fbpx

Joven actriz que soportó abuso arroja luz sobre el albinismo, coprotagoniza su primera película

Mi pasión por las películas me llevó al grupo de teatro de la escuela. Descubrí mi capacidad para encarnar personajes diversos, sumergirme en historias mejores que la mía, y alejarme momentáneamente de mi realidad. Ese grupo se convirtió en mi mundo, como un oasis donde era inmune al bullying y donde mi albinismo no representaba un problema.

  • 9 meses ago
  • agosto 13, 2023
10 min read
Nieves endured abuse and bullying growing up with albinism, but overcame her struggles to become an actress on screen. Nieves endured abuse and bullying growing up with albinism, but overcame her struggles to become an actress on screen. | Photo courtesy of
PROTAGONISTA
Nieves Villalba, 33, es natural de Ciudad del Este (Paraguay). Emprendió un difícil viaje a una edad muy temprana, tras ser separada de su madre y dejada con sus tías. Debido a su albinismo, fue víctima de malos tratos y acoso escolar. A los 14 años se trasladó a Buenos Aires (Argentina) con su madre. Durante su adolescencia, se independizó trabajando como niñera. Más tarde, sus inquietudes la llevaron a estudiar masoterapia, pero con el tiempo volvió a sus raíces teatrales. Sus inclinaciones artísticas la llevaron a un papel junto a Sofía Gala Castiglione en la aclamada película Cadáver Exquisito.
CONTEXTO
El albinismo oculocutáneo, una enfermedad genética, dificulta la producción de melanina, lo que afecta al color de la piel, el pelo y los ojos. Esto provoca problemas de visión debido al papel de la melanina en el desarrollo de los ojos. La sensibilidad al sol aumenta el riesgo de cáncer de piel y provoca pecas, lentigos solares y quemaduras solares. El color de la piel cambia de forma variable y los problemas de visión incluyen nistagmo, estrabismo, hipermetropía, fotofobia, astigmatismo y alteración de la percepción de la profundidad. La discriminación y el aislamiento social pueden perjudicar a las personas con albinismo, provocándoles baja autoestima y estrés. Una mayor concienciación es crucial para fomentar la comprensión y el apoyo a las personas con albinismo.

CIUDAD DEL ESTE, Paraguay — Una tarde, sonó el teléfono en la casa de mi suegra, y todo cambió. La directora de cine Lucía Vasallo, buscaba una actriz albina para su película Cadáver exquisito, y me ofreció la posibilidad. Los recuerdos felices de mis clases de teatro vinieron a mi mente y acepté de inmediato.

Corrí hacia el garaje, donde estaba mi pareja, y le dije entusiasmada: “Voy a trabajar en una película”. Me sentía con muchísima confianza para pasar el casting, y así fue.

En el set, todos se sorprendieron por mi fluidez. Yo me movía como si hubiera actuado en otras películas antes, no como si fuera una novata. Una chispa se encendió en mí. Quizás podría disfrutar de una vida dedicada a la actuación. Fue una revelación importante. Después de todo, había estado un tiempo atrás al borde de la desesperación, convencida de que la vida no tenía ningún sentido más que el sufrimiento interminable que padecía.

Lee más sobre entretenimiento en Orato World Media

Una hija separada de su madre, enfrenté una infancia de incertidumbre

Cuando tenía dos años, mi mamá se escapó de los maltratos de mi papá. Se fue hacia Argentina. En la frontera entre Paraguay y Argentina, las autoridades no creyeron que yo era su hija al ver mi color de piel. No la dejaron llevarme con ella, tuve que quedarme en Paraguay. De acuerdo a la ley de ese momento, un padre no podía vivir solo con su hija mujer, por lo que pasé los siguientes años viviendo en las casas de diferentes tías. Sentía que no pertenecía a ninguna parte, y tampoco nada me pertenecía a mí.

Crecí diciéndole “mamá” a una de mis tías y creyendo que mis primas eran mis hermanas. Sin embargo, mi albinismo se volvió una barrera infranqueable. Nadie sabía cómo lidiar conmigo y me negaron su afecto. Desde siempre, tuve disminución visual, fotofobia y una piel muy sensible al sol.

A mis cinco años, una mujer extraña se presentó en casa. A los gritos, preguntaba por mí. Pero no la dejaron acercarse. Yo escuchaba una discusión lejana, sentía que tenía que ver conmigo, pero era muy chica y me distrajeron con otras cosas. Después supe que era mi mamá. A mis ocho años, la situación se repitió y, esta vez, exigí saber la verdad. Fue decepcionante saber que había una red de mentiras a mi alrededor.

