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El trasplante de pulmón detiene 20 años de dolor

Una tos persistente indicaba que algo mucho más grave me estaba sucediendo.

  • 4 años ago
  • febrero 19, 2021
10 min read
Irene Olumese, acostada en una cama de hospital durante una de sus estancias. Irene Olumese durante una de sus estadías en el hospital. (Photo submitted)
Irene Olumese, acostada en una cama de hospital durante una de sus estancias.
Protagonista
Irene Olumese se sometió a un trasplante de pulmón y la amputación de sus pies. Ahora, usa su organización, Feet of Grace, para defender a los amputados.
Contexto
La miastenia gravis (MG) es una enfermedad neuromuscular a largo plazo que conduce a diversos grados de debilidad del músculo esquelético.
Es causada por una reacción inmune anormal [an antibody-mediated autoimmune response] en la cual las defensas inmunológicas del cuerpo atacan de manera inapropiada ciertas proteínas en los músculos que reciben impulsos nerviosos.
Los músculos más comúnmente afectados son los de los ojos, la cara y la deglución.
Puede resultar en visión doble, párpados caídos, dificultad para hablar y dificultad para caminar.
La bronquiectasia es una enfermedad poco común en la que hay un agrandamiento permanente de partes de las vías respiratorias del pulmón. Los síntomas suelen incluir tos crónica con producción de moco. Otros síntomas incluyen dificultad para respirar, tos con sangre y dolor en el pecho.

LAUSANA, Suiza – «Te veré de nuevo».

Con esas palabras, dejé a mi esposo mientras me llevaban al quirófano.

No supe que pensar. La cirugía podría llevarme a la muerte pero sin ella también podría morir.

Los médicos habían debatido si yo era la candidata adecuada para el trasplante de pulmón. Hice varias pruebas para determinar mi idoneidad. Un grupo consideró que mi historia clínica tenía gran cantidad de riesgos. Al entrar al quirófano, supe que allí me podía desangrar.

Pero no era una opción: lucharía por mi vida.

Casi 10 horas después de despedirme, el cirujano le dijo a mi esposo que la cirugía había sido un éxito. Pero había trampa. Unas horas más tarde, me indujeron en coma farmacológico mientras mi cuerpo luchaba por acomodar los nuevos pulmones.

Mis sistemas se estaban apagando. Estaba conectada a una máquina de diálisis y derivación cardiopulmonar. Tenía insuficiencia renal y luchaba por mi vida.

Despertando en mi nueva realidad

Cinco semanas después, confundida y sin ningún recuerdo, me desperté.

Las vívidas pesadillas que sufrí durante el coma nublaron mi mente.

Traté de hablar, pero la traqueotomía bloqueó mis vías respiratorias.

El cirujano y mi esposo aparecieron en la habitación. Hubo complicaciones con mi cirugía. Ellos necesitaban amputar mis extremidades.

Esta noticia me aplastó, y me replanteé si realmente quería seguir viviendo. No podía imaginarme cómo era vivir con la amputación de mis cuatro extremidades a los 47 años, sumado a todo lo que me venía pasando hacía 20 años.

La tos que duró 20 años

Dios reservó un propósito para mi vida. Recibí un par de pulmones de alguien que supongo que habrá sido una persona joven. Y, sea quien sea, todo lo que puedo decir es que estoy agradecida.

El trasplante de pulmón detuvo 20 años de problemas de salud.

En abril de 1993, una tos persistente indicaba que algo mucho más grave me estaba sucediendo.

Todos a mi alrededor comenzaron a preguntarse por qué la tos no respondía al tratamiento médico que estaba recibiendo en ese momento.

En junio del mismo año, mis médicos decidieron investigar más profundamente y determinar la raíz del problema. Me indicaron que me hiciera una broncoscopía para que los médicos puedan ver el interior de mis pulmones. Este procedimiento provocó una cirugía cardiotorácica inmediata para extirpar un quiste alojado entre mi corazón y mis pulmones.

Ese quiste resultó ser un tumor benigno.

Después de la cirugía, la tos no disminuyó y surgieron una gran cantidad de otros síntomas, uno tras otro, dejándome muy confundida.

No podía entender por qué me estaba pasando todo esto. Estaba sucediendo poco más de un año después de mi matrimonio.

Esta situación, agudizaba mi dolor. A principios de enero de ese año, mi hijo primogénito había nacido muerto. Mi, ahora difunta, madre vino a pasar un tiempo con nosotros para ofrecernos apoyo mientras lloramos la pérdida de nuestro bebé.

