En marzo de 2022, en Berlín, nadé más rápido que nadie en toda la historia de mi categoría los 200 metros libres. Salí del agua y vi las dos letras que indicaban que había hecho un tiempazo: WR (world record).
NEQUEN, Argentina ꟷ A pesar de mi discapacidad, a mis 20 años soy campeón mundial de natación en deportes adaptados. El día que me gané el título, todo sucedió muy rápido. Me tiré al agua en la Copa del Mundo de Portugal, seguro de que podía ganar el oro. Sólo tenía que concentrarme en lo que tenía que hacer.
Siempre comienzo por detrás de mis rivales en la prueba de 400 metros. Voy viendo sus posiciones respecto a la mía cuando saco la cabeza en cada respiración. Los primeros trescientos metros son de espera, y a partir de ahí ataco para quedar delante de todos. Me quedaban solamente cien metros para nadar a morir y conservar mi oro.
Tenía dos años y estaba en el jardín de infantes, como todos los días. De repente, me tropecé y me caí. Empecé a llorar mucho, muy fuerte, y me llevaron con mi mamá, que también era maestra en ese lugar. Ella se dio cuenta de que algo no estaba bien, que no se trataba de un golpe por la caída y nada más.
Ahí comenzó una serie de visitas a médicos y estudios, hasta que por fin me dieron el diagnóstico: mielitis transversa. [La MT es una inflamación a ambos lados de la médula espinal, que interrumpe las señales que los nervios envían a todo el cuerpo. Puede causar dolor, debilidad muscular, parálisis, problemas sensoriales y disfunción de la vejiga y el intestino].Mis piernas nunca más funcionarían de manera convencional.
Desde muy chico voy a terapias de todo tipo. Las odiaba, nunca quería ir, pero me obligaban porque las necesitaba. Entre todas esas terapias, a los diez años surgió la natación como una opción. Descubrí que era muy bueno nadando y rápidamente fui escalando niveles: del preequipo pasé al equipo de natación, competí a nivel provincial y a los catorce años ya estaba en la Selección Argentina.
Comencé a competir por todo el país y también internacionalmente. La competencia y los viajes hicieron que cambiara mi relación con el agua. Ya no era otra terapia aburrida, sino que se convirtió en mi medio para conseguir cosas. El deporte me ayudó a crecer como persona, me cambió la forma de ser, me hizo madurar.
En marzo de 2022, en Berlín, nadé más rápido que nadie en toda la historia de mi categoría los 200 metros libres. Salí del agua y vi las dos letras que indicaban que había hecho un tiempazo: WR (world record).
Me dio confianza, me demostró que podía ser top mundial en mi categoría. Tres meses después, en Portugal, lo confirmé. La confianza me acompañaba desde mi anterior campeonato en Berlín. La medalla de oro parecía tan cerca.
Cuando terminó la carrera, estaba muy contento, me abracé con uno de los seis entrenadores que acompañó a la delegación, pero no terminaba de entender aún lo que había conseguido. Recién en la premiación me di cuenta de que era campeón mundial.
Con mi familia me comuniqué una vez que llegué a mi habitación en el hotel. Nunca agarro el celular antes de eso, prefiero desconectarme hasta estar más relajado. Más allá de la alegría, la responsabilidad es mayor. Tenía otras carreras por delante en el mundial, y comencé a enfocarme en eso, dejé de lado las celebraciones.
Ser campeón del mundo de natación en deportes adaptados me permite viajar por el mundo haciendo lo que me gusta. Si no me hubieran fallado las piernas a los dos años, quién sabe dónde estaría hoy. Quizá nunca me habría convertido en un atleta de competición ni habría ganado un campeonato mundial.
Cuando compito, siento esa presión por rendir y ganar. Es curioso, porque cuando veo deportes -como la Copa Mundial de la FIFA en Qatar, donde ganó la selección argentina en diciembre- lo festejé más que cuando gané el oro en un Mundial. Viéndolo desde fuera, puedo relajarme, sabiendo que no influyo en el resultado.
Gran parte de mi éxito se lo debo a mis padres. Siempre me animaron a esforzarme y dar más de mí. Siempre me empujaron a intentarlo. Vivimos cerca de la cordillera de los Andes, en Argentina, y disfrutamos de muchas vacaciones allí. A mis padres siempre les gustaba pasear y me llevaban con ellos. Nunca me dejaban de lado, y yo les seguía lo mejor que podía. Los seguía a mi ritmo, con mis muletas.
Incluso después de ganar medallas importantes en múltiples competiciones, sigo centrado en el siguiente reto. Este año tengo dos objetivos: competir y ganar en los Juegos Parapanamericanos y en la Copa del Mundo. El año que viene, mi objetivo son los Juegos Paralímpicos. Sé que me queda mucho camino por recorrer, pero lo conseguiré.