Viajé desde mi casa hasta la capital de la ciudad, y me di cuenta de que a las personas discapacitadas le resultaba muy difícil subir al transporte, especialmente cuando llovía.
GITHURAI, Kenia – Desde que era un niño, soñé con convertirme en ingeniero mecatrónico, que combina ingeniería mecánica, eléctrica, informática y robótica en una sola disciplina.
El sueño parecía inverosímil ya que nuestra escuela no tenía ni una sola computadora. La esperanza disminuyó cuando tuve que abandonar mis estudios debido a dificultades económicas.
Entonces, mi prima comenzó un curso de mecatrónica, y mi sueño resurgió. Decidí aprender por mis propios medios. Nunca antes había interactuado con una computadora, pero Internet se convirtió rápidamente en mi maestro y mejor amigo.
Antes de tomar medidas, experimenté las dificultades propias de la falta de educación y empleo formal.
Intenté construir un dron para volar lejos de Kenia y dejar atrás toda mi frustración.
En el fondo de mí, estaba convencido de que podía impulsar un cambio, pero mi entorno lo hacía imposible.
Construir un dron era demasiado caro y me di por vencido.
Mientras aprendía ingeniería por mi cuenta, trabajaba instalando sistemas de seguridad.
Todas las mañanas, viajaba desde mi casa en Githurai 44 hasta la capital de la ciudad.
Allí, me di cuenta de que a las personas discapacitadas le resultaba muy difícil subir al transporte, especialmente cuando llovía.
Debido al ajetreo y al bullicio de los servicios de transporte en Nairobi, nadie se preocupaba por ellos. Ellos podían esperar durante muchas horas para obtener un lugar en el servicios de transporte.
Esta problemática fue una llamada de atención para mí, ya que me pregunté qué podía hacer para aliviar sus luchas.
Decidí fabricar sillas de ruedas que fueran asequibles y lo suficientemente duraderas como para transportarlas a largas distancias.
Me tomó tres años actualizar mi plan porque requería un financiamiento al que no podía acceder. Construí mi primera silla de ruedas en 2018. Era sólo una silla estándar con tres ruedas, como un triciclo.
La mayoría de las personas discapacitadas que vi tenían problemas para caminar. Entonces, decidí ir más allá y construir una silla de ruedas eléctrica.
Obtuve materiales de los depósitos de chatarra y distribuidores de segunda mano. Tomé baterías de iones de litio de computadoras portátiles viejas para alimentar las sillas. Tuve que importar otros componentes.
Si tuviera todos los materiales necesarios, podría construir una silla de ruedas eléctrica por día.
Los materiales de abastecimiento alargan el proceso, pero hay un beneficio. Ayudo al cuidado del medio ambiente a través del reciclaje.
En 2018, también dejé mi trabajo para focalizarme en la fabricación de sillas de ruedas eléctricas a partir de materiales reciclados y formé mi empresa llamada «Lincell Technology».
Siendo ingeniero autodidacta, sigo un proceso único. En lugar de diseñar mis ideas en papel, las desarrollo físicamente y luego las pongo en un diseño.
Me enfrento a desafíos. Algunos dicen que mis sillas de ruedas eléctricas son demasiado caras debido a la mano de obra, la calidad y los materiales utilizados. El país importa la mayoría de las sillas de ruedas porque se cree que los diseñadores locales no son tan competentes, pero yo puedo decir que tengo una base amplia de clientes.
Socializo con personas que viven con discapacidades. Cuando les explico cómo trabajo, confían en mí.
Mi sueño es producir sillas de ruedas en masa para venderlas en toda África.
Al desarrollarme como ingeniero autodidácta, aplico un mantra simple: «¡Inténtalo!»