Era evidente que de los siete hijos que había tenido, mis problemas de salud ponían a prueba su fe, pero se mantuvo firme.

Inmersión en la carrera

En este punto, decidí no concentrarme tanto en mi salud, dejarla a un lado, y me concentré en criar a mi joven familia, en mi carrera y en completar mi doctorado.

Durante cinco años, continué hasta que tuve una recaída importante en 1998, justo después de completar mi doctorado.

Como descubrí más tarde, la miastenia gravis (MG), una enfermedad neuromuscular a largo plazo que conduce a debilidad del músculo esquelético, puede desencadenarse por el estrés.

La recaída me devolvió al hospital en la unidad de cuidados intensivos. Fue durante este período, cinco años después de la primera cirugía de pulmón, que mis médicos del hospital de Nigeria hicieron un diagnóstico definitivo.

Estaba lidiando con dos enfermedades: MG y bronquiectasia, un agrandamiento permanente de partes de las vías respiratorias del pulmón.

¿En cinco años, en silla de ruedas?

Los médicos de Estados Unidos confirmaron ese diagnóstico. También, me informaron que, dependiendo de la velocidad de progresión, podría estar en silla de ruedas en cinco años.

Con nuevos medicamentos, regresé a Nigeria y me sumergí en mi rutina familiar, el trabajo y los viajes.

Vivíamos en Ibadan antes de mudarnos a Lagos y, finalmente, nos mudamaos al norte de Ghana en 2001.

Mientras estaba en Ghana, en 2003, mis pulmones colapsaron y requirieron una evacuación médica de emergencia de Tamale al hospital en Accra.

Mis hijos tenían nueve y seis años en este momento. Aunque siempre me habían visto muy enferma, fue la primera vez que los veía realmente angustiados.

Los dejé con mi pastor y su familia cuando me evacuaron a Accra. Mi esposo voló desde Suiza para estar con ellos mientras yo estaba en la Unidad de Alta Dependencia del hospital.

La gente podía visitarla, pero a mis hijos se les restringió la entrada a la unidad. Ellos vieron a través de un vidrio cómo yo luchaba por mi vida.

Uno de ellos celebró su cumpleaños durante este período. Afortunadamente, el personal organizó una sorpresa en la que pude encontrarme con él en una sala privada para celebrar su día especial.

Evacuación a Suiza y traslado a Egipto

No hubo un progreso notable en las cuatro semanas que pasé en el hospital en Ghana, por lo que los médicos recomendaron una segunda cirugía. Mi esposo y yo decidimos realizar el procedimiento en Suiza, ya que él ya estaba destinado allí.

Me trasladaron de inmediato con mis hijos para continuar mi tratamiento.

En esta etapa de mi vida, la causa natural de acción fue dejar mi trabajo, en el apogeo de mi carrera, para enfocarme en mi salud y en mi familia.

Después de mi descanso médico, volví a trabajar en 2006 en El Cairo, Egipto. Después de un año en El Cairo, tuve otra recaída y me volví dependiente del oxígeno.

No quería dejar el trabajo porque tenía un proyecto importante que sentía que necesitaba completar. Entonces, obtuve permiso de mi lugar de trabajo para llevar un tubo de oxígeno a la oficina mientras usaba el concentrador en casa.

En enero de 2008, regresé a Suiza. Mi salud se había deteriorado a tal punto que me quedé confinada en casa y mi movimiento se restringió.

La tos era intensa y pasé mucho tiempo nebulizándome para limpiar las secreciones en mi pecho y tratar las infecciones recurrentes en mis pulmones. Me asignaron enfermeras a domicilio para que me supervisaran los tratamientos con antibióticos intravenosos durante tres semanas con una bomba en casa varias veces al año.

En 2010, después de otro episodio que me llevó a la UCI, mis médicos me pusieron en un ventilador.

Se habían agotado todas las demás opciones médicas.

Esperando nuevos pulmones

Permítanme darles una imagen de lo que experimenté cuando mis pulmones colapsaron.

Cada movimiento que hice fue laborioso. Sentí como si tuviera una piedra en el pecho. Me costaba respirar. No podía acostarme boca arriba porque sentía que me ahogaba. La mayor parte del tiempo tuve que inclinarme hacia adelante para respirar mejor.

Tuve acumulación de líquido donde debería estar el aire.

No tener la capacidad de contener suficiente oxígeno en mis pulmones me dejó débil y fatigada.

