Los chicos y chicas llegaron sin expectativas ni objetivos en la vida. Con nosotros, llegaron a creer que podían ser enfermeros, médicos, veterinarios y mucho más. Recuerdo oír a los profesores de sus colegios decir: «¿Para qué vamos a darles más contenido si solo van a convertirse en traficantes de drogas?» o «De ese barrio no sale nada bueno».
PEÑAFLOR, Chile ꟷ Recuerdo el primer caso que me rompió el corazón. Trabajando en un club infantil del barrio, llegó un grupo de tres hermanos. A los seis años, el más pequeño presentaba síntomas de abstinencia, heredados de su madre. Supimos que a menudo se prostituía delante de los niños para conseguir drogas.
Su padre alcohólico mostraba momentos de lucidez y, cuando le conocimos, había entrado en rehabilitación. Se mantuvo sobrio durante dos años, pero recayó y desapareció de la vida de los niños. Con una vida de constante inestabilidad, quedaron al cuidado de su tía, que también se ocupaba de su madre. Me sentí muy triste al ver por lo que habían pasado.
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En el club, los hermanos competían, iban a campamentos y compartían experiencias con otros niños. Llegaron a ser muy buenos en todo lo que hacían. A menudo, todo nuestro equipo les decía: «¡Mira lo que estás consiguiendo! Tú puedes». Entre todos creció una hermosa dinámica familiar. Si a uno le pasaba algo, todos se unían para apoyarlo. Fue muy significativo ver cómo estos hermanos se convertían en niños.
Una idea comenzó a tomar forma para mí en 2017, que resultó en la formación de la ONG Superación Infanto Juvenil. Todo empezó en el club. Los chicos y chicas se reunían todos los sábados y venían de diferentes lugares de todo Peñaflor. Se reunían para hacer actividades, pero nuestro objetivo principal seguía siendo sacarlos del contexto en el que vivían. Sobre todo, les ofrecíamos herramientas para prevenir el consumo de drogas, un problema importante en sus barrios.
Empezamos a entregarles artículos de higiene personal y a ayudarles a aumentar su autoestima. Los chicos y chicas llegaban sin expectativas ni objetivos en la vida. Con nosotros, llegaron a creer que podían ser enfermeras, médicos, veterinarios y mucho más. Recuerdo oír a los profesores de sus colegios decir: «¿Para qué vamos a darles más contenido si sólo van a convertirse en traficantes de drogas?» o «De ese barrio no sale nada bueno».
Cuando oí esas palabras, sentí que dentro de mí surgía una sensación de contradicción. Por un lado, siempre me ha gustado el tema de la educación. Sin embargo, al ver esto, empecé a creer que estos chicos no tenían ninguna culpa de haber nacido en su entorno. ¿Por qué limitarles en cuanto a sus sueños? Por el contrario, empecé a creer que teníamos que apoyarles aún más, para que pudieran convertirse en mejores personas y crear mejores condiciones de vida.
En un momento dado, fui testigo de la discriminación que sufrían los niños del club y la idea de crear una ONG empezó a tomar forma en mi mente. Este club en concreto en el que trabajaba dependía de una iglesia para funcionar, y la iglesia rechazó a algunos de los niños. Estos niños no querían unirse a otro club y empezaron a sentirse muy conflictivos. Nosotros tampoco queríamos que se fueran, pero al final se vieron obligados a hacerlo.
El nuevo club ofrecía una realidad muy distinta, con muchos niños de niveles socioeconómicos más altos que no tenían que esforzarse tanto para conseguir las cosas. Luché hasta el final, elevando la cuestión a nivel internacional, pero la respuesta fue repetidamente negativa. Los niños no podían volver a sus clubes y actividades originales. Motivada por estas experiencias, puse en marcha la ONG e intenté acogerlos, pero la organización original dijo que acoger a los niños violaba las normas internas. Al final, los niños perdieron su espacio y no volví a saber nada de ellos.
Sin embargo, me siento en deuda con esos niños. Pasaron por tantas dificultades y vi la hermosa red de apoyo que surgió a su alrededor. A través de la Superación Infanto-Juvenil, continuamos esa labor. Las ONG suelen tener una causa muy estrecha, pero nosotros seguimos siendo ambiciosos y abordamos muchos temas diferentes en nuestra ONG.
Educamos, ofrecemos actividades en sectores vulnerables y variamos esas actividades desde artísticas a recreativas. Incluso hemos ofrecido talleres de prevención de la violencia de género a un grupo de scouts. Al final, los niños vieron que no estaban solos y aprendieron la importancia de hablar en lugar de callar por lo que pasan. Hoy en día, las generaciones están cambiando y la gente está más concienciada. Ver a chicas jóvenes que han sufrido violencia empoderarse y contar su historia me da una inmensa esperanza.