Las cosas comenzaron a escalar muy rápidamente. El fuego había bajado de una estructura del campus y se trasladó hacia la parte superior.
CIUDAD DEL CABO, Sudáfrica – El 18 de abril, hubo incendios en la Universidad de Ciudad del Cabo.
Había estudiantes corriendo por todas partes, humo en la atmósfera y, finalmente, la biblioteca se envolvió en llamas.
Junto con mi papá estábamos miranto desde un lugar seguro. Es por ello, que pudimos entrar en acción. Queríamos salvar a tantos estudiantes como fuera posible del infierno ardiente.
Mi padre conducía por esa zona alrededor de las nueve de la mañana. Llamó por teléfono y dijo que podía ver pequeños fuegos alrededor de la montaña.
Siempre está dispuesto a ofrecer ayuda, y sabía que él y yo iríamos al área afectada para ayudar a cualquier persona en peligro.
No fue hasta la 1 p.m. que llegamos al lugar. Los estudiantes no habían sido evacuados y, a primera vista, la gente parecía estar bien.
Mi padres, mis hermanos y yo entramos por la entrada trasera.
Escuché al personal haciendo anuncios sobre cómo evacual la zona: l os estudiantes deberían comenzar a empacar sus cosas, aunque no había motivo de alarma hasta ese momento.
Entonces los incendios comenzaron a expandirse muy rápidamente. El fuego había bajado de una estructura del campus y se trasladó hacia la parte superior.
La seguridad usó megáfonos para instar a los estudiantes a evacuar rápidamente. Los guardias de seguridad cerca de los residentes comenzaron a gritar para que todos evacuaran el lugar.
Algunos estudiantes habían logrado llevarse sus pertenencias. Los demás, perdieron todo.
En un momento, comenzaron a fallar la parte eléctrica. Fue el caso de una puerta mecánica que no se podía abrir. Mi familia y yo tuvimos que ayudar a los estudiantes a treparla.
Mi papá corría al lado de los bomberos, estaba allí frente a las llamas. Había estudiantes que tenían ataques de pánico. Traté de ayudarlos todo lo que pude.
No eran solo los estudiantes los que estaban agitados: las personas de los apartamentos vecinos también tenían que evacuar. Algunos dormían y no se daban cuenta del peligro que se avecinaba.
Había sido un poco complicado la evacuación de los estudiantes. Muchos no tenían a dónde ir. Los estudiantes simplemente se quedaron afuera, al lado de la carretera.
Traté de asegurarme de que algunos pudieran conseguir comida y agua. Había al menos 200 estudiantes allí, era un caos.
Mi papá y yo ofrecimos transporte a los estudiantes que necesitaban buscar refugio.
Cuando la adrenalina disminuyó y la situación se estabilizó, nos dimos cuenta de que el humo del fuego nos afectaba.
Los pulmones de mi padre estaban en mal estado y tosía mucho. Mis pulmones también se sentían pesados y tenía dolor de garganta, pero toda la familia estaba libre de daños.
Me producía mucha angustia ver el campus y la biblioteca de la universidad severamente destruidos. Antes de la pandemia, la biblioteca de la UCT era un lugar al que acudir.
Fue grato saber que la comunidad se unió ante la adversidad.
Ciudad del Cabo se unió en crisis y ayudó a aliviar los efectos de los incendios.
Al final de la noche, muchos estudiantes tuvieron acceso a refugio y comida.