Recuerdo vívidamente marzo de 2023, el día en que inauguramos el sendero. El alcalde estaba junto a residentes locales, líderes comunitarios y nuestro equipo. Yo estaba entre ellos, con el corazón palpitante, mientras observaba a la multitud congregada. Ver cómo el ayuntamiento reconocía formalmente nuestro trabajo fue como ver cómo un sueño se hacía realidad. No se trataba sólo de un camino a través de la naturaleza, sino que encarnaba la colaboración, la determinación y la esperanza.
TALAGANTE, CHILE – Comenzó en 2018 como un pequeño grupo de amigos con un sueño compartido: restaurar y proteger las riberas descuidadas del río Mapocho en Talagante. Hoy, Frente de Río ha crecido hasta convertirse en un equipo dedicado de 10 a 15 voluntarios que están transformando la ribera del río en un refugio comunitario mientras crean conciencia sobre la restauración ambiental.
Ahora coordino el proyecto del Fondo Común Regenerativo, apoyado por la Fundación Lepe, cuyo objetivo es consolidar un sendero a lo largo de la ribera, una empresa que equilibra la conservación ecológica con la participación de la comunidad.
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Hoy, el orgullo irradia entre mis colegas al ver estos espacios transformados y recuperados. Los antiguos vertederos, feos, sucios y olvidados, crecen ahora con una vegetación exuberante. Los árboles que plantamos hace años, algunos de los cuales tienen ahora cinco años, se mantienen erguidos, formando un bosque vibrante. Cada árbol encarna nuestro sueño de crear un parque natural, cada vez más cerca de la realidad. Esta transformación nos llena de alegría y renovada determinación, una recompensa tangible por nuestro trabajo colectivo.
La organización comenzó con una idea simple pero poderosa: devolver el sentido a un entorno descuidado. Mientras crecía en Talagante, admiraba la belleza del río pero era testigo de cómo el abandono eclipsaba su potencial. A pesar de haber sido designado Parque Metropolitano y bien nacional, el río se había convertido en tierra de nadie. Microvertederos llenaban sus orillas de sofás desechados, escombros de construcción y lavadoras. Los movimientos de tierra ilegales se sumaron a la destrucción, con escombros enterrados que desestabilizaban el terreno y agravaban el riesgo de inundaciones.
Cerca del puente ferroviario de Talagante, un lugar emblemático ahora rodeado de deforestación y residuos, unas 130 familias habían establecido viviendas informales. Su presencia reflejaba la crisis de la vivienda, pero también complicaba los esfuerzos por restaurar el ecosistema del río. A pesar de estas dificultades, vimos en el río un salvavidas vital para la comunidad, rebosante de potencial sin explotar.
Frente de Río empezó limpiando microvertederos y reforestando con especies autóctonas. Invitamos a la comunidad a unirse a nosotros, convirtiendo un tramo de río estigmatizado y descuidado en un espacio de renovación. Poco a poco, las familias volvieron, redescubriendo una conexión con la belleza natural que habían evitado durante mucho tiempo. Esta transformación no sólo supuso una restauración medioambiental, sino un vínculo renovado entre las personas y el río que las sustenta.
Nuestro sendero serpentea por la orilla del río, creando un espacio donde las familias exploran, los niños aprenden y la naturaleza sana en silencio. Observo a los escolares vadear los humedales, sus risas se mezclan con el susurro de las hojas. Cada taller que organizamos con voluntarios se convierte en un momento de conexión, en el que las manos trabajan juntas para restaurar lo que el abandono había robado. Lo que antes era una franja de tierra olvidada ahora prospera como testimonio de resiliencia.
Recuerdo vívidamente marzo de 2023, el día en que inauguramos el sendero. El alcalde estaba junto a residentes locales, líderes comunitarios y nuestro equipo. Yo estaba entre ellos, con el corazón palpitante, mientras observaba a la multitud congregada. Ver cómo el ayuntamiento reconocía formalmente nuestro trabajo fue como ver cómo un sueño se hacía realidad. No se trataba sólo de un camino a través de la naturaleza, sino que encarnaba la colaboración, la determinación y la esperanza.
