Hemos estado tratando de minimizar nuestros desechos plásticos de un solo uso durante mucho tiempo. Ahora nos damos cuenta de que estábamos generando más de lo que imaginábamos.
MADRID, Spain — Acepté el desafío.
Durante seis años, he vivido, junto con mi pareja, sin usar ningún plástico de un solo uso.
El cambio climático es una realidad y el planeta nos necesita.
En 2015, cuando el cambio climático no estaba tan en la agenda como lo está ahora, Patricia, mi pareja, me trajo esta preocupación: ¿Podemos vivir sin consumir plásticos de un solo uso?
Me hizo sentir incómodo, pero, después de esa charla, nuestra vida cambió.
Nos parecía inevitable este material que envuelve cualquier producto de supermercado.
Llevamos mucho tiempo intentando minimizar nuestros residuos, pero ahora nos damos cuenta de que estábamos generando mucho más de lo que imaginábamos.
Nos sentíamos muy culpables cada vez que teníamos que tirarlo.
Eso tenía que cambiar.
El plástico es un material increíble.
Introdujo cambios significativos en el mundo moderno en el campo de la medicina, el transporte y la tecnología.
Es uno de los materiales más nobles y, con él, podemos crear infinitos objetos.
Pero en lugar de estar agradecidos por todas sus ventajas, nos hemos vuelto adictos y lo usamos sin darle ningún valor.
Esa es una fuente de confusión.
Intentar eliminar el plástico de nuestras vidas nos hizo darnos cuenta de cuánto dependíamos de él.
Lo usamos mucho más de lo que pensábamos.
Estábamos plástificados.
Mi primer cambio fue llevar una bolsa de tela para ir de compras. Cuando fui al supermercado, les pedí que en lugar de usar bolsas de plástico, pusieran las verduras en mi bolsa de tela.
Recuerdo que me miraron como si fuera un extraterrestre. Ese fue la primera mirada de muchas.
En otros negocios, tuvieron que pedir autorización para cumplir mi petición.
La espera fue eterna. Me hicieron esperar por algo que, en realidad, les convenía y todavía me cuesta entenderlo.
El uso del plástico estaba en todas partes: botellas, envoltorios, bolsas, entre mil otros beneficios.
Todo el plástico terminaría en la basura después de cumplir su función.
A medida que pasaban los días, se volvía frustrante. Para lograr nuestro objetivo, tuvimos que cambiar la rutina.
Comencé a investigar empresas más pequeñas que vendieran productos sueltos. Una vez que establecí mi rutina, todo fue más fácil.
Junto con nuestra rutina, la casa también cambió.
Sólo nos quedan los interruptores de luz y algunos frascos que compramos antes de hacer nuestro cambio de vida.
Las alacenes ya no son las mismas. Reemplazamos las bolsas de plástico por envases de vidrio.
Incluso ahora, parece más ordenado. Nos permite hacer visible la comida y, de esta forma, evitamos que se desperdicie.
Con los residuos orgánicos entramos en el mundo del compost que nos ayuda a convertirlo en fertilizante.
Día tras día, vemos cómo nuestro volumen de residuos disminuye cada vez más.
Cuando comenzamos este desafío, creamos un blog para intensificar nuestro compromiso.
Todos los días recibimos mensajes de más personas que se unen a la causa.
Algunos nos piden consejos sobre cómo hacerlo, mientras que otros nos dan ideas.
Contar nuestras experiencias en este blog nos ayuda a vernos desde fuera y a comprometernos a seguir compartiendo nuestros aprendizajes, errores y evolución hacia una vida menos plástica.
Al mismo tiempo, es una forma de conocer a otras personas con las mismas inquietudes.
Este proceso es la forma en la que continuamos impulsando el cambio.
Cuantas más voces unamos, más fuertes somos.