En octubre del 2019, el mundo se detuvo cuando yo competía por correr 42 kilómetros en menos de dos horas.
CONDADO DE NANDI, Kenia – En mi comunidad, correr es la única forma de llegar más rápido a destino.
Mi escuela estaba a unos cinco o siete kilómetros (tres a cuatro millas) de distancia y no había ningún autobús disponible, así que tenía que correr para llegar a tiempo.
Sin que yo lo supiera, correr traería una gran fortuna y pondría a mi pueblo natal, Kaptagat, en el mapa internacional.
Hoy, todos en mi país, conocen mi nombre. Sin embargo, esto no ha cambiado quién soy.
Ganar ese título internacional y convertirme en el poseedor del récord mundial en maratón es mi orgullo, pero continúo mi vida diaria con humildad. Sigo siendo ese chico del pueblo, cuidando a mi familia y mi granja.
De hecho, creo que permanecer en mi pueblo es la razón detrás de nuestra destreza.
La altitud es de 8.000 pies sobre el nivel del mar; clima perfecto para entrenar. Entonces, este logro, y el honor que viene con él, no se trata solo de mí, sino también de mi comunidad y mi país.
Además, todo lo que he logrado no sería posible sin mi entrenador Patrick Sang, un atleta condecorado que, en 2002, comenzó a entrenarme para la competencia profesional.
Aprendí mucho ese año. Competí con gente que no conocía y que nunca había visto. Aprendí que correr era cuestión de tiempo y nada se lograba de a uno.
Se trata de hacer un seguimiento de quién es el más rápido y cuánto es el tiempo que tardaron los demás, para luego poder vencerlos.
A lo largo de los años, he ganado y perdido muchas veces.
Es justo decir que he ganado más veces de las que he perdido, aunque nunca cuento las carreras perdidas. En cambio, felicito a la ganadora y motivo mi espíritu para seguir adelante.
En octubre de 2019, el mundo fue testigo de la historia. Corrí una maratón y corrí los 42 kilómetros (26 millas) en menos de dos horas.
Nadie había corrido tan rápido antes. Fue un momento emocionante y decisivo para mí y para toda la fraternidad de corredores de maratón.
Mi convicción es que nadie tiene límites. A la hora, 59 minutos y 40 segundos, crucé la línea de meta en Viena, Austria.
Hice historia.
Multitudes se alineaban en la carretera mientras mi esposa estaba en la línea de meta para recibirme con un abrazo. Lágrimas de alegría fluyeron libremente entre los miles de espectadores.
Estreché cientos de manos y recibí abrazos de felicitaciones mientras toda la calle estallaba en júbilo.
Escuché cientos de clics de las cámaras desde todos los ángulos. Todos querían retrarar este momento histórico.
A lo largo de todas las carreras que corrí, estaba acostumbrado a ver gente celebrando a sus equipos o países. Aplaudieron el primer, segundo y tercer lugar; pero ahora, yo era el único ganador y todos los ojos estaban puestos en mí.
Los comentaristas dieron una visión general de mi carrera deportiva y mi país y mi pueblo recibieron numerosas menciones a lo largo de la carrera.
Mientras la carrera era yo, corriendo contra el tiempo, gente de todos lados estaba allí animándome.
A ellos no les importaba yo o mi lugar de nacimiento. Vi el rostro de la humanidad y la belleza del deporte como factor unificador.
Incluso mi gente estaba allí. El vicepresidente de Kenia, William Ruto, encabezó una delegación del gobierno a Viena para presenciar este momento. Ellos fueron mi principales animadores.
Inmediatamente después de cruzar la línea de meta, me entregó nuestra bandera nacional.
Sigo agradecido con mis pioneros, que me acompañaron durante todo el proceso. Me motivaron y me ayudaron a avanzar hacia mi objetivo.
Más tarde ese glorioso día, Internet estaba empapelado con mi eslogan: «las personas no tienen límites».
Me inspira pensar que, gracias a mi historia, mucha gente recobra la esperanza.
El atletismo, como cualquier otro deporte, se trata de disciplina y perseverancia.
Debido a que la pista es nuestro lugar de tabajo, nosotros los atletas, la respetamos como un contador a un banco o un maestro a su escuela.
Los entrenamientos se llevan a cabo de lunes a sábado, siguiendo el estricto horario de los entrenadores en el campamento.
Comienza con el desayuno, luego una carrera y un masaje muscular por la noche.
Veo esta bendición de ser un campeón como una forma de llegar a la sociedad y ayudar a los necesitados.
En mayo de 2020, me asocié con una empresa local para donar alimentos a los atletas afectados por la pandemia provocada por la Covid-19.
Tengo la intención de hacer un mejor trabajo a través de la Fundación Eliud Kipchoge.