Alrededor de mi escritorio, hay fotos de mi familia junto a imágenes de misiones espaciales y fragmentos de paracaídas de robots hechos para recopilar datos de Marte. Este es mi trabajo: absolutamente terrenal pero extraterrestre al mismo tiempo.
LA CAÑADA FLINTRIDGE, California—Otro día en la oficina: lidio con el tráfico durante mi viaje de 20 minutos, luego llego y pongo la comida en la heladera común. Después de verificar dos veces que la impresora aún no funciona, me siento en mi cubículo. Luego, enciendo mi computadora y analizo los datos que me llegan de Marte.
Alrededor de mi escritorio, hay fotos de mi familia junto a imágenes de misiones espaciales y fragmentos de paracaídas de robots hechos para recopilar datos de Marte.
Este es mi trabajo: absolutamente terrenal pero extraterrestre al mismo tiempo.
Nací en Argentina pero vine a los Estados Unidos a los 19 años. Fui parte de la misión que puso el rover Perseverance en Marte en febrero de 2021. Específicamente, trabajé en el paracaídas que permitió aterrizar correctamente.
Supe por primera vez que quería dedicarme a la investigación y la ciencia a los 5 años, en un viaje con mi abuela. En Ushuaia, la ciudad del fin del mundo, en un refugio de pingüinos, escuché atentamente a un amigo suyo que era biólogo marino. Su vida me parecía increíble, y volví fascinada.
Mi mamá también me influyó, de una manera completamente diferente.
Estudió para ser veterinaria como pudo mientras hacía malabares con la maternidad. Un recuerdo se destaca: mi hermana y yo en el asiento trasero del auto con mi mamá al volante, rumbo a Concordia, Entre Ríos, donde vivían mis tíos. Durante el trayecto, la voz de mi madre, grabada en cassette, llenó el coche, repitiendo apuntes de sus clases. Ella me mostró que a pesar de los desafíos que existen, siempre puedo encontrar una manera de hacer lo que me propongo.
Profundicé aún más mi interés en la escuela secundaria, cuando descubrí que me gustaba resolver problemas, la física y las matemáticas. Ardía en curiosidad por saber cómo funciona el mundo, y eso me empujó a lanzarme a la ingeniería.
En 2008 vi a Miguel San Martín, otro argentino, hablando de su destacado papel en diferentes misiones de la NASA. Pensé que si él lo lograba, había una posibilidad de que yo también pudiera. Mi mamá pudo obtener su correo electrónico y le escribí: su respuesta fue la mejor, alentadora y de apoyo, y me ayudó a abrir puertas para mí, una compañera latinoamericana que quería trabajar en la NASA.
Trabajo en el Laboratorio de Propulsión a Chorro (JPL) de la NASA. El campus que alberga el Laboratorio de Propulsión a Chorro JPL y mi oficina también es la base de la Red del Espacio Profundo, que la NASA y otras agencias espaciales de todo el mundo utilizan para comunicarse con sus naves interplanetarias. El encargado del edificio dice que es el centro del universo.
Allí, presenciamos el aterrizaje de Perseverance en Marte. Todos usamos el uniforme de JPL para demostrar que somos un equipo. Nadie llega solo a Marte; se gana o se pierde juntos. En mi grupo de trabajo más pequeño, agregamos un código de vestimenta especial: todos usaron una campera de jean y parches especiales que diseñamos para la ocasión. La que usé me la regaló mi mamá cuando tenía 12 años.
Cada misión que termina es el resultado de diez o más años de trabajo. Los nervios, la tensión, son muy grandes. Tuve pesadillas extrañísimas toda la semana previa. Y el momento clave fue muy raro, porque todas las señales nos llegaban con siete minutos de retraso, por lo que lo que veíamos era el pasado y ya no podíamos intervenir en nada en caso de que hubiera fallas.
Sin embargo, el paracaídas funcionó; me sentí tan aliviada de no haber metido la pata. Lloré de felicidad, salté y festejé. Como todavía estábamos en medio de una pandemia, no podíamos acercarnos para abrazarnos.
Ahora, trabajo en proyectos que no cobrarán vida hasta dentro de una década. Obtenemos datos de Perseverance y los juntamos, y vemos si los resultados son diferentes de lo que esperábamos y cómo. Trabajamos con otras agencias espaciales para traer de vuelta las muestras que el robot toma en Marte.
Veré que algunas de las cosas de las que estamos hablando hoy cobran vida cuando me jubile; mientras tanto, los profesionales que los ayudarán a llegar a buen término todavía están en la escuela. Estamos allanando el camino para que puedan lograr grandes cosas.
Es un momento súper interesante y emocionante en la exploración espacial: hay muchas más oportunidades que nunca.
En el área en la que trabajo, el número de empleados con licenciaturas, maestrías y doctorados es bastante parejo. Mucho de lo que hacemos no lo ha hecho nadie más, así que no siempre importa cuánto hayas estudiado; después de todo, esto no está en ningún libro de texto.
La exploración espacial vale la pena por lo que podemos aprender sobre nuestro sistema solar, incluidos los orígenes del universo y si hay vida en otros lugares. Podemos buscar respuestas a algunas de las preguntas fundamentales para comprender nuestro lugar en el universo.
Sin embargo, muchas de las cosas que aprendemos de Marte nos ayudan a comprender nuestro propio planeta y la dinámica de cómo funciona. Además, las tecnologías desarrolladas para el espacio pueden ser utilizadas en nuestro día a día. Por ejemplo, la cámara que tenés actualmente en tu teléfono se desarrolló originalmente para una misión interplanetaria.
En el laboratorio donde trabajo, diría que las mujeres constituyen entre el 25 y el 30 % del personal técnico. Mi experiencia ha sido, personalmente, espectacular. Pero parte de ser mujer en esta posición es darme cuenta de que mi experiencia es la excepción y no la regla.
Estoy muy agradecida por mi propio camino y por las personas que me han ayudado a llegar hasta aquí; pero me parece que no basta con estar agradecida. Los que hemos encontrado el éxito también debemos tratar de mejorar las cosas para los que vienen después de nosotros.
Creo que es parte de crecer: mirar alrededor en el trabajo, notar que hay ingenieros y científicos más jóvenes que vos y sentir que tenés una responsabilidad hacia ellos. Esta responsabilidad es más grande que cualquier persona o el éxito de una persona.
Las mujeres tienen una larga y distinguida historia en la NASA, pero estuvo medio escondida en un segundo plano hasta hace poco. Ahora la gente está reconociendo el importante papel que jugaron las primeras «computadoras» (las mujeres que hacían cálculos) y las primeras programadoras de computadoras que fueron pioneras en muchas de las tecnologías que desarrolló la NASA.
Una de las cosas más positivas de la pandemia es que introdujo oportunidades para dar charlas y entrevistas en Zoom y otras plataformas virtuales y me permitió conectarme mucho más con Argentina.
Me encanta cuando recibo mensajes y me doy cuenta de que mi historia resonó en alguien, aunque también es surrealista pensar en inspirar a alguien a seguir su pasión. Algunos pueden verme en la televisión y pensar que soy ridícula, pero si una sola persona me ve y dice «Voy a aprovechar mi oportunidad», vale la pena.
Como dice el mensaje en clave que pusimos en el paracaídas del Perseverance, “Animate a cosas poderosas».