Las protestas a favor de Jacob Zuma, en Sudáfrica, resultaron en asesinatos, tiroteos y saqueos.
Mpho Mahlangu y Arjun Patel cuentan sus historias sobre las protestas a favor de Zuma en Johannesburgo y Durban, Sudáfrica.
JOHANNESBURGO, Sudáfrica – El 12 de julio de 2021, miles de personas saquearon el centro comercial Jabulani, en Johannesburgo, para protestar por el encarcelamiento del expresidente sudafricano Jacob Zuma.
Mi hermano Molekhule Mahlangu, de 27 años, se unió a la turba, pero yo me negué a ir.
Cuando escuché que algo le sucedía a mi hermano, corrí al centro comercial y lo encontré tirado, muerto, con la sangre aún saliendo a borbotones de su cabeza.
El día de los disturbios, mi hermano me instó a que lo acompañara, pero no me sentía bien. Entonces, fue con su amigo Ngcobo.
Me quedé perplejo cuando Ngcobo regresó más tarde, solo, con las manos vacías y llorando, con manchas de sangre en su camiseta blanca.
Corrió directamente hacia mí, me abrazó con fuerza mientras lloraba y decía que lo sentía. Le pregunté qué lamentaba y dónde estaba mi hermano, pero no respondió.
Molesto, insistí. Seguía sin responderme qué pasó y de quién era la sangre en su camisa. Fue entonces cuando Ngcobo me dijo que mi hermano fue asesinado a tiros durante los disturbios en el centro comercial Jabulani.
Entré en shock. No creía una sóla palabra de lo que decía.
Ngcobo no pudo explicar quién le disparó a mi hermano, así que sin decírselo a nadie en casa, fui directamente al centro comercial.
En cinco minutos, Ngcobo y yo llegamos al centro comercial Jabulani. Mi hermano menor estaba tirado en el suelo y la sangre todavía brotaba de su cabeza. Así me dejó mi hermano: sin palabras.
Mi hermano tenía tres hijos y una esposa. Me preocupa su futuro sin un padre.
DURBAN, Sudáfrica – Fue gratis para todos. La policía se rindió y la gente saqueó una de mis tiendas más grandes en Durban.
Cuando comenzaron los disturbios pro-Zuma en Sudáfrica, hubo informes esporádicos de saqueos de tiendas, ya que la policía no podía controlar la situación.
Sabía que era cuestión de tiempo antes de que pudiera soportar la peor parte de los disturbios. No había nada que pudiera hacer.
Había tantos saqueadores violentos que era una pérdida de tiempo tratar de evitar que cometieran actos de vandalismo y robo.
Aún así, fue un momento surrealista, ver a la gente deleitarse con aquello por lo que había trabajado tan duro y durante tantos años.
Cuando la estampida de gente entró en mi tienda, sufrí heridas en la cabeza y en las piernas. Los agentes de policía intentaron disparar balas de goma y gases lacrimógenos a la multitud, pero sus esfuerzos fueron en vano.
Lo más triste es que, después de saquear mi tienda, los maleantes la redujeron a cenizas y no quedó nada.
Tenía comestibles y acciones por valor de más de 5.000.000 de rupias ($ 67.161 USD). Todos mis trabajadores están ahora desempleados y no podré reiniciar ese negocio pronto.