En pocos minutos, la habitación estaba llena, había gente en la puerta y decidimos salir. Sacamos el teclado y empezó este ritual que hoy es una locura, es indescriptible lo que estoy viviendo a nivel personal y a nivel emocional. Esa pequeña idea de tocar las teclas se transformó en cita diaria de cada noche y una multitud nos acompaña con los colores de cada una de sus naciones, viendo el folklore de la hinchada argentina.
DOHA, Qatar ꟷ Cuando llegamos a Doha lo hicimos como hinchas comunes, no pensamos que podía ocurrir esta revolución junto a los fans. Retiré mis pertenencias de la cinta transportadora y caminé junto a mis compañeros hacia la puerta de salida. Allí me di cuenta que había olvidado un soporte de mi instrumento, el teclado.
La conexión de mi grupo con la selección nacional de fútbol de Argentina se produjo a través de mi amistad con el jugador Ezequiel Palacios. Antes de la Copa, también conocí y me hice amigo de Tiago Almada. Gracias a mi relación con ellos, ya toqué una vez para la selección. Sin embargo, la multitud que atrajo nuestra música en Qatar me sorprendió incluso a mí.
Antes de salir de Argentina viví horas de incertidumbre. Tuve graves problemas personales y no iba a venir, no podía recuperarme, estaba pasando un mal momento emocional pero las ganas y la oportunidad me alentaron a subir a ese avión, que al despegar me volvió a dar la emoción que sentía al comenzar a programar esta aventura.
Cuando llegamos a Doha lo hicimos como hinchas comunes, no pensamos que podía ocurrir esta revolución junto a los fans. Retiré mis pertenencias de la cinta transportadora y caminé junto a mis compañeros hacia la puerta de salida. Allí me di cuenta que había olvidado un soporte de mi instrumento, el teclado. Cuando llegamos a nuestro alojamiento, descubrimos que nos alojaríamos juntos en una habitación muy pequeña en Doha. Cada uno tomó su pequeño espacio y lo convirtió en su hogar durante un mes.
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Una vez alojados en nuestra casa temporaria en Doha, intenté improvisar algún elemento que sirviera de soporte para poder tocar. Encontré una tabla de planchar y sobre ella coloqué mi instrumento y con ello, empezamos a tocar. Era una noche calurosa y silenciosa, había una leve brisa que progresivamente nos recordaba con su tenue viento que estábamos lejos de casa.
Sorprendentemente, los primeros sonidos alertaron a las personas que estaban en el mismo complejo, donde había muchos argentinos y personas de otros países. Era casi medianoche y empezó a llegar gente a la habitación, que tenía sus puertas abiertas. Llegaron uno tras otros los argentinos y más gente se acercó a acompañar el ritmo de las teclas con palmas, con sus colores celestes y blancos y con sus voces entonando las canciones.
En pocos minutos, la habitación estaba llena, había gente en la puerta y decidimos salir. Sacamos el teclado y empezó este ritual que hoy es una locura, es indescriptible lo que estoy viviendo a nivel personal y a nivel emocional.
Esa pequeña idea de tocar las teclas se transformó en cita diaria de cada noche y una multitud nos acompaña con los colores de cada una de sus naciones, viendo el folklore de la hinchada argentina.
Siento que venir acá cambio mi vida, más allá de los problemas que tuve antes de viajar y casi me dejan afuera. Venir a un mundial para mí fue más allá de lo futbolístico del mundial, de lo lindo estar acá con la gente, con la prensa y con los jugadores que me abrieron las puertas de la concentración. Lo que estoy viviendo es único estoy muy agradecido con todos.
De tocar una vez para la selección nacional a hacerlo para cientos de aficionados de todo el mundo, las sensaciones se vuelven inexplicables. Mientras estoy frente a mi teclado con total admiración por la selección argentina de fútbol -haciendo lo que me gusta y divirtiéndome-, entretengo a la gente. Ahora, mis ídolos me miran y los hinchas aplauden enérgicamente.
Este vínculo con la selección y la afición es una auténtica locura.