Nuestros corazones se llenaron de gratitud al aceptar [the incredible offer from KFC to fund our dream wedding] Mi marido y yo saltamos de un lado a otro de nuestro salón. A partir de ese momento, nuestras vidas se convirtieron en un torbellino de cámaras y atención.
GAUTENG VEREENIGING, Sudáfrica – Nunca olvidaré el mágico momento en que mi marido me sorprendió con una espontánea proposición de matrimonio delante de una multitud en uno de nuestros restaurantes de comida rápida favoritos: Kentucky Fried Chicken (KFC).
Cuando le vi bajar al suelo y arrodillarse, casi se me sale el corazón del pecho. Una oleada de felicidad y emoción me invadió mientras procesaba el momento. Se me llenaron los ojos de lágrimas y respondí con un rotundo: «¡Sí!». Cuando se levantó para abrazarme, sentí como si fuéramos las dos únicas personas del mundo.
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Al día siguiente, mi primo me dijo que nuestra propuesta era tendencia en Internet. Me sentí confundida. «¿Cómo puede ser?», me pregunté. Hice clic en el enlace y descubrí que un espectador había filmado la pedida de mano de mi marido y la había compartido con el mundo.
De repente, nuestra historia de amor se convirtió en un tema candente de debate. Algunos se burlaron de su elección del lugar y nos llamaron tacaños. Me entristeció que un momento tan especial pudiera convertirse en el hazmerreír de unos desconocidos en Internet. Nuestro momento íntimo se sintió invadido por el mundo entero. Intentamos no leer demasiados comentarios. Después de todo, para mí, la propuesta fue perfecta.
Nunca nos han importado los lugares lujosos ni los grandes gestos caros. Mi experiencia fue personal, espontánea e íntima a nuestra manera. Ver a tanta gente decir lo contrario me pareció invasivo y triste. Pasó poco tiempo antes de que recibiera una llamada de una emisora local. Querían entrevistarnos sobre nuestra nueva fama. Nunca previmos que la historia llegaría tan lejos. Al principio, nos sentimos inseguros ante la entrevista, temiendo que se burlaran de nosotros.
Esperamos un tiempo, pero al cabo de unos días llegó otro mensaje. Esta vez, el personal del Kentucky Fried Chicken (KFC) donde mi marido me propuso matrimonio, nos hizo una oferta que no podíamos rechazar. Vieron que los videos eran tendencia en las redes sociales y quisieron ofrecernos la boda de nuestros sueños.
Nuestros corazones se llenaron de gratitud al aceptar su increíble oferta. Mi marido y yo saltamos de un lado a otro de nuestro salón. A partir de ese momento, nuestras vidas se convirtieron en un torbellino de cámaras y atención. Organizaciones y particulares se apresuraron a participar en nuestro gran día, brindándonos su apoyo y ayuda. Todo lo que tuvimos que hacer fue presentarnos y ellos se encargaron de todo.
Pasamos de no poder permitirnos un organizador de bodas a tener de repente garantizada la boda que siempre quisimos. Se sentía irreal. Aquella terrible experiencia nos dejó profundamente afectados por la increíble humanidad y bondad que puede mostrar la gente.
Hoy, allá donde vamos, la gente nos sigue reconociendo. Preguntan: «¿Cómo te va?» y «¿Cómo va tu matrimonio?». Todo el viaje puso de manifiesto el increíble poder del amor y el abrumador apoyo de la gente de buen corazón. Es un testimonio de que el amor triunfa sobre todo lo demás, incluso en medio de juicios severos.
Esta historia también encierra una lección vital. Revela la naturaleza engañosa de las redes sociales. La realidad sigue siendo más matizada de lo que nunca podremos saber. Puede que algunos utilicen las redes sociales para pintar una fachada, pero nosotros aprendimos la importancia de abrazar nuestro yo auténtico y apreciar el amor que de verdad importa.
Creo que la autoestima y la percepción de la realidad de muchas personas corren el riesgo de verse afectadas negativamente por las fotografías impecables que ven a diario en las plataformas sociales. Resulta demasiado fácil juzgar duramente a los demás y a nosotros mismos. Al final, ese comentario negativo que pretendía ensombrecer nuestro día especial provocó sin querer un incendio de positividad. Nuestros corazones rebosan felicidad y gratitud, incluso ahora. Sólo deseo que los demás dejen de lado esa presión por ser perfectos y acepten la belleza de las cosas sencillas que están por venir.