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La grave sequía en Argentina hace estragos en los agricultores y la economía, y amenaza los medios de subsistencia

Antes llenas de vida, estas enormes plantas ahora sufren, dejando caer ramas cada hora que pasa. Los vibrantes arbustos se han desvanecido en meros contornos, y el suelo, antaño rebosante de vida, se ha convertido en tierra.

  • 6 meses ago
  • junio 15, 2024
6 min read
In La Adela, Argentina, a severe drought has significantly impacted the region's grasslands, livestock, and local economy. | Photo courtesy of Antonia Ochandorena
María Antonia Ochandorena, president of the Rural Association of the South Pampas, Argentina
NOTAS DEL PERIODISTA
PROTAGONISTA
María Antonia Ochandorena, de 70 años, es un pilar en el mundo ganadero. Junto con sus hermanos, dirige la ganadería San José, en La Adela (Argentina). También es presidenta de la Asociación Rural del Sur Pampeano, organización que cuenta con más de 640 productores asociados. Su ciudad natal es Río Colorado, pero representa a toda la región. Durante su presidencia desde 2019, ha enfrentado retos a favor de los ganaderos incluyendo la Pandemia COVID-19, incendios y ahora la peor sequía de las últimas décadas en la región.
CONTEXTO
La ya frágil economía argentina se enfrenta a un duro golpe debido a dos años de clima inusualmente seco, lo que agrava los problemas de los agricultores que luchan por llegar a fin de mes. PROTAGONISTA Este clima abrasador ha dejado a los agricultores luchando por encontrar la manera de mantener sus explotaciones en medio de una fuerte caída de los ingresos previstos por la exportación de productos agrícolas.

LA ADELA, Argentina – Mientras camino sola en silencio por los caminos del campo, un panorama me saluda. A cada paso, la escena cambia. Los primeros kilómetros revelan una vegetación exuberante, señal de esperanza para la recuperación de la vida animal y vegetal. Sin embargo, a medida que me adentro en La Adela [a village in La Pampa province]el escenario cambia drásticamente. Ahora, la sequía ha dejado el paisaje seco, sembrado de restos de animales y plantas que sucumbieron a sus efectos.

Los árboles, aunque siguen en pie, pierden su color y vitalidad. Se secan, desprendiéndose de sus ramas a diario como testimonio de su lucha. Antes llenas de vida, estas enormes plantas ahora sufren, dejando caer ramas cada hora que pasa. Los vibrantes arbustos se han desvanecido en meros contornos, y el suelo, antaño rebosante de vida, se ha convertido en tierra. En consecuencia, la falta de hierba obliga a los animales a sobrevivir con lo poco que les sobra a los árboles.

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La grave sequía devasta los pastos, el ganado y la economía local

Desde 2022, hemos luchado contra una grave sequía en La Adela que se agravó en 2023 y sigue siendo un reto para nosotros. Normalmente, nuestras praderas prosperan con una precipitación anual de 650 a 700 milímetros, pero la reciente escasez de lluvias deja la tierra reseca. La hierba, antaño vital para nuestro ganado, dejó de crecer. Esto provoca una disminución de la salud y el peso de los animales, lo que repercute negativamente en la economía local.

Los productores de Buenos Aires empezaron a abandonar sus campos al comprobar las pésimas condiciones. A medida que aumentaba el riesgo para el ganado y las posibles pérdidas, los trabajadores también empezaron a marcharse. El paisaje, antaño abundante en pastos para el pastoreo y la cría de ganado, se transformó drásticamente. Afortunadamente, los árboles de chañar de la zona, que producen frutos parecidos a las judías, han proporcionado algo de sustento a los animales supervivientes, aunque están por debajo de su peso.

Nosotros, los lugareños, observamos el estado actual de la región con profunda simpatía. La tierra agrietada y seca es un espectáculo sombrío, que nos recuerda la oleada inicial de mortandad significativa de ganado. Los productores no locales han trasladado sus rebaños en busca de pastos más verdes para salvar sus inversiones. Mientras tanto, nos enfrentamos a la dura decisión de vender nuestro ganado y agotar nuestro capital, empezando por los ganaderos, para mitigar nuevas pérdidas.

Un granjero pierde 300 vacas y se enfrenta a un grave estado mental

Durante años, criamos y cuidamos ganado, y nuestro vínculo con estos animales se hizo más fuerte. Por desgracia, en medio de la sequía, aceleramos los procesos, vendimos las crías y aislamos a los reproductores para garantizar su supervivencia. Tomamos estas difíciles decisiones para preservar los animales que tenemos para futuras crías.

Ahora me enfrento a la fase más difícil de este calvario. Como productora primero y presidenta de «La Rural» (La Asociación Rural), llevo el peso de mi papel. Represento a mis colegas productores, escucho sus angustias y sus historias compartidas. Cada persona tiene sus propias dificultades y, en estos tiempos difíciles, todas buscan apoyo. La comunidad agrícola se enfrenta a una crisis sin precedentes, pero mantengo la esperanza de que perseveraremos.

La Asociación Rural Pampeana del Sur, con sede en La Adela, provincia de La Pampa, cerca de Río Negro, ayuda a los agricultores afectados por la sequía. | Foto cortesía de Antonia Ochandorena

Un granjero, antaño orgulloso cuidador de 800 animales, se encuentra ahora en un estado mental calamitoso. El año pasado sufrió la desgarradora pérdida de casi un tercio de su rebaño, lo que equivale a 300 vacas. A pesar de sus incansables esfuerzos por salvar a las vacas de cría, se enfrenta una y otra vez a la dura realidad de la insuficiencia de forraje. A los 64 años, dedicó toda su vida a la agricultura, volcando su alma en la tierra que amaba. Hoy, sin embargo, la impotencia se apodera de él al temer no poder salvar la obra de su vida. Sin embargo, en esta difícil situación, no está solo, ya que todos compartimos la misma desesperación.

Frente a la sequía: unidad, esperanza y una petición de intervención divina

A pesar de la profunda tristeza y preocupación, persistimos con esperanza en nuestra comunidad. Las complicaciones climáticas nos obligan a vender nuestro capital circulante, acelerando cada proceso para satisfacer las necesidades de la gente, y asistimos a la muerte de nuestros animales. No obstante, nos negamos a perder la esperanza, manteniéndola tangible incluso cuando la moral se deteriora.

No es nuestro primer encuentro con la sequía; ya vivimos una sorpresa similar entre 2008 y 2009. Por aquel entonces, redujimos nuestro rebaño de más de 200 vacas a sólo 70. Sufrimos, pero conseguimos recuperarnos. Dejamos que los terneros se convirtieran en reproductores y, gracias a la perseverancia, tuvimos éxito.

Las lecciones de entonces son claras: reconstruimos una vez y, con esta sequía recurrente, sabemos que no podemos cejar en nuestro empeño. Debemos seguir luchando por lo que queda, dispuestos a empezar de nuevo con menos si es necesario. Un poco de lluvia abrirá la puerta al resurgimiento, una posibilidad que esperamos con impaciencia. Lo necesitamos no sólo como un deseo, sino como una necesidad. Aunque la situación es intensa, aceptamos esta realidad y nos comprometemos a perseverar. Juntos, invocamos la gracia divina, pidiendo a Dios y a la Virgen que traigan la lluvia y reaviven nuestras tierras y nuestros espíritus.

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