Para mí, este viaje comenzó como un salto hacia lo desconocido. Como químico farmacéutico, entendía de ciencia pero sabía poco de restauración medioambiental o de organización social. Sin embargo, trabajar con Frente de Río transformó mi perspectiva. Me sumergí en nuevos campos, aprendí sobre ecología, dinámica comunitaria e incluso a colaborar con organismos municipales.
Cada reto me ha dado una nueva forma. Hace poco, nuestro equipo adoptó la gestión de proyectos, una habilidad que nunca imaginé necesitar. Ahora me parece esencial para nuestro éxito. Estos momentos de crecimiento reflejan el propio camino, que evoluciona constantemente gracias a la dedicación y el esfuerzo.
La inauguración es más que un hito; refleja cada pequeño paso, cada momento de duda que superamos. Ese día, el sendero se convirtió en algo más que un proyecto. Se convirtió en la prueba de lo que puede crecer cuando una comunidad se une con un propósito.
La jornada sigue siendo exigente y requiere un esfuerzo constante para movilizar a los voluntarios. Algunos se unen para una sola jornada de reforestación, mientras que otros se comprometen a participar en talleres y en el mantenimiento continuo. El progreso depende de la acción colectiva, transformando el río en algo más que un paisaje revitalizado: se ha convertido en una comunidad renacida.
Ganar el Fondo Común Regenerativo este año marcó un punto de inflexión. Los recursos financieros y el apoyo técnico proporcionados nos permitieron profesionalizar nuestro trabajo. Pasamos de las herramientas básicas a la maquinaria, ampliando considerablemente nuestro impacto y haciendo factible la restauración a largo plazo.
La colaboración comunitaria sigue siendo la piedra angular de nuestra visión. Mientras nosotros nos centramos en un parque naturalista, otros proponen parques infantiles, carriles bici o iluminación adicional. Lograr un equilibrio entre la preservación ecológica y el uso recreativo exige un diálogo continuo. Nuestro sueño sigue siendo crear un espacio compartido que armonice con la naturaleza y sirva a las diversas necesidades de la comunidad.
Los retos persisten, sobre todo cerca de la Toma adyacente. Integrar a sus residentes en nuestros esfuerzos sigue siendo una prioridad, pero abordar los asentamientos informales en zonas propensas a inundaciones requiere una mayor implicación institucional. Los organismos públicos deben asumir un papel más activo en la resolución integral de estos problemas.
Recientemente, los vecinos de un campo de un club deportivo adyacente al sendero empezaron a vallar zonas que iban más allá de su contrato de arrendamiento, incluidos los espacios en los que llevábamos a cabo la reforestación. Sus acciones crearon tensión, ya que pretenden ampliar el campo, mientras que nosotros nos esforzamos por preservar la zona como parque metropolitano de libre acceso y con zonas dedicadas a la restauración.
Aunque no nos hemos enfrentado a amenazas físicas, algunas personas se han mostrado hostiles. Afortunadamente, contamos con los permisos adecuados y el municipio apoya nuestros esfuerzos. Juntos, seguimos comprometidos con la protección del sendero y el avance de nuestra visión compartida de la restauración medioambiental.
Nuestro objetivo inmediato es detener el vallado no autorizado y garantizar su retirada. Las próximas semanas determinarán el resultado, pero seguimos decididos a proteger este espacio tanto para la comunidad como para el medio ambiente.
El río Mapocho refleja un problema nacional más amplio. Las comunas periféricas como Talagante poseen un inmenso potencial para la restauración ecológica y, sin embargo, reciben mucha menos atención que las zonas urbanas. Décadas de abandono han convertido estos espacios en pasivos ambientales, pero también encierran la promesa de recuperación para quienes den un paso al frente para actuar.
El cambio ha llegado a través de la sociedad civil. Esperar la intervención del gobierno habría significado la inacción. Organizándonos y dando pasos concretos, hemos demostrado lo que es posible. La colaboración con grupos como Mapuko, Verde Nativo y proyectos como Bosque de Bolsillo demuestra el poder transformador de la acción colectiva.
Caminando por el sendero hoy, siento orgullo. Ahora hay árboles frondosos donde antes había escombros que contaminaban la ribera. Familias y escolares recorren estos senderos, recuperando lo que durante mucho tiempo se había descuidado. Sin embargo, los problemas persisten: la basura, las actividades ilegales y la amenaza constante de nuevos daños nos recuerdan que este