En verano, el río se convierte en un cementerio de chatarra indiscriminada: desde pequeños desperdicios hasta frigoríficos, sillones e incluso piezas de automóvil. El agua tenía un aspecto marrón, casi negro, y olía mal.
PEÑAFLOR, Chile – Para mí, la naturaleza lo es todo. Desde niña, caminaba a las orillas de los ríos y por los cerros, recogiendo basura por el camino. Me sentía bien sabiendo que dejaba el entorno más limpio que cuando llegué.
Empecé a experimentar una profunda conexión con el entorno que me rodeaba. Entonces, surgió otro sentimiento. Vi cómo la hermosa comuna donde crecí se contaminaba con basura y vertederos farmacéuticos ilegales. Había que hacer algo. Junto con un equipo de más de 30 personas, nos propusimos limpiar todo Peñaflor.
Un día intentamos limpiar todo un sector del río. Cada día dividíamos el trabajo en partes. El agua tenía un aspecto marrón, casi negro, y olía mal. Se notaba la extrema contaminación. El agua del pantano nos llenaba los zapatos y la basura se nos pegaba a la ropa. Era un reto no enfermar, pero lo superamos.
Cuando terminamos, el pequeño sector parecía tan limpio que el orgullo que sentíamos significaba más que el estado de nuestra ropa. Corrimos a casa para ducharnos e hicimos planes para reunirnos de nuevo al día siguiente, esta vez para hacer otro sector.
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Este trabajo comenzó en 2017. Durante mis viajes de fin de semana a Los Pozones, me encontré con unos viejos amigos que pertenecían a una comunidad de preservación del medio ambiente. Recogían basura en zonas públicas, entre otras cosas. Me uní a su equipo y nunca miré atrás. Me sentí como en casa al estar con gente que se preocupaba por el planeta como yo.
Peñaflor sigue siendo una de las últimas comunas por donde pasa el Mapocho, el río más caudaloso de la Región Metropolitana. Como consecuencia, arrastra basura de todas las demás comunas. El río pasa por 16 comunas en total y mucha basura se acumula y se queda aquí. En verano, el río se convierte en un cementerio de chatarra aleatoria, desde pequeños desperdicios hasta refrigeradores, sillones e incluso piezas de automóviles.
Tras la pandemia de COVID-19, la mayoría de nuestros miembros se fueron a buscar trabajo a la ciudad. En aquel momento sólo quedábamos dos en el grupo. Afortunadamente, recuperamos más miembros y seguimos juntos en nuestra misión de limpiar Peñaflor. Además de las limpiezas semanales, empezamos a dar charlas sobre la conservación del medio ambiente.
También realizamos salidas ecopedagógicas en las que llevamos a cabo actividades. Siempre buscamos sensibilizar a la gente, para que se sienta capacitada en sus propias comunidades. Me llega al corazón ver que todos nos unimos para garantizar que hacemos nuestra parte por la humanidad. Luchamos por las generaciones futuras, por nosotros mismos y por los ecosistemas que mueren lentamente a causa de la contaminación.
Aunque no sea suficiente, sigue siendo una alternativa mejor que no hacer nada. Mi amor por Peñaflor y el medio ambiente me motiva cada día. Espero que, a través de este proyecto, otros sean testigos de la pasión que hay detrás de nuestra iniciativa y se unan a nosotros. Los seres humanos somos criaturas receptivas y, lo veamos o no, nuestro entorno nos afecta. Estar rodeado de una naturaleza limpia y hermosa te conecta contigo mismo. Construimos un espacio limpio y empezamos a restaurar un bosque que quedó destruido durante un vertido ilegal de basura. Hasta ahora hemos plantado más de 100 árboles, y planeamos añadir mil más.