El orgullo me invadió al comprender la magnitud del momento. Con nostalgia, recordé todo lo sucedido para llegar a ese punto. Fue como si cientos de imágenes pasaran por mi mente en un segundo. Pensé en mis clases de canto, en las veces que actué en el escenario en Honduras, en toda mi práctica y en el apoyo de mis padres y mi familia. Todo habÃa merecido la pena.

BARCELONA, España ꟷ Once compañeros y yo subimos al escenario y se abrió el telón. El público y los jueces nos miraron. Las cámaras enfocaron sus lentes hacia nuestros rostros. Todos nos tomamos de la mano, esperando nerviosos a que el presentador Jesús Vásquez anunciara el ganador.
Me pareció que habÃa pasado una eternidad cuando Jesús se acercó a su micrófono y dijo: “El ganador de la segunda temporada de Idol Kids es…”. Luego se quedó callado, mirando al público. Mi nerviosismo crecÃa a medida que los cámaras captaban los rostros de todos los concursantes, nuestras manos entrelazadas y la imagen completa de todos nosotros en el escenario.
Cuando menos lo esperaba, mientras contemplaba admirada el auditorio, oà a Jesús decir: “¡La ganadora es Carla Zaldivar!”. Inmediatamente sentà que no podÃa creer lo que estaba pasando. Mi corazón se aceleró. La emoción de saber que habÃa ganado se hizo realidad y me hizo llorar.
Mi familia y yo nos trasladamos de Honduras a España y, a las dos semanas, empecé a adaptarme a mi nueva vida. En aquel momento estaba segura de una cosa: querÃa seguir haciendo lo que me gustaba, cantar. Un dÃa, mis padres y mi abuela vieron un anuncio en la televisión. En él se convocaba a los niños a participar en uno de los concursos internacionales de canto para jóvenes más importantes: Idol Kids. [Parte de la franquicia Idols, Idol Kids empezó a emitirse en España en 2020].
No lo dudé, sólo pensaba en volver a subirme a un escenario. Primero tenÃa que enviar un vÃdeo mÃo cantando, asà que mi padre y yo empezamos a buscar mi canción. QuerÃamos elegir algo conocido y difÃcil para mostrar mi voz y mi versatilidad técnica. El dÃa que grabamos tenÃa frÃo y me puse un jersey. Me preparé para cantar I have nothing de Whitney Houston en español.
Aunque mi padre no canta, tiene buen oÃdo y siempre me ayuda a interpretar mejor la canción. La primera vez que grabamos me dijo: “No, en esta parte tienes que bajar más la nota” o “Aquà desafinaste”. Enviamos la segunda grabación. Cuando empezó la selección de concursantes, los productores nos pidieron que grabáramos varias canciones más editadas en un vÃdeo de dos minutos.
Por fin, un dÃa, mi padre me dijo: “Carla, he recibido un correo electrónico. Has aprobado el examen, ahora tienes que ir a un casting”. Incrédula, sentà que mi cuerpo temblaba de nervios.
Me asignaron el número de casting 1.116. En el hotel de Barcelona, vi una gran cantidad de niños haciendo cola. Mientras esperábamos, llamaban a los participantes por turnos. OÃa cantar a los concursantes y me empezaron a temblar las manos. Sentà un nudo en la garganta y ansiedad en el cuerpo.
Al escuchar a los competidores, me di cuenta del alto nivel de sus actuaciones y me sentà aún más nerviosa. Temerosa de olvidarme la letra, practiqué una y otra vez. Cuando me llamaron, mi abuela vino conmigo. Nunca me habÃa visto en un escenario. Cuando se fue de Honduras a España, yo era muy pequeña. En el escenario, me sentà feliz, ya que hacÃa mucho tiempo que no podÃa cantar ante el público. Tomar el micrófono y mostrar mi talento me llenó de satisfacción y supe que, pasara lo que pasara, siempre tendrÃa este recuerdo.
Los jueces seleccionaron una canción del vÃdeo anterior que envié y me pidieron que cantara No tengo nada. Durante mi actuación, mi abuela se emocionó tanto que temblaba. Cuando terminé, los miembros del jurado le preguntaron por qué habÃa reaccionado asÃ. Les dijo que era la primera vez que me oÃa cantar en persona.
Después, los jueces me pidieron que cantara otra canción: una interpretación de All by myself, de Celine Dion. Mientras cantaba, me equivoqué en una parte, pero continué. Me sentà derrotada y decepcionada. En mi mente pensaba: “No lo he conseguido”. Después de la audición me dijeron que si me seleccionaban, se pondrÃan en contacto conmigo para ir a la clasificación en Madrid. Fui a ver a mis padres y les dije: “Me he equivocado, no creo que se pongan en contacto conmigo”.
Pasaron dos semanas y me sentà triste, pero al cabo de tres semanas mi padre entró en mi habitación con el teléfono. “Has entrado”, me dijo, “¡te vas a Madrid!”. Se me iluminó la cara y sentà una alegrÃa inmensa, pero al mismo tiempo intenté no darle demasiada importancia. Es sólo otro casting, pensé.
Cuando mi padre colgó el teléfono, me explicó que en Madrid habrÃa clasificaciones. Esto significaba que estarÃa delante de los jueces de Idol Kids con público televisado. Apenas me lo podÃa creer. La adrenalina recorrÃa mi cuerpo.
Llegamos a Madrid un dÃa antes de la grabación y nos fuimos al hotel. Al principio me sentà tranquila, pero cuando oà que los demás participantes ya estaban practicando, afloraron mis nervios. A la mañana siguiente, me levanté y me preparé. Me resultaba extraño y desconocido ver a tanta gente trabajando entre bastidores. Alguien se aseguraba de que todos los chicos tuviéramos buen aspecto, que nuestras camisas estuvieran planchadas y nuestro pelo bien peinado.
Me llevaron a un estudio donde grababan las partes que aparecen en televisión antes de la presentación de cada concursante, como si fuera una puesta en escena. Me grabaron practicando con el profesor de canto. Hablé con Abril, una de las chicas que llegó a la final conmigo. También conocà a Iveth y nuestros padres se visitaron. Todo fue muy cómodo.
Al ser la única concursante de fuera de España, hablamos de acentos españoles y me preguntaron cómo me estaba adaptando. El personal nos dijo cómo colocarnos en el escenario y dónde mirar al recibir nuestras puntuaciones. Nos explicaron que sólo quedaban tres plazas y tres entradas de oro. Eso significaba que sólo seis de los 12 aspirantes restantes seguirÃan adelante.
En mi mente, pensaba, quien cante primero no lo logrará a menos que consiga un boleto dorado. Esperaba que me llamaran en medio o al final. Entonces me llamaron a mà primero. Me quedé paralizada durante unos minutos, pero no tenÃa otra opción, asà que salÃ. De pie en medio del escenario, sentà una sensación inexplicable. SeguÃa siendo el escenario más grande y profesional en el que me habÃa subido nunca. Los colores vivos y las luces brillantes me hacÃan sentir fuera de mÃ. ParecÃa una pelÃcula.
El orgullo me invadió al comprender la magnitud del momento. Con nostalgia, recordé todo lo sucedido para llegar a ese punto. Fue como si cientos de imágenes pasaran por mi mente en un segundo. Pensé en mis clases de canto, en las veces que actué en el escenario en Honduras, en toda mi práctica y en el apoyo de mis padres y mi familia. Todo habÃa merecido la pena.
El orgullo me invadió al comprender la magnitud del momento. Con nostalgia, recordé todo lo sucedido para llegar a ese punto. Fue como si cientos de imágenes pasaran por mi mente en un segundo. Pensé en mis clases de canto, en las veces que actué en el escenario en Honduras, en toda mi práctica y en el apoyo de mis padres y mi familia. Todo habÃa merecido la pena.
Durante los ensayos, cada vez que cantaba la canción me dejaba sin aliento, pero trabajé duro. Ensayé incansablemente hasta alcanzar mi máximo rendimiento. De vuelta al escenario, superé mi miedo a cometer errores. Al público y a los jueces les gustó mi actuación y pasé a la final.
Con una semana y media para preparar mi canción para la final, me costó elegir canción. Ya habÃa cantado las que consideraba más difÃciles. Mis padres y yo empezamos a buscar la pieza ideal cuando mi madre me dijo: “Escucha esto. Es una canción bonita”. Puso It was feeling good, de Nina Simone.
Mi profesora de canto de toda la vida, Glenda Vega, me dijo que si llegaba a la final, vendrÃa desde Estados Unidos a España para verme. Llegó y me ayudó a prepararme, animándome a dar lo mejor de mÃ. Nunca habÃa cantado la canción y la aprendà desde cero. Creando mi interpretación, practiqué toda la tarde.
El dÃa de la competición final, me sentà tranquila. Una banda me acompañaba en el escenario. Con una larga cola en el vestido, evité mover demasiado los pies y caerme. En cambio, movà la espalda y las manos para dar vida a la actuación. Pensé en el momento que tenÃa ante mÃ. SerÃa mi última vez en el escenario de Idol Kids y tenÃa que darlo todo.
El micrófono temblaba en mis manos mientras tomaba grandes precauciones para no pisarme la cola del vestido ni desafinar. Movà las manos al ritmo de los acordes y revelé como nunca la potencia de mi voz. QuerÃa ganar.
Después de la actuación de todos los concursantes, nos tomamos de la mano para esperar el anuncio del ganador. Cuando el presentador dijo mi nombre, mi cara reveló mi sorpresa. Se me saltaron las lágrimas de emoción mientras mis compañeros me abrazaban. Fue un momento inolvidable.