La esencia de la película gira en torno al concepto de comunidad: gente que se reúne (lo que no ocurrió durante los encierros de COVID-19). Sin embargo, en un hermoso giro, personas de todo el mundo colaboraron en el proyecto. Formamos un equipo muy unido, como si nosotros mismos estuviéramos preparándonos para el final de la pandemia. Pusimos un inmenso amor en nuestro trabajo y la película se convirtió en un símbolo de comunidad.
BUENOS AIRES, Argentina – La primera vez que conocí a Luis Rodrigues permanece para siempre grabada en mi memoria con mucha claridad. Llegamos a su casa de Villa Luro, en el centro de Buenos Aires, cerca de un famoso carrusel. Hasta los 90 años, Luis dirigía el carrusel sin ayuda de nadie. Su casa y el emblemático carrusel se convirtieron en un lugar muy querido por todos los que lo visitaban.
Nos acercamos a su puerta y tocamos el timbre. Cuando se abrió la puerta, me encontré cara a cara con este hombre de 93 años que rebosaba vitalidad y lucidez. Con el tiempo, Luis inspiraría mi película de animación La Calesita.
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Luis nos recibió amablemente en el interior y nos ofreció mate. Al instante nos hizo sentir como en casa, compartiendo historias y preguntando por nuestras vidas. Su sala de estar se sentía familiar y hogareña, decorada con objetos encontrados al azar. Don Luis me cautivó con su alegría inquebrantable, su anticipación constante y su profunda gratitud por todo lo que poseía.
Hablaba de viejos recuerdos con tanto cariño que te hacía sentir como si hubieras vivido esos momentos a su lado. Luis describió el carrusel como el corazón del pueblo, lo que le motivó a mantenerlo en funcionamiento. Sus palabras me conmovieron profundamente.
Ese día entendí por qué todos en el pueblo lo adoraban. Tenía una energía que pocos podían igualar. El mero hecho de sentarme y entablar conversación con él me levantó el ánimo. Me sentí agradecido por conocerlo y quise honrar su vida. Decidí incluir a Luis en mi proyecto, con la esperanza de que otros le recordaran como el alma amable y generosa que era.
Mi intención era crear un documental en directo, captando la esencia de la vida de Don Luis. Mi equipo y yo organizamos una gran celebración de dos días. El domingo, reunimos a todo el vecindario en el carrusel. Don Luis parecía encantado mientras lo entrevistaba, pero las circunstancias me impidieron completar el documental.
No obstante, dejó una huella imborrable con su cautivadora historia. Habló del linaje de Calesiteros [individuals who manage carousels] y de su inquebrantable devoción por el barrio y por las generaciones pasadas y presentes. Pronto empecé a pensar en otra idea. Como director de animación, me pregunté, ¿y si le dedico un corto de animación a Don Luis?
El proyecto perduró en mi mente durante una década, pero crear una animación de alta calidad resulta una tarea ardua. Finalmente, gracias a mi puesto en Reel FX, pude acceder a los recursos necesarios. Las operaciones de la empresa se habían paralizado durante la pandemia y, aunque me pareció un calvario aterrador, paradójicamente me brindó una oportunidad. En medio de aquel caos, conseguí terminar el cortometraje sobre la vida de Don Luis.
La esencia de la película gira en torno al concepto de comunidad: gente que se reúne (lo que no ocurrió durante los encierros de COVID-19). Sin embargo, en un hermoso giro, personas de todo el mundo colaboraron en el proyecto. Formamos un equipo muy unido, como si nosotros mismos estuviéramos preparándonos para el final de la pandemia. Pusimos un inmenso amor en nuestro trabajo y la película se convirtió en un símbolo de comunidad. A través de la vida de Don Luis, formamos nuestros propios lazos para toda la vida. Cuando por fin lo terminamos, estábamos tan emocionados que apenas podíamos contenernos.
Experimentar la animación final en la pantalla produjo una sensación indescriptible. Lo que empezó en lo más profundo de mi mente -un mero concepto trasladado al papel- se convirtió en algo vivo en el ámbito digital. Lo elaboramos meticulosamente y le dimos forma hasta que fue real. Desde los bocetos iniciales de los personajes hasta la culminación de toda la creación, el proyecto tuvo muchos altibajos. Ver el producto acabado fue impresionante. Después, tuvimos la oportunidad de exhibir la película por toda Argentina.
Me conmovió mucho la reacción del público. Compartieron muy buenos recuerdos de Don Luis. Pronto, nuestras bandejas de entrada se desbordaron con correos electrónicos de personas agradecidas, conmovidas al ver que Don Luis recibía el respeto que realmente merecía. A su sobrino, en particular, se le caían las lágrimas. Describió la experiencia de ver la película como profunda. Familiares y amigos lejanos de Don Luis dijeron que la película les había llegado tan profundamente que sentían como si revivieran de nuevo los maravillosos momentos que pasaron con él.
Durante nuestra visita a Annecy (Francia), el mismo lugar que celebra nuestro apreciado Festival de Animación, nos encontramos con un carrusel. Fue como una señal, Don Luis estaba ahí con nosotros, viviendo este momento. Su nombre, para mí, sigue siendo sinónimo de alegría y desinterés. Aunque mi esperanza inicial era mantener vivo su legado, me di cuenta de que el amor inquebrantable de quienes le conocieron era el verdadero testimonio del hombre. Seguimos participando en festivales, esperando ansiosos el momento de compartir el cortometraje con el mundo. El año que viene estará disponible en YouTube para que todo el mundo pueda disfrutarla.