Junto con el hecho de que tosía constantemente, tenía dolores intensos en el pecho y el abdomen. Fue incómodo e insoportable. Esta condición requirió frecuentes intervenciones médicas para estabilizarme.

Tuve que cuidar mi mente para no tener miedo. Mi fe se convirtió en mi ancla mientras mi familia y amigos hacían todo lo posible para que me sintiera cómoda.

Me colocaron en la lista de espera para un trasplante de órgano después de someterme a un extenso entrenamiento médico para asegurarse de que era una candidata adecuada.

Fue un período difícil para mí porque tuve que pensar en el hecho de que alguien tenía que morir para que yo pudiera vivir. Esta fue una gran lucha emocional.

La persona me iba a dar un regalo por el que nunca podría agradecer desde este lado de la vida.

Mi condición empeoraba

Sin embargo, mi condición estaba empeorando. Pasé de necesitar un reservorio de oxígeno en una semana a usar tres reservorios grandes.

Se convirtió en un desafío para mi familia manejar la situación.

Los amigos de mi iglesia comenzaron a turnarse para cuidarme y ayudar con la cocina para que mi esposo y mis hijos pudieran concentrarse en su trabajo y educación.

Estaba con mi hijo en casa el 13 de abril de 2013, cuando sonó el teléfono.

El hospital había encontrado un donante.

Mi corazón se derritió y el miedo se apoderó de mí.

El equipo de trasplantes envió una ambulancia para llevarme a un hospital a 60 kilómetros de distancia.

Estaba organizando una conferencia de mujeres programada para finales de abril, decidida a continuar independientemente de lo que me sucediera.

El coma y la amputación

Mi coma de cinco semanas terminó cuando los médicos me dijeron que era necesario amputar.

Querían llevarme directamente de regreso al quirófano de nuevo, pero fue demasiado para mí. Pedí algo de tiempo para digerir esta nueva información.

Afortunadamente, un amigo de la familia tuvo una reacción diferente.

«No te preocupes. Dios le va a dar a Irene los pies de gracia que la llevarán a lugares donde sus pies naturales no podrían haberla llevado».

Ese mensaje resonó en mi esposo. Fue un desafío para mí, pero, dos semanas después, estaba de vuelta en el quirófano.

Me amputaron los pies, pero milagrosamente, mis manos empezaron a recuperar su funcionalidad.

Aceptación

El 2 de julio de 2013 fue un día milagroso.

Todavía me estaba recuperando de las amputaciones, pero la máquina que me ayudaba a respirar estaba apagada.

Por primera vez en siete años, respiraba sin oxígeno suplementario.

Estaba eufórica de alegría. Fue el comienzo de una nueva normalidad para mí, considerando que ahora era un amputado bilateral.

Mis muñones sanaron en dos semanas. Había evitado mirarlos, pero lentamente abracé mis nuevas extremidades al ver a mi esposo e hijos aplicar la pomada sin sentir vergüenza.

Su aceptación de mi nueva imagen corporal hizo posible mi viaje de rehabilitación protésica, donde aprendí a caminar de nuevo.

La realidad golpeó cuando miré mi zapatero. Pero decidí que no dejaría que eso me agobiara.

Sentándome en el piso de mi sala de estar, metí todos mis zapatos en una bolsa y se los envié a todos mis amigos a través del mundo.

Retribuir a la sociedad

Pronto cumpliré 55 años.

Hoy estoy viva gracias al regalo de la donación de órganos.

Para mí, un donante de órganos es alguien que intencionalmente se propone extender su vida a través de otra persona y hacer que su muerte cuente para algo.

Actualmente, me estoy concentrando en mi Fundación, los Pies de Gracia, que comenzó a funcionar en 2015 con la primera Caminata de Caridad para recaudar fondos para los amputados en comunidades pobres.

La Fundación se lanzó oficialmente en 2016. Se centra en proporcionar prótesis a niños y mujeres amputadas que no pueden pagarlas.

Hasta la fecha, más de 50 mujeres y niños han recibido prótesis, sillas de ruedas, becas educativas y fondos de incentivo para actividades de alivio de la pobreza.

Todos los desafíos por los que he pasado me han refinado para ser la persona que soy hoy.

Ahora hablo y escribo para inspirar esperanza. Entreno a quienes atraviesan desafíos para que vayan más allá de sus experiencias traumáticas y encuentren un propósito a través de la adversidad.

Me aferré a la esperanza y encontré mi propósito. Creo que ahora soy imparable.

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Descargo de responsabilidad de traducción

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