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Tras la trágica muerte de su hija, una madre dedica dos décadas a inspirar donaciones de órganos que salvan vidas

Eran las 15.30 de un domingo frío de invierno, con calles vacías en la ciudad de Rosario. Nos dirigíamos en auto y Antonella estaba ubicada en el asiento de atrás de nuestro auto junto a sus hermanos, del lado del acompañante. De repente nos golpeo un vehículo a toda velocidad que hizo que volquemos y quede todo el auto de costado.

  • 2 años ago
  • noviembre 30, 2022
5 min read
The Municipality of Rosario named a street after Silvia's daughter Antonella who died in a car accident and inspired her mother's life-saving organ donation work | Photo courtesy of
Interview Subject
Silvia Trivisonno had six children. The third of them, Antonella, died in a traffic accident due to the impact of a car that went through a red light at full speed and hit her vehicle. The crash caused a severe contusion to the head of the six-year-old girl, and she was trapped under the car that was carrying her in the back seat along with two of her brothers. Silvia went on to donate her daughter’s heart, then took up the mantle of advocating for organ donation. She has spent 22 years promoting the cause throughout Argentina.
Background Information
After Antonella’s death, her parents were notified of the possibility of being organ donors and agreed to save other lives. Sometime later, they were summoned to an INCUCAI event as part of the Central National Institute for Ablation and Implant Coordination. This body promotes, normalizes, coordinates, and supervises organ, tissue, and cell donation, and transplantation activities in Argentina.

 The organizers summoned victims who made donations like Silvia and her husband. Silvia began organizing a registration campaign for future donors on the corner where Antonella died in Rosario, which had a record number of registrations and press coverage. Since then, in the middle of the social and economic crisis in Argentina, the Trivisonno family has become a symbol of organ donation.

 Recently, the Municipality of Rosario named a street in the city «Antonella Trivisonno,» in memory of her life and in recognition of her parents’ tireless struggle to maintain their daughter’s legacy and raise awareness about the importance of donation.

Nuestra historia como activistas de la donación de órganos comenzó a partir de una tragedia. Llevamos 22 años ininterrumpidos haciendo campañas de donación y en este tiempo hemos recibido mucho amor. Todo comenzó un domingo frío e invernal en las calles vacías de Rosario a las 15.30 horas.

Nos dirigíamos en auto y Antonella estaba ubicada en el asiento de atrás de nuestro auto junto a sus hermanos, del lado del acompañante. De repente nos golpeo un vehículo a toda velocidad que hizo que volquemos y quede todo el auto de costado. A ella fue la única a la que se le abrió la puerta y salió despedida y quedó debajo del vehículo. Vi que en el bar de la esquina había gente porque estaba jugando la selección Argentina y se juntó a muchas personas que estaban mirando el partido.

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Comencé a gritar desesperada y oyeron mis gritos. Vi que algunas personas salian a ayudarme y busqué salir a ayudarla. Ella había quedado afuera del auto, con la mitad de su cuerpo atrapado debajo del vehículo y como pude, lastimada y apresurada por verla, salí a través del parabrisas que se había destruido. Todo ese tiempo fue muy veloz, pensaba y gritaba ¿Quién me ayuda? ¿Quién va a hacer que viva? ¿Quién me va ayudar para que ella sobreviva?

Los médicos hacen todo lo posible, pero la joven Antonella no lo logra

Ingresamos de urgencia al Hospital de Niños y escuché a los médicos trabajando a contrarreloj. Sin pensarlo, acelerada y sintiendo los latidos de mi corazón me metí al lugar donde la estaban curando. Me ubiqué con miedo en un costado, en una camilla lejos de la zona donde trabajaban los profesionales. No quería interrumpir, no quería que me vieran.

Sentía que tenía que estar ahí, sabiendo segundo a segundo si Antonella se despertaría y podrían salvarla. De repente, ingresó al lugar el jefe de la guardia, me observó desesperada y me pidió que me vaya. Me negué rotundamente, sentía que tenía que estar ahí, desesperada, entre llantos, miedo y temor a lo peor.

Desde ese lugar pude ver la desesperación de los médicos por salvarle la vida. Con mi marido teníamos 34 años e hijos muy chicos y los médicos tenían nuestra misma edad y con hijos de la misma edad que Antonella. Pude ver como ellos corrían una carrera desesperante para mantenerla con vida, buscaban ver exactamente dónde se había golpeado y descubrir ese golpe tan grande en la cabeza, porque su cuerpo estaba intacto pese al accidente.

Estaba ahí, llorando y viendo todo con angustia, de pie y herida por el vuelco, pero mi salud no me importaba. Participé visualmente de la garra que le pusieron los médicos y todo lo que hicieron para salvarla. En mis ojos y en mi memoria tengo la certeza de que hicieron todo por ella en pocos minutos. No tengo ninguna duda del esfuerzo de los médicos pero aún llevo conmigo el momento en el que se acercaron a mí y me informaron que tenía muerte cerebral y que pronto su corazón se apagaría.

La familia inicia un legado de más de veinte años inspirando la donación de órganos

Al pasar los primeros instantes de dolor, un médico se acercó y nos alertó sobre la posibilidad de ser donante y no dudamos en ayudar a otra persona que pudiera necesitarlo.  Ella nos enseñó a involucrarnos con el otro, no desde el lugar que uno quiere sino desde el lugar que el otro necesita y lo hicimos.

Recordé en ese momento una película que vi cuando tenía cinco o seis años y mi abuela me había llevado el cine a verla. Se llamaba “Rosas blancas para mi hermana negra”, con Libertad Lamarque. La película trataba de una niña blanca y rica, que era amiga de una niña negra, hija de la sirvienta. Eran amigas hasta que la niña rica se enfermó y dejaron de jugar juntas, hasta que un día, la niña negra muere en un accidente y le donan su corazón a la nena rica que estaba enferma. Esa película que vi a los cinco años se posó sobre mi mente en ese momento.

Me paralicé de solo pensarlo y me marcó que muchos años después de verla, tomara junto a mi marido esa decisión. Pensé que podíamos darle el corazón de Antonella a otra persona y salvarla.

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