Llegué a El Salvador, con sentimientos encontrados. Estaba solo, y tuve que adaptarme a hacer todo por mi cuenta. Fueron dos meses. Me levantaba antes de la hora indicada para estar a tiempo siempre. Entrené y jugué con una silla deportiva prestada. Quedé impactado con el apoyo a los jugadores.
SAN PEDRO SULA, Honduras- Siempre me gustó el deporte, miraba fútbol todo el tiempo. Cuando estaba niño, me dieron la oportunidad de jugar como portero. A pesar de estar en silla de ruedas, disfrutaba mucho jugando y me esforzaba por ser el mejor, pero con el tiempo dejé de hacerlo.
Confinado a una silla de ruedas, nunca imaginé que me uniría a un equipo en un país extranjero y ganaría el Torneo Nacional de Baloncesto en Silla de Ruedas de El Salvador.
Hace algunos años atrás, vi una publicación en un diario. Estaban invitando a participar en una maratón, nació en mí el deseo de participar y ganar. Quería demostrarme que era capaz.
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Le pedí a mi hermana que me comprara el boleto para inscribirme y llegó el día. Para mi sorpresa, habían más de 20 personas con discapacidad que también competirían. Corrí una hora y media. Había estado entrenando duro para esa competencia. Terminé muy cansado y con las manos llagadas, la silla que tenía en ese tiempo era muy pesada, no era la ideal para mi tamaño, pero no me importó. Tenía muchos deseos de darlo todo, y aunque no gané, lo que vino después de ese día, me cambió la vida.
Conocí a grandes personas que se convirtieron en mis amigos. Me invitaron a formar parte de su equipo de baloncesto San Pedro Thunder y ese mismo día por la tarde me fui a practicar con ellos. Ese mundo del entrenamiento, y el deporte adaptado era nuevo para mí. Descubrí que tenia que usar una silla que se acomodara a mis necesidades.
Lo ideal, en el caso de quienes hacemos deporte, es tener una silla de uso diario y una deportiva. Yo tenía 16 años en ese entonces, y no sabía nada de eso. Al principio, en los entrenamientos con el equipo, un compañero mayor que mí, me prestaba su silla, esta era más compacta y evitaba que me dañara la columna con los movimientos del baloncesto. Poco a poco me fui abriendo camino en este mundo y no me he dado por vencido.
Un día, mi entrenador iba rumbo a El Salvador a una capacitación. Se encontraría con el presidente de la Asociación Salvadoreña de Baloncesto en Silla de Ruedas, así que me armé de valor y le pedí que le dijera que yo estaba interesado en entrenar con ellos. Era mi sueño porque ellos entrenan todos los días, y a diferencia de mi equipo en Honduras donde yo soy el más joven, en El Salvador todos son de mi edad.
Se lo pedí, sin tener la certeza de que lo haría, pensé que se le olvidaría. Pasaron varios meses y en un encuentro en Guatemala, el presidente de la Asociación Salvadoreña de Baloncesto en Silla de Ruedas, me dijo que me enviaría una invitación para jugar con ellos un Torneo. Me quedé sin palabras. No podía creer lo que me acababa de decir. Yo solo pretendía entrenar con ellos, pero me invitaron a jugar.
Para poder ir tenía que costear mi transporte, pero no tenía los recursos, así que hice una publicación en redes sociales, solicitando el apoyo de quienes me conocen. La publicación tuvo gran alcance, generando cientos de comentarios y muchas personas la compartieron. A raíz de mi solicitud dos amigas me dijeron que pidiera ayuda a la gerencia de deportes de la municipalidad de mi ciudad. Las autoridades me negaron los fondos diciendo que ellos no ganaban nada. Pude viajar gracias al apoyo de mis amigos y conocidos. Fui el primer hondureño en ir a jugar a una liga extranjera de baloncesto adaptado.
Llegué a El Salvador, con sentimientos encontrados. Estaba solo, y tuve que adaptarme a hacer todo por mi cuenta. Fueron dos meses. Me levantaba antes de la hora indicada para estar a tiempo siempre. Entrené y jugué con una silla deportiva prestada.
Quedé impactado con el apoyo a los jugadores. Todos estaban bien equipados con sus sillas, sus llantas y todo lo necesario. Yo llevo siete años en el deporte y nunca he podido tener mi propia silla deportiva a la medida.
Nunca me perdí ni un entrenamiento, esa fue la base del éxito. Me asignaron con un equipo y nos dieron un seleccionado, otros equipos tenían hasta cinco. Eso nos motivó a seguir preparándonos, incluso más tiempo del que se nos pedía.
Al final logramos ganar. Había equipos muy buenos, y el equipo con el que yo jugué (Quezaltepeque) nunca había ganado, tuve el honor de ayudar a alcanzar el triunfo. Fue muy emocionante.
Cuando regresé a Honduras, muchas personas me felicitaron y recibí llamadas solicitándome entrevistas. Sentí que esto podía ayudarme para crecer profesionalmente y dar a conocer mi potencial, porque disfruto lo que hago y me tomo muy enserio el juego en la cancha.