Llevo más de 22 años corriendo y en ese tiempo he aprendido que la vida no termina cuando pierdes un sentido. Por el contrario, desarrollas y mejoras habilidades y destrezas.
CIUDAD DE MÉXICO, México—No puedo ver nada con mi ojo izquierdo y nací con visión periférica atrofiada en mi ojo derecho. Apenas puedo ver el 30% de lo que vería una persona sin discapacidad. A pesar de eso, correr define mi vida.
Mis padres son ciegos. Mi papá y mi mamá han sido ciegos desde que eran niños. Heredé el glaucoma de ellos. Durante el día puedo caminar sin ayuda, pero por la noche estoy cegado por la oscuridad y necesito el apoyo de un bastón o de una persona para moverme.
El atletismo siempre ha sido una forma de vida. Gracias a esto he viajado y competido por todo México, y también he viajado a Colombia y Guatemala para representar a mi país. Ha sido un gran orgullo a nivel personal.
De niño, ayudaba a mi papá cuando hacía ejercicio. Él era futbolista y atleta, y yo le servía de guía. Ahí nació mi interés por el deporte.
Mi papá me inscribió cuando tenía 9 años con mi primer entrenador, y un año después fui a mis primeros Juegos Paralímpicos nacionales. Nunca tuve problemas con el atletismo, siempre me gustó competir.
Empecé a ganar casi todos los concursos, así que desde muy pequeña recibí becas y pude ayudar con los gastos de la casa. Esto me animó a ser financieramente independiente.
Ya no tengo apoyo oficial ni becas. Mis ingresos provienen de un negocio familiar y cubro mis propios gastos de entrenamiento y competencia.
En 2019 cofundé Garra Azteca, un equipo de atletismo para promover el deporte para personas ciegas o con discapacidad visual. Allí la mayoría de mis compañeros y yo somos de bajos ingresos, y cuando tenemos que competir, el dinero sale de nuestro bolsillo.
Por ello, realizamos sorteos y organizamos carreras benéficas y eventos deportivos para cubrir los gastos. De esta manera, hemos logrado crear una red de apoyo mutuo que nos permite continuar en el atletismo de alto rendimiento.
Llevo más de 22 años corriendo y en ese tiempo he aprendido que la vida no termina cuando pierdes un sentido. Por el contrario, desarrollas y perfeccionas otras habilidades y destrezas.
En mi caso, como deportista con disminución visual, he perfeccionado mi audición. Escuchar se ha convertido en una herramienta fundamental para correr.
En las competencias, la única forma en que puedo saber qué están haciendo mis competidores es cuando escucho sus pasos. A través de la escucha, sé a qué distancia están y el ritmo al que van. También escucho su respiración cuando están a mi lado. Usando esta habilidad a mi favor, puedo descifrar lo cansados que están.
Los pasos de mis compañeros de carrera me guían. Si los escucho durante mucho tiempo lo suficientemente cerca de mí, puedo determinar que van a mi ritmo.
Y cuando no los escucho, sé que se quedaron atrás, y lo mismo cuando me pasan, sé que van más rápido porque se alejan rápido.
También puedo percibir los cambios climáticos y la temperatura ambiente mientras corro. Sé a qué ritmo voy sin mirar el reloj y siento cambios en mi cuerpo que dan señales de mi desempeño.
Aunque estas habilidades puedan parecer insignificantes, son muy útiles cuando eres un deportista de alto rendimiento con baja visión.
A pesar de todo nuestro entrenamiento como deportistas con baja visión, correr en competencias, ya sea en pista o en carretera, siempre conlleva un nivel de riesgo.
Algo tan simple como un cambio imperceptible en la ruta que estamos tomando, salirse de los carriles o tropezarse es suficiente para tener un percance.
En una ocasión tuve un accidente porque choqué con una mesa de hidratación; sucedió en cuestión de segundos. En otras competencias, he tirado a corredores que se me adelantaron, porque no los vi, tropezamos, nos perdimos y nos caímos.
También es muy común que si otro corredor está muy cerca, accidentalmente lo golpee con los codos cuando lo paso, pero todo esto es parte del atletismo para personas con discapacidad visual.
Por eso, para nuestro tipo de carrera, decimos que solo hay dos clases de deportistas: los que ya se han caído o los que se van a caer.
Mucha gente no sabe que los corredores con discapacidad visual necesitan correr junto a un guía, un atleta que puede ver y literalmente se convierte en nuestros ojos durante la carrera. Sin ellos, no seríamos capaces de saber cuándo hay un obstáculo, dónde está el camino o simplemente qué hay delante de nosotros.
Muchas personas sin discapacidad no conocen esta necesidad. En algunas competencias, los espectadores se han burlado de nosotros y nos han gritado: “aquí están los novios”, o han comentado lo hermosos que nos vemos tomados de la mano. No dejo que me moleste, sino que me divierte.
En un escenario de competencia, la guía brinda la información más básica: en mi caso, solo me dice palabras e instrucciones muy específicas y concretas como «acera» o «girar a la derecha». También advierte sobre los competidores a mi alrededor.
Sin embargo, para un deportista recreativo, el guía puede describir todo lo que le rodea: los edificios, los espacios públicos, los nombres de las calles; eso es muy divertido, especialmente cuando no puedes ver. Trae la experiencia a la vida de una nueva manera.
En mis años de competencia he aprendido que el deporte puede ayudar a generar inclusión. Desafía los estigmas y estereotipos sociales de que las personas con discapacidad no pueden ser independientes o autosuficientes.
Los atletas con discapacidad visual siempre nos encontramos con la suposición de que los ciegos no pueden superar la mayoría de los obstáculos físicos. Sin embargo, demostramos que podemos correr maratones en menos de tres horas.
También subimos a las pirámides más famosas de las zonas turísticas de México; hacemos senderismo, rapel y ciclismo. A través de estos pasatiempos tratamos de demostrar que somos capaces de hacer muchas cosas y disfrutar de la vida.
Aunque no veo bien, tengo todas las demás habilidades físicas como cualquier otra persona. Mi discapacidad no me limita en absoluto.