Crecí sintiendo que no servía para nada, que era menos que los demás, que no me merecía cosas buenas. Un día, en el calor abrasador de Ciudad del Este, la intensidad del sol era impiadosa. Era una amenaza para mí. La falta de protector solar me provocó dolorosas quemaduras de tercer grado, que me dejaron ampollas con sangre.

Nadie sabía cómo cuidarme. Y a nadie le importaba. Con el pretexto de cuidarme, me impedían hacer cosas. Vivía encerrada, y veía por la ventana cómo los demás se divertían y vivían infancias plenas. Totalmente diferentes a la mía.

El maltrato en casa pasa factura, mientras la escuela ofrece un refugio

Sola en casa, encontraba consuelo viendo películas brasileñas, donde pasaban cosas lindas y había familias felices. Comencé a proyectarme en otro lugar, soñando con una realidad distinta. Poco a poco creció en mí el deseo de irme de Paraguay y buscar a mi mamá.

Al final de cada año, entre mis tías debatían quién me llevaría a vivir en su casa. Nadie quería estar conmigo. “Con vos no se puede vivir, no te queremos más en esta casa”, me repetían. Sus palabras me golpeaban. En medio de todo esto, los golpes de una de mis primas me marcaron.

Alimentada por el resentimiento, me rebelaba y desafiaba a la autoridad, a veces escapando. Una tarde, le robé a mi prima sus rollers y bajé por una pendiente a pesar de mi incapacidad visual. Me sentí completamente libre deslizándome por esos patines que ni siquiera sabía usar. De repente, me caí y me raspé entera. Pero no me importó. La emoción fue mayor que el dolor. Fue como un acto de valentía y rebeldía contra mis adversidades.

Entré a casa y me golpearon a modo de castigo. Siguió sin importarme. Yo había conseguido hacer algo prohibido, gané un espacio que me estaba vedado y lo disfruté con todo el corazón. En cada colegio al que fui, encontré una compañera que se acercaba a mí y me brindaba todo su apoyo. Las veía como ángeles. Me guiaron mágicamente a través de las clases, siendo una fuente de afecto. Eso contrarrestó el impacto de mi sombría vida hogareña. En casa, lloraba, pero su amabilidad alimentó mi determinación para persistir

Mujer albina se enfrenta a la realidad a través del teatro: Fui feliz por primera vez

Mi pasión por las películas me llevó al grupo de teatro de la escuela. Descubrí mi capacidad para encarnar personajes diversos, sumergirme en historias mejores que la mía, y alejarme momentáneamente de mi realidad. Ese grupo se convirtió en mi mundo, como un oasis donde era inmune al bullying y donde mi albinismo no representaba un problema. Nos juntábamos a ensayar en las casas de mis compañeros, reíamos muchísimo. En esos momentos, fui feliz por primera vez.

Con el tiempo, Nieves se entregó a la vida y a la interpretación, y consiguió un papel importante en un largometraje. | Foto cortesía de NievesVillalba

En mi casa no me daban permiso de ir a esos ensayos, y tenía que escaparme para ser parte. Una noche, había una función especial, y le pedí por favor a mi papá que me llevara. Me dijo que sí, pero llegado el momento se rehusó y se fue a dormir. Me agarró un dolor en el pecho, como si se me rompiera el corazón, y comencé a llorar. Usé una técnica que a veces aplicaba para hackear mi mente. Cerré los ojos y comencé a repetirme a mí misma “Esto no está pasando, esto no existe”. Después de un rato, conté hasta tres y abrí los ojos en una realidad transformada. Era como borrar escenas de mi vida, una especie de magia que me ayudaba a sobrevivir.

Con el paso del tiempo, el maltrato fue acumulándose en mí. El peso asfixiante de la opresión y la sensación de angustia se hicieron insoportables. Llegué a un punto en el que no pude más y le exigí a mi papá que buscara a mi madre para que me llevara a Argentina. Era mi última esperanza, me aferraba a mi última oportunidad de salvación. Pasaron tres meses y mi mamá no apareció. La decepción fue aún más grande que la ilusión.

El oportuno rescate de una madre: un viaje para abrazar el albinismo

Pero un día cambió todo. Yo estaba sentada en una hamaca, en el patio, y escuché a mi prima, la que me pegaba, llamándome desde adentro de la casa. Sus gritos eran cada vez más fuertes e insistentes. Yo sabía que quería pegarme, y decidí que no lo iba a volver a permitir. La firmeza se apoderó de mí cuando me levanté de la hamaca y me dirigí hacia la casa. Me levanté de la hamaca dispuesta a lo que fuera, ya sin nada que perder. Me sentía abandonada por absolutamente todos.

Con el tiempo, Nieves se reencontró con su madre y se fue a vivir con ella a Argentina. | Foto cortesía de Nieves Villalba

Mientras avanzaba en ese trance, gritos y el ruido de palmas llenaron el aire. “¿Dónde está mi hija?”, repetía alguien. Era, finalmente, mi mamá. Llegó en el momento justo para rescatarme. Yo no tenía más que una caja de cartón con un par de prendas y un par de zapatillas. Agarré eso y me fui con ella, para siempre. Después de todos esos años de ausencia, se convirtió en un pilar en mi vida.

En Argentina conocí a mis tres hermanos, tuve por primera vez una habitación para mí y me compraron anteojos. Recuerdo cuando me los puse por primera vez. El día que entré a la óptica y los usé fue un impacto tremendo. Fue como si me quitaran un velo de los ojos y se me abriera delante de mí un mundo nuevo. De todos modos, el mayor y mejor descubrimiento de todos fue el cariño. Me costó aceptarlo en un principio. Mi mamá se me acercaba para abrazarme y acariciarme, y yo lo vivía como una pequeña agresión. Aunque esas demostraciones de bondad no me eran familiares, gradualmente construimos puentes entre nosotras y nos acercamos.

Obtener independencia fue un desafío, pero mi nueva libertad me dio consuelo

Fue difícil para mí adaptarme a las reglas de mi mamá. En realidad, ya estaba estaba cansada de someterme a las reglas de otra persona, quería ser libre por completo. A los dieciséis años, decidí empezar a trabajar y, en cuanto pude, me mudé a un departamento sola. Nunca me sentí parte de nada, nada me pertenecía, nada era mío. Tenía la necesidad de decir “Esta es mi casa, mi hogar, mis reglas. Esta soy yo”.

Hubo días que no tenía para comer, pero tenía mis cosas y entonces era feliz. A veces, no tenía ni para pagarme el pasaje del colectivo. Pero entraba a mi casa, me sentaba en el sillón y contemplaba lo que había conseguido. Respiraba hondo, dejaba que el aire me llenara el pecho de satisfacción.

Al sentirme libre, el resto de mi vida se fue acomodando. Gané seguridad, acepté mi albinismo, comprendí que con los cuidados necesarios puedo hacer cualquier cosa. Me expresé libremente, dejé que creciera el amor propio. Gracias a eso, pude vincularme mejor con los demás. Me puse en pareja y tuve a mi hijo, otro deseo muy grande que alcancé.

El casting llegó de forma inesperada y mi albinismo se convirtió en una ventaja

Una tarde, en la casa de mi suegra, estaba dándole el pecho a mi hijo. Recibí un llamado de Lucía Vasallo, directora de cine. Me dijo que me convocaba al casting para su película Cadáver exquisito. Ella buscaba una coprotagonista albina. Acepté inmediatamente, recordando lo feliz que fui en mis clases de teatro en el colegio, aquel pequeño refugio en medio de la oscuridad.

Corté el teléfono y fui hacia el garaje, donde mi pareja lavaba el auto, para compartir la noticia. Estaba muy convencida de que el casting sería un éxito, y así fue. En el set, todos se sorprendieron por mi fluidez. Yo me movía como si hubiera actuado en otras películas antes. No como si fuera una novata.

Nieves (izquierda) fotografiada con su marido y su hijo. | Foto cortesía de Nieves Villalba

Aquella sensación de comodidad me hizo sentir que podría dedicar mi vida a esto. Pero, una vez finalizada la película, fui a algunos castings y noté que no habría espacio para una persona albina. No existen, prácticamente, personajes como yo en las ficciones. Entonces, decidí hacer una pausa en esta búsqueda por un tiempo.

Hoy sigo atravesando un proceso de sanación largo y hermoso. Estoy contenta con el resultado, feliz de ser quien soy. No me arrepiento de nada. Después de todo lo que pasé en mi infancia, abrazo con toda mi alma cada oportunidad que tengo. Disfruto mi vida con lo que me toca y no me detengo a pensar lo que podría ser diferente.

Descargo de responsabilidad de traducción

Las traducciones proporcionadas por Orato World Media tienen como objetivo que el documento final traducido sea comprensible en el idioma final. Aunque hacemos todo lo posible para garantizar que nuestras traducciones sean precisas, no podemos garantizar que la traducción esté libre de errores.

#GlobalCooperationNow

Pledge to be a #ConsciousCitizen today and demand #GlobalCooperationNow! by signing this petition. Sign Our Petition.

¡NUNCA TE PIERDAS UNA HISTORIA!

Recibe cada semana tus noticias en primera persona.

PERIODISMO LITERARIO CON TOQUES ÚNICOS

APLICAN TERMINOS Y CONDICIONES.
ÚNETENOS

Relacionado