Como padres, queremos hacer todo lo posible para que nuestros hijos estén seguros. La mejor manera de que Guido estuviera seguro era aprender todo lo que pudiera sobre las personas transexuales y sus experiencias. Ojalá todo el mundo emprendiera ese viaje, para que podamos crear un entorno positivo para los demás.
TUCUMÁN, Argentina – Cuando mi hijo me confió por primera vez que era transexual, me sentí agradecida de que confiara en mí. Vengo de una familia muy conservadora. Aunque su confesión no me sorprendió, me impactó emocionalmente. El miedo y el nerviosismo brillaban en su rostro mientras le temblaba la voz. Lo abracé y le dije: «No sé mucho de esto, pero vamos a informarnos y a resolverlo juntos. No te preocupes, estaré aquí para todo».
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Después de su confesión, mi hijo y yo tuvimos una larga conversación. Duró casi toda la noche. Mientras hablaba en voz baja, me contó todas las cosas que le habían estado rondando por la cabeza durante tanto tiempo. Sentí que mi corazón iba a estallar de todo el amor que sentía por él en ese momento.
Vi su vulnerabilidad y enseguida comprendí lo importante que era para él. Cuando mi hijo se acostó por fin esa noche, su humor era más alegre y feliz. Tras nuestra charla, buscamos información y apoyo. Cuando nos pusimos en contacto con la Fundación Transformando Familias, nos ofrecieron las herramientas que necesitábamos para dar los primeros pasos.
Lloré al ver a mi hijo Guido expresar por fin su verdadero yo. Guido conocía su identidad desde pequeño, y siempre percibí esas diferencias. Nunca conectó con las normas sociales de género que se le imponían. Guido tiene 14 años y dos hermanos a los que admira profundamente. En las fiestas de cumpleaños, corría directamente al patio para jugar al fútbol con sus hermanos y los chicos.
Desde el momento de su nacimiento, le vestí con pantalones y vestidos de flores, pero nunca parecía cómodo. Cuando empecé a notar su malestar, pensé que podría estar confundido; que se le pasaría. Mi reacción inicial reflejaba mis propios prejuicios.
Temía los comentarios de la gente y me preocupaba que juzgaran a mi hijo. De hecho, nunca me había dado cuenta de la intensidad con que la sociedad impone las normas de género a través de los colores, la ropa y los juguetes. Sin embargo, Guido no se dejaría encajonar.
Con el tiempo, descubrí que muchos niños trans reprimen su identidad por miedo al rechazo. La falta de educación lleva a la gente a malinterpretar las luchas a las que se enfrentan en la vida. Algunas personas trans lo saben a una edad temprana, mientras que otras tardan en darse cuenta. Ser trans no es algo que elijan; es algo que sienten muy dentro, en lo más profundo de su ser. Cuando una persona trans no puede expresar su identidad, a menudo empieza a sentirse diferente y alienada del mundo.
El odio y la intolerancia que resultan de la ignorancia me rompen el corazón. «¿Por qué otro ser humano se siente con derecho a determinar la identidad de otra persona?», me pregunto. A pesar de mi desconocimiento inicial y mi miedo por Guido, trabajamos duro para informarnos y ayudar a Guido a sentirse cómodo durante su transición.
Como padres, queremos hacer todo lo posible para que nuestros hijos estén seguros. La mejor manera de que Guido estuviera seguro era aprender todo lo que pudiera sobre las personas transexuales y sus experiencias. Ojalá todo el mundo emprendiera ese viaje, para que podamos crear un entorno positivo para los demás. Aunque no puedo ni imaginar lo que es para los niños trans, sé que, como padre, no siempre es fácil.
Las dificultades a las que nos enfrentamos no provienen de la identidad de mi hijo; provienen de la sociedad, de tener que anticipar siempre las reacciones de la gente. Para proteger a Guido, me rodeo de gente que pueda apoyarnos.
Recuerdo la primera vez que le cortamos el pelo a Guido. Sus ojos se iluminaron al instante y una expresión de felicidad se extendió por su rostro. Me sentí totalmente conmovida por su reacción. Cuando salió del clóset ante sus compañeros, le recibieron con los brazos abiertos. Le llaman por el nombre que ha elegido y nunca le han faltado al respeto. Estas experiencias siguen siendo fundamentales para el desarrollo de Guido.
No todos los niños trans son tan afortunados. Me devastó conocer la tasa de mortalidad de las personas transgénero y la batalla constante a la que se enfrentan en el mundo. Desde el momento en que salen a la calle, sus vidas pueden verse amenazadas.
Los padres echan a sus hijos y el mundo hace poco por protegerlos. Las personas trans acaban sin vivienda y sometidas a violencia a manos de personas peligrosas. Con demasiada frecuencia, navegan solos por la vida desprovistos de derechos humanos, apoyo médico y empatía común. Nos sentimos bendecidos por haber encontrado la Fundación Transformando Familias. Nos han acompañado en cada etapa de nuestro viaje.
Hoy, Guido es el niño más feliz que he visto nunca. Es seguro de sí mismo y expresivo. Veo cómo cada día se abre más a la vida. Hace poco, Guido me dijo: «¡Quiero ir a nadar a la pileta!». Puede parecer poca cosa, pero tardó mucho tiempo en sentirse cómodo haciendo una actividad que tantas otras familias dan por sentada. Su fuerza y su valor me hicieron llorar.
A los padres de niños transexuales y a la sociedad: debemos hacer que los niños transexuales se sientan seguros. Empieza por nosotros. Una formación clara y una educación completa sobre la identidad de género siguen siendo fundamentales para eliminar los prejuicios y abrazar la diversidad. We must give them all the love and support we can.