De camino a casa a altas horas de la noche desde el centro de Tirana, alguien me agarró. No lo vi venir. Un puño se estrelló contra mi cara y me tiró al suelo. La sangre goteó de mi labio cuando los culpables se escaparon. Denuncié el crimen, pero las autoridades no encontraron sospechosos.
TIRANA, Albania ꟷ Hace dos años, en marzo, subí un video en TikTok que revelaba que soy un hombre trans. Me convertí en el primer hombre trans conocido públicamente en Albania.
Mi nombre, edad, nacionalidad, profesión y carácter deberían definirme, pero nada de eso importa cuando digo que soy trans. Siguieron mensajes de odio y ataques físicos, pero sigo luchando.
En mi comunidad siempre conocí a mujeres trans. Existen más exteriormente. Los hombres trans son menos visibles, así que cuando publiqué mi video fue muy novedoso.
Se volvió viral y obtuvo más de medio millón de visitas. También parecía que ser un hombre trans en Albania era más aceptable que ser una mujer trans, un reflejo de nuestra sociedad patriarcal.
Todo cambió para mí en un instante. De repente, mi cara apareció por todas partes. No podía salir a comprar pan ni a tomar café en mi barrio porque todos sabían quién era yo.
Recibí reacciones negativas de algunos. Cuando salí de la casa, me examinaron de pies a cabeza, me insultaron y susurraron que me cruzaría en su camino.
Viviendo como una persona abiertamente queer durante años, mi familia lo sabía y lo tomó bien. Me aceptaron, pero hacer público que era un hombre trans les parecía demasiado y el rechazo siguió. Había estado viviendo solo durante mucho tiempo, pero simbólicamente me dijeron que me fuera de su casa. No podían aceptar mi identidad trans, sobre todo porque lo anuncié públicamente.
Me pareció irónico que después de tantos años de negarme a mí mismo, cuando finalmente acepté quién era, aquellos que se suponía que me amaban me dieron la espalda. Descubrí rápidamente que muchos de mis familiares y amigos tenían puntos de vista transfóbicos.
Creo que el rechazo a alguien diferente no es más que el miedo que albergan las personas a ser ellas mismas. Todo el mundo le dice a los demás cómo ser y pone expectativas en ellos. Cuando me adapté a esas expectativas, me fui haciendo cada vez más pequeño, hasta que un día dije: “Estoy hasta aquí”. Empecé a vivir mi verdad sin importar lo que dijera la sociedad.
No puedo negar lo difícil que ha sido salir del clóset, pero también me empoderó. Internet me empoderó, me permitió abrirme al mundo y decir: “Estoy aquí y estoy orgullosa de ser quien soy”. Como diría La Agrado en Todo Sobre Mi Madre, “Una mujer es más más auténtica cuanto más se parece a lo que ha soñado de sí misma”.
Siento orgullo a pesar de lo que soporto. Todos los días, lidio con los comentarios. En mis videos de TikTok puedes leer cientos de amenazas. “Te voy a matar”, dicen, “te vamos a encontrar y te vamos a violar. Sabemos donde vives.»
La rutina sigue siendo la misma. Me despierto por la mañana, miro mi teléfono, mi correo y en cuestión de minutos aparecen docenas de ofensas. Cada día sigue así. Entonces, las violentas palabras en las redes sociales se hicieron realidad. Hace poco más de un mes, alguien me atacó físicamente.
Aunque no fue el primer intento, este se convirtió en el primer ataque exitoso. De camino a casa a altas horas de la noche desde el centro de Tirana, alguien me agarró. No lo vi venir. Un puño se estrelló contra mi cara y me tiró al suelo. La sangre goteó de mi labio cuando los culpables se escaparon. Denuncié el crimen, pero las autoridades no encontraron sospechosos.
En los meses inmediatamente posteriores a mi salida del closet, mi salud mental casi llegó a un punto de ruptura. Me sangraba la nariz todos los días debido al estrés. Sentí miedo pero no lo demostré, preguntándome por qué a tanta gente que se escondía detrás de un apodo en línea le importaba tanto. Recién había comenzado a conocerme a mí mismo, pero redujeron mi identidad a mi transexualidad.
Sin embargo, aprendí muchas cosas. Lo más importante es que la familia no proviene de la sangre compartida. Una familia incluye a aquellas personas presentes cuando las necesitas. En esos momentos, apareció mi verdadera familia. Mi familia se convirtió en la comunidad LGBTQ+. Ellos me apoyan y yo los apoyo.
A menudo compartimos el vínculo de ser rechazados por nuestras familias biológicas, por lo que encontramos nuestra verdadera familia en la comunidad. Creando hogares donde nos sintamos protegidos, donde podamos ser nosotros mismos. Creamos nuestra burbuja.
Esto no indica que las cosas se hayan vuelto más fáciles ahora. En Albania, no se reconoce ser transgénero. No podemos obtener testosterona ni hormonas. No existe ninguna vía hacia un psicólogo que pueda certificar nuestra preparación para la transición. Incluso si te certifican, la ley no lo aceptará.
Mi gobierno no me reconoce como David. Cuando voy a la comisaría a denunciar un ataque, cosa que ocurre con frecuencia, me llaman Loretta. La posibilidad de cambiar mi identidad de género sigue siendo inaudita y las autoridades no registran crímenes como el que soporté como crímenes de odio.
La policía apenas nos tiene en cuenta porque la transfobia sigue siendo un problema cotidiano. Todas las instituciones se han impregnado de este odio.
Aún así, creo que las cosas cambiarán. Luchamos por ello. Hace unos meses, junto con la ONG Alianza LGTBIQ+, nos reunimos con el Ministerio de Justicia de Albania para solicitar una ley que nos diera oportunidad.
Algunos dicen que la constitución en sí misma no nos garantiza nuestros derechos y que podría llevar tres años o más lograr avances. Nosotros no nos rendimos. Buscamos protocolos que nos reconozcan. Como mínimo, queremos que los médicos estén autorizados para vernos y recetarnos las cosas que necesitamos para llevar a cabo las transiciones de manera segura.
Tal como están las cosas, las personas trans en Albania deben comprar tratamientos hormonales en el mercado negro o viajar a otros países como Macedonia del Norte o Serbia para obtenerlos. Imagina el gasto. Me siento afortunado. Vivo solo y tengo un muy buen trabajo que me permite mantenerme. A través de mi realización, puedo mostrarle a la gente mi realidad. El fotoperiodismo me ayuda a superarlo todo. No todos tienen esta misma suerte.
En Tirana existe un albergue para las personas del colectivo que son rechazadas por sus familias. Sin embargo, la prostitución se convierte en la única opción de ingresos para muchos. ¿Y los que viven fuera de Tirana? Imagínese la dificultad a la que se enfrentan al quedarse sin hogar o verse obligados a permanecer en un hogar con la familia donde deben ocultar cómo se sienten.
Considerando a los que aún luchan, me quedo al pie del cañón. Sigo publicando videos sabiendo que si un hombre trans me ve, sabrá por un momento: “No estoy solo”. No tenía a quién recurrir cuando luchaba. Ahora pueden venir a mí. Entre tantos mensajes de odio que recibo en TikTok, espero con ansias aquellos en los que alguien me escribe y me agradece.
Me despierto algunas mañanas, abro el buzón y me espera un mensaje de un joven diciéndome que se atrevió a salir por mis videos. Le di fuerza. Él es la razón por la que hago lo que hago.
Por favor, comprenda que el género es fluido. Lo que entendemos por género es una construcción social, son solo etiquetas. Por ejemplo, quiero que me llamen él/ella, pero muchas veces también me siento ella/ella. Esto puede no ser fácil de entender. Tuve que trabajar mucho en mí mismo para entenderlo. Hoy sé que soy un hombre pero si quiero usar un vestido, puedo.
Debemos difundir este mensaje para que la gente pueda estar expuesta a él; por lo que tendrán esto en cuenta a medida que la fluidez de género se convierta en parte de nuestra realidad.
Hable con la gente y ayúdelos a entender. Debemos normalizar esto.