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Un voluntario de Médicos Sin Fronteras realiza cirugías que salvan vidas en el corazón de Gaza y amputa extremidades a niños

Al tercer día en el hospital, mientras realizaba la cirugía, una explosión ensordecedora sacudió el edificio, resonando con los gritos escalofriantes de niños aterrorizados. Me obligué a mantener la concentración y terminar la cirugía antes de buscar la causa, que fue un misil que había impactado a un kilómetro de distancia.

  • 11 meses ago
  • enero 7, 2024
7 min read
journalist’s notes
protagonista
El Dr. Andrés Carot, cirujano de Córdoba, Argentina, de 45 años, reside actualmente en Buenos Aires y ha dedicado 14 años a Médicos Sin Fronteras, completando su misión número 34 a mediados de diciembre de 2023 en la Franja de Gaza. Su amplia experiencia incluye servir en zonas de conflicto como Nigeria, Venezuela, Haití, Sierra Leona, Sudán del Sur, Etiopía, Somalia, Camerún, Siria, Irak, Yemen, Palestina, Líbano, Ucrania, Afganistán e India. Su misión más reciente en Gaza lo expuso a graves crisis humanitarias, destacando su compromiso de abordar necesidades críticas en entornos desafiantes.
contexto
Médicos Sin Fronteras, conocida internacionalmente como Médicos Sin Fronteras (MSF), es una organización médica humanitaria mundial reconocida por brindar atención médica crítica en zonas de conflicto, desastres naturales y brotes epidémicos. Establecida a raíz de la Guerra de Biafra en Nigeria en 1967, la organización fue fundada por médicos y periodistas franceses motivados para crear una entidad neutral e imparcial dedicada a brindar ayuda de emergencia independientemente de su raza, religión o afiliación política. A lo largo de décadas, MSF ha estado a la vanguardia de las crisis médicas y humanitarias en todo el mundo, ofreciendo servicios que van desde atención primaria de salud y campañas de vacunación masiva hasta tratamientos de desnutrición e intervenciones quirúrgicas. El conflicto de Gaza ha sido un punto central de la intervención de MSF, donde la organización ha sido testigo y ha respondido al extenso sufrimiento humano causado por las hostilidades prolongadas. Tras la escalada de violencia en octubre de 2023, MSF ha informado de graves impactos en la población civil, incluido un coste significativo en salud y derechos humanos. La organización continúa brindando atención médica vital y apoyo a las comunidades afectadas, abogando por el acceso sin obstáculos a quienes lo necesitan y pidiendo un cese inmediato de las hostilidades para proteger a los civiles y garantizar la prestación de asistencia humanitaria. Para obtener más detalles y apoyar su misión, visite Médicos sin Fronteras.

KHAN YUNIS, Franja de Gaza — Durante los últimos 14 años, trabajé con Médicos Sin Fronteras, embarcándome en misiones anuales en zonas de conflicto en todo el mundo. Sin embargo, ninguna de estas misiones se ha comparado con mi estancia en Gaza. Las bajas civiles sin precedentes presentaron un escenario desolador de sufrimiento y resiliencia humanos.

Desde mediados de noviembre hasta diciembre de 2023, asistí en el Hospital Nasser, recorriendo pasillos llenos de heridos y sus familias. El impacto del bloqueo fue palpable, con una grave falta de suministros médicos que provocó tratamientos dolorosos e infecciones rampantes.

Cuando salí de Gaza a mediados de diciembre, llevaba conmigo una culpa desconocida y una profunda frustración por los problemas sistémicos que perpetúan ese sufrimiento. La experiencia subrayó el poder de los actos individuales de curación y la necesidad urgente de un compromiso global y una narración para enfrentar y abordar esta crisis.

Lea más historias sobre el conflicto palestino-israelí en Orato World Media.

Rumbo al corazón del conflicto: la inquebrantable agitación en Gaza

En octubre, cuando Hamas lanzó sus ataques contra Israel, me encontré esperando con impaciencia una visa para una misión en Sudán en medio del conflicto armado allí. Los obstáculos burocráticos descarrilaron mis planes, pero surgió una oportunidad alternativa: un viaje a Egipto de camino a Gaza. Agarré mi equipo y partí, lleno de propósito.

Al llegar a Egipto el 19 de octubre de 2023, mi expectativa de ayudar se intensificó. Los frustrantes retrasos en la autorización de mi entrada sólo aumentaron mi entusiasmo por entrar en Gaza. Durante esos días de espera, pasé horas siguiendo a los fotoperiodistas de la Franja de Gaza a través de las redes sociales, obteniendo un sombrío adelanto de lo que nos esperaba. Esta vez no estuvo inactiva; permitió a nuestro equipo forjar camaradería y profundizar nuestra determinación.

El 14 de noviembre, después de numerosos reveses, finalmente entramos en Gaza. La vista de su paisaje amurallado, de púas y de su ruina total parecía inquietantemente familiar. Sin embargo, en medio de la devastación, el reencuentro con dos colegas de Gaza provocó una inesperada oleada de alegría.

Cuando nos pusimos a trabajar en Khan Yunis, las secuelas de los bombardeos seguían siendo visibles en todas partes. La basura se amontonaba sin ser recogida, llenando el aire de un olor nocivo. Las carreteras, antes navegables, ahora eran pistas de obstáculos llenas de escombros y coches abandonados. A pesar del sombrío entorno, mi compromiso de ayudar nunca flaqueó.

Al llegar al Hospital Nasser, entré en un escenario de caos total. El hospital parecía un campo de refugiados, repleto de pacientes y sus familias. Navegué por pasillos atestados de viviendas improvisadas en busca de quienes buscaban ayuda. Esta experiencia marcó el comienzo de un intenso viaje que pondría a prueba mi determinación y subrayaría el profundo impacto del conflicto en las vidas humanas.

La cruda realidad del hospital Nasser: realizar tratamientos dolorosamente necesarios sin un alivio adecuado del dolor se convirtió en una prueba habitual

Al tercer día en el hospital, mientras realizaba la cirugía, una explosión ensordecedora sacudió el edificio, resonando con los gritos escalofriantes de niños aterrorizados. Me obligué a mantener la concentración y terminar la cirugía antes de buscar la causa, que fue un misil que había impactado a un kilómetro de distancia.

Mientras me movía para consultar con mis colegas, llegaron ambulancias y automóviles, transportando un flujo incesante de cuerpos heridos y sin vida. Los padres desesperados, abrazando a sus hijos inmóviles, se sumaron a la sombría angustia y el caos que llenaba cada rincón.

Al regresar al quirófano, me enfrenté a la abrumadora tarea de tratar a los heridos críticos. Incluso con mi amplia experiencia, el número de víctimas civiles, en particular niños y mujeres, resultó desgarrador. En esta zona densamente poblada, las bombas causaron una destrucción indiscriminada.

A pesar del peso de esta tragedia, mantuve mano firme y un corazón compasivo, comprometido a salvar vidas. Como uno de los primeros equipos internacionales en llegar al terreno, los locales se abrieron ante nosotros con sus historias trágicas y vieron esperanza en nuestros esfuerzos.

Sin embargo, la violencia no cedió. Pronto comprendí que los bombardeos continuarían sin cesar y que los llamados ataques de precisión se cobrarían vidas y destruirían infraestructura esencial. Esta comprensión profundizó mi resolución a pesar de la desesperación.

El bloqueo limitó gravemente los suministros, lo que complicó la atención de los pacientes. Esta escasez provocó infecciones generalizadas. El aire del hospital estaba cargado de sonidos de sufrimiento debido a la grave escasez de antibióticos y analgésicos. Realizar tratamientos dolorosamente necesarios sin un alivio adecuado del dolor se convirtió en una prueba habitual.

Continúan los bombardeos implacables, se intensifica la desesperación del pueblo de Gaza

Las cirugías en niños parecieron una de las experiencias más impactantes que encontré. Recuerdo a un chico de 16 años que llegó después de que una bomba destruyera su casa y no me dejó más remedio que amputarle ambas piernas y un brazo. Mientras lo cuidaba, sus ojos transmitían una tristeza extrema, dejándome con un hoyo en el estómago.

También traté a un niño de dos años y medio que necesitaba una amputación. Durante la cirugía, no pude evitar considerar la cruel aleatoriedad de los lugares de nacimiento y el privilegio inmerecido de mis circunstancias. Estos niños, que encarnaban la inocencia, se enfrentaron a destinos brutales que no merecían. En ese momento, mi conexión con ellos se profundizó y me recordó nuestra humanidad compartida.

A pesar de la sombría situación, me sentí decidido a brindar alegría. Lo hice a través de una simple broma, un globo hecho con un guante o un partido rápido de fútbol. Estos fugaces momentos de ligereza fueron vitales y enfatizaron la resiliencia de la esperanza y la necesidad de felicidad.

El pueblo de Gaza nos imploró que compartiéramos su difícil situación con el mundo, sintiéndose olvidado y condenado. El siempre presente zumbido de los drones sirvió como recordatorio del asedio en curso, haciendo que las noches se inquietaran ante la amenaza de explosiones cercanas.

El final de mi misión a mediados de diciembre llegó con una rotación programada, pero abandonar Gaza me trajo un sentimiento de culpa desconocido. Normalmente, regresar a casa es un alivio, pero esta vez me sentí cómplice de un mundo que permite tanto sufrimiento. Reflexionar sobre los problemas sistémicos que llevaron a estos horrores me hizo sentir enojado y frustrado al mismo tiempo.

De vuelta en Buenos Aires, las comodidades cotidianas contrastaban marcadamente con la realidad de Gaza. Esta disparidad fortaleció mi determinación de compartir lo que presencié. A medida que continúan los incesantes bombardeos, la desesperación del pueblo de Gaza no hace más que intensificarse.

Todas las fotografías proporcionadas por Mohammed Abed / Cortesía de Médicos Sin Fronteras.

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