Mi fe en Dios siempre ha sido firme, aunque no entendía por qué un Dios compasivo me llevaría al infierno por ser gay.
Mi fe en Dios siempre ha sido firme, aunque no entendía por qué un Dios compasivo me llevaría al infierno por ser gay.
Vengo de una comunidad musulmana ortodoxa muy unida. Mi abuelo sirvió como imán en nuestra mezquita, fue un clérigo que a menudo dirigía la oración, daba sermones y brindaba educación y consejería religiosa.
En ese tipo de ambiente religioso, no era fácil sacar a relucir la sexualidad, y mucho menos la homosexualidad.
Naturalmente, viví como un chico recto y piadoso durante mi adolescencia. Con el tiempo, me convertí en imán e incluso me casé con una mujer, pero todo eso cambiaría.
Hoy soy abiertamente gay. Lancé la Fundación Al-Ghurbaah para brindar apoyo a los musulmanes marginados por su orientación sexual, su identidad de género y sus creencias.
Desde que tengo memoria, he sido diferente a otros chicos. Tenía carácter y gestos femeninos. Una vez que llegué a la pubertad, sentí una creciente atracción hacia los chicos, pero luché contra esos sentimientos.
Siempre me presionaron para que siguiera los pasos de mi abuelo. Nunca me propuse convertirme en imán, pero tenía interés en estudiar teología. Quería sumergirme en el Corán para entender lo que decía sobre la homosexualidad.
A los 21 años, dejé Sudáfrica y me fui a Pakistán para sumergirme en los estudios teológicos. Esto me abriría el camino a convertirme en un líder religioso.
Inmediatamente, observé cómo los hombres homosexuales socializaban de manera diferente en Pakistán. Aunque la homosexualidad no estaba permitida en el país, los hombres caminaban abiertamente de la mano por las calles.
Esto me dio la posibilidad de vivir libremente por un tiempo. Caminar de la mano de mi novio en público fue un contraste interesante con la vida que llevaba en mi país de origen.
A lo largo de mis estudios, obtuve una idea de cómo el Islam como religión estableció sus leyes con respecto a la homosexualidad. Así pude resolver la confusión dentro de mí y hacer las paces con mi homosexualidad.
Ser imán significaba que tenía que casarme. Naturalmente, surgió la necesidad de casarme con una mujer. Entonces, me casé y deseé alejarme de mis deseos.
Seis años después, nos separamos. La unión no nos sirvió a ninguno de los dos. Finalmente, me sentí lo suficientemente seguro como para hablar con mi familia. Tenía 29 años.
Después de salir del armario, me di cuenta de lo difícil que era para la mayoría de los musulmanes homosexuales negociar el espacio entre la religión y la sexualidad.
Intenté averiguar si otros musulmanes queer estaban experimentando lo mismo que yo. Me propuse hacer una lista de personas queer en mi comunidad y contactarlos. Comenzamos a reunirnos todos los jueves, la noche santa musulmana, para compartir nuestros intereses.
El grupo ahora ha crecido a alrededor de 20 personas y allí me presento como imán gay.
Respaldado por mi profundo conocimiento y comprensión de la teología sobre el Islam, puedo hablar con autoridad con otros imanes sobre la importancia de la diversidad y la inclusión. Mi organización Al-Ghurbaah nació de estos esfuerzos.
Soy activista desde hace 24 años. Un documental producido en 2007 destacó mi misión y me catapultó a la escena internacional. Aunque esto me ha brindado oportunidades para viajar por el mundo, mi seguridad debe ser lo primero.
Sólo voy a donde se reciba mi mensaje con tolerancia y comprensión.
Han habido duras voces de disensión de varios grupos, dirigidas hacia mí y mi trabajo. Afortunadamente, no he experimentado una amenaza directa a mi vida en mis años como Imán. Me aseguro de que mi enfoque para compartir conocimientos nunca sea conflictivo ni subjetivo.
Espero que en el futuro más imanes de la comunidad queer puedan practicar libre y abiertamente su fe en mezquitas públicas y ser acogidos sin juicio ni amenazas.
Hoy, estoy tranquilo y cómodo con mi sexualidad. Esto me ha permitido relacionarme mejor con mis hijos que ahora son adultos. Entienden mejor mi camino.
Mi esposo, con quien he estado casado por más de 15 años, ha apoyado completamente mi trabajo.
A los 54 años, la necesidad de ser auténtico sobre quién soy es mayor que mi miedo a las repercusiones de vivir como un imán abiertamente homosexual.
Mi viaje me ha permitido hablar en escenarios internacionales y he conocido y sigo conociendo a gente increíble.