A través de mí, por suerte, mi mamá pudo al fin vivir lo que es un Juego Olímpico.
MAR DEL PLATA, Argentina – Después de que a mi madre se le negara la oportunidad de representar a nuestro país en los Juegos Olímpicos de Barcelona en 1992, quise enfocarme en clasificar para experimentar unos juegos con ella.
Por un error burocrático, ella no pudo participar y tuvo que regresar.
Afortunadamente, mi madre finalmente pudo vivir los Juegos Olímpicos gracias a mi esfuerzo y sacrificio.
Mi nombre es Mauro Zelayeta y representé a la Selección Argentina de Voleibol de Playa. Mi meta era clasficiarme para que mi mamá pudiera experimentar los Juegos Olímpicos de manera indirecta a través de mí.
Mi madre, Ana María Comaschi, era una deportista de élite que se había clasificado para los Juegos Olímpicos de Barcelona en 1992.
Unos días antes del inicio de la competencia, hubo un problema con su registro.
El Comité Olímpico Argentino (COA) se olvidó de inscribirla y, como resultado, el Comité Olímpico Internacional (COI) no la dejó competir.
Tuvo que abandonar su sueño.
Nunca ha podido quitarse el sabor amargo de no poder competir.
Los Juegos Olímpicos son algo que todo atleta quiere y busca a lo largo de su carrera. Cada vez que alguien la llama para hacerle algunas preguntas, cuenta la misma historia.
A veces, visita lugares de la ciudad y la gente la reconoce por lo sucedido.
Decidí centrarme en el voleibol de playa porque mi principal motivación era poder participar en los Juegos Olímpicos de la Juventud por el honor familiar.
Tuvo bastante que ver con lo que le pasó a mi mamá, se lo dije a ella incluso. Fue decisivo para que yo deje de jugar al fútbol y me meta con este deporte.
Fue ella la que me inculcó esta vida y me llevó a jugar al fútbol a los cuatro años a la escuelita Morumbí, de Mar del Plata. Luego, jugué en Boca de Mar del Plata hasta que fui a Aldosivi cuando tenía 14 años.
Mientras tanto, en el balneario donde siempre veraneaba se jugaba mucho al beach vóley, así que me terminé sumando y me gustó.
Durante un tiempo, entrené vóley los lunes y fútbol de martes a viernes, hasta que no me dieron los tiempos ni el estado físico.
Eso cambió cuando me propusieron entrenar en serio para estar entre los chicos con posibilidades de participar de los Juegos Olímpidos de la Juventud en Buenos Aires. Decidí dejar el fútbol para centrarme en el voleibol.
Empecé a entrenar muy duro para cumplir el sueño de estar en Buenos Aires representando a mi familia.
Fue un momento de gran sacrificio y esfuerzo. Finalmente, iba a cumplir el sueño de mi madre.
La experiencia de los Juegos fue increíble.
Tuve la oportunidad de conocer a jugadores y deportistas de todo el mundo y de diferentes culturas.
Por la mañana, me levantaba en la Villa Olímpica y miraba por la ventana cómo los atletas de diferentes países africanos corrían y a su vez otros pasaban pedaleando en sus bicicletas.
Lo mejor fue el momento en el que ganamos la medalla de bronce.
El último punto no fue muy lindo, fue un saque errado del rival, pero igual valió un montón. Miré a la tribuna, donde estaba mi familia, y me abracé con mis compañeros.
Fue algo único. Me sentí realizado.
Lo voy a tener siempre presente.
Para mí, lo mejor de ser deportista es que es un estilo de vida.
Desde que te levantas hasta que te acuestas, dedicas el día a tu cuerpo y a mejorar tu rendimiento.
Yo estoy todo el día pensando en que tengo que ir a entrenar, en cuidarme, en hacer cosas para rendir mejor. Se hacen algunos sacrificios respecto a los chicos “normales”.
Mi vieja me apoya a full y me entiende, porque fue deportista también.
Siempre me pide que estire cuando termino de entrenar e insiste en que debería comer más fruta. A veces anda con una heladerita repleta de frutas y bebidas isotónicas. Ella hace todo para acompañarme.
A partir de ese momento, todo cambió.
Al volver a Mar del Plata, empecé a jugar en el club Once Unidos.
En ese momento, tuve que volver a elegir entre jugar beach o indoor. Cuando estás en un club y te paagan, no quieren que entrenes beach. Cuando sos parte de la selección de beach, recibís una beca, pero a cambio no dejan que te entrenes en indoor.
Así que no me quedó otra que dejar el beach vóley.
Principalmente porque no hay tanta competencia ni posibilidades.
En el indoor siento que hay más chances de que yo pueda profesionalizarme.
En el indoor soy muy nuevo, recién ahora puedo tener un poco más de visibilidad, así que no me veo cerca de selecciones. Yo sigo haciendo mi trabajo y, si eso viene, joya.