas chicas caminaban para no congelarse. Otras improvisaban hogueras que atraían a más personas al centro del debate. El olor a humo llenó el aire.
Ya amanecía y la gente empezaba a cansarse.
Pero, en el fondo, todos sentíamos que la ley finalmente se oficializaría.
Algunos yacían en el asfalto esperando la decisión final. Otras escuchaban atentamente los discursos transmitidos en vivo. Las más preparadas habían traído sillas.
La incertidumbre, la ansiedad y la esperanza prevalecieron hasta el momento final.
De repente, la marea verde se elevó como un tornado de alegría. La cúpula del congreso desapareció tras una nube de humo verde. Todo era verde. Todo estaba verde.
Nosotros lloramos; nos abrazamos y cantamos.
Durante más de 30 años, las mujeres lucharon por sus derechos. En las calles, se atrevieron a ser las protagonistas del cambio y a firmar esta nueva página de la historia.
Yo, por mi parte, lucho para que nadie tenga que pasar por el infierno por el que yo pasé.
Eran las 4 de la mañana cuando el Senado aprobó la ley. Habíamos ganado, las mujeres habían ganado.
Argentina había ganado.