Vi corazones rotos, gritos agónicos que destrozaban la paz y el trágico espectáculo de las víctimas esparcidas por los alrededores mientras los supervivientes cargaban sobre sus agobiados hombros bolsas de harina manchadas de sangre.
CIUDAD DE GAZA, Gaza – El 29 de febrero de 2024, un grupo de jóvenes me informó de un importante convoy de ayuda. Partiría de la zona de la rotonda de Nabulsi, en la calle Al-Bahr, entrando en la ciudad de Gaza. El convoy transportaba suministros esenciales hacia el puerto de Gaza. Decidido a conseguir comida, me uní a la gente que se reuniría allí. Llegué sobre las 15:00 y presencié una escena espeluznante. Miles de personas esperaban con impaciencia la distribución de ayuda vital. Entre otras necesidades, los camiones de ayuda transportaban harina, un ingrediente crucial para quienes se encuentran en circunstancias desesperadas.
El hambre nos apretaba mientras esperábamos durante horas bajo un sol abrasador. Cuando por fin llegaron los camiones, un sentimiento de urgencia se apoderó de la multitud y la gente corrió hacia los camiones cargados. Lo que siguió fue horrible: Los disparos israelíes nos apuntaron. En el caos, me encontré rodeado de escombros esparcidos. Me moví a través de un mar de individuos que intentaban desesperadamente escapar del implacable ataque. Cada persona con la que me encontraba llevaba una pesada carga. Llevaban bolsas de harina manchadas con la sangre de sus compatriotas de Gaza. Sirvió como sombrío recordatorio de la brutalidad a la que nos enfrentamos.
[Las autoridades israelíes y palestinas dieron versiones divergentes del incidente. Tras el incidente, la CNN llevó a cabo una investigación exhaustiva de todas las imágenes, testimonios e informes disponibles. En su informe, parece que los tanques israelíes dispararon contra los camiones de ayuda y los congregados. Se produjo una estampida y muchos murieron pisoteados o atropellados por los camiones de ayuda que intentaban escapar. Otros, sin embargo, sí llegaron al hospital con balas o metralla en el cuerpo. Además, las imágenes revisadas por la CNN muestran a cientos de personas, no a miles, alrededor del camión de ayuda. Sin embargo, algunos medios de comunicación indican que había miles de personas en las inmediaciones].
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En nuestro afán por conseguir algo tan básico como el pan, un ataque cruel e implacable nos despojó de nuestros seres queridos. Nos sacudió hasta lo más profundo. Mientras nos apresurábamos a conseguir suministros del convoy de socorro, los fuertes sonidos de los proyectiles de artillería que caían a nuestro alrededor parecían una destrucción fatal.
En esos momentos angustiosos, vi los corazones rotos de la gente. Sus gritos agónicos rompían nuestra paz. Mientras los residentes corrían cargando sobre sus hombros bolsas de harina ensangrentadas, las víctimas yacían esparcidas por todas partes. Incluso en medio de esta dura realidad, miles de personas se aferraron a un rayo de esperanza. Trataban de asegurarse una pequeña cantidad de sustento para sobrevivir un día más.
Con paciencia en el alma, se mantuvieron firmes en su determinación de hacerse con la harina que produciría el pan vital. Los que sobrevivían volvían a casa con las manos vacías, sin nada para sus niños y seres queridos, o llevaban harina mezclada con sangre humana. Tras este trágico incidente, se retuvo más ayuda crucial, dejándonos en una situación precaria. Cada día en Gaza presenta nuevos obstáculos, que ponen a prueba nuestra resistencia y determinación.
A pesar de nuestra bondad inherente y de la fortaleza de los ciudadanos de Gaza, luchamos contra la falta de oportunidades que podrían allanar el camino hacia un mañana mejor. Comparto esta historia con tristeza y una sensación de impotencia, mientras seguimos soportando las pruebas diarias. El futuro sigue siendo incierto, y la profundidad del sufrimiento en Gaza va más allá de lo imaginable. Necesitamos urgentemente apoyo y ayuda en estos tiempos difíciles.
Mi experiencia del 29 de febrero no fue una pesadilla, ni una escena para una película de terror o de guerra. Representaba la cruel y amarga verdad de nuestra vida cotidiana, imponiéndose a la realidad. Antes de caer en la trampa mortal que es ahora nuestra patria, ya nos enfrentábamos a situaciones desgarradoras. Ahora, el fundamento esencial de nuestras vidas ha desaparecido, dejándonos sumidos en la desesperación y aplastando nuestras esperanzas. La simple tarea de asegurar la alimentación diaria resulta ahora imposible para muchos.
Toda nuestra comunidad necesita ayuda para conseguir alimentos, medicinas y refugio. Al comenzar el mes sagrado del Ramadán, tiempo de ayuno e introspección, reconocimos que la comunidad de Gaza lleva ya cinco largos meses viviendo este ayuno. El hambre sigue siendo un compañero implacable para muchos de nosotros. Además, nos enfrentamos a unas condiciones terribles, como nunca antes habíamos vivido. Durante más de 150 días, una opresión interminable destruyó nuestros hogares, instalaciones e infraestructuras.
Veo sufrimiento profundo y pobreza extrema por todas partes. Resulta alarmante que el 90% de la población carezca de lo esencial para sobrevivir, empezando por los alimentos. Aunque se trata de gente fuerte, veo a los gazatíes enfrentarse a un estado de grave hambruna y escasez. Se ve agravada por la amenaza constante de las frecuentes operaciones militares israelíes que ensombrecen nuestra existencia.
A menudo me pregunto: «¿Cómo ha podido ocurrirnos algo tan trágico e incomprensible a nosotros, a personas que encarnamos la paz y el civismo? ¿Cuánto tiempo más debemos soportar tales tragedias? ¿Adónde nos llevarán estas difíciles circunstancias?».
Cuando pienso en días como el ataque al convoy del 29 de febrero, siento una profunda tristeza y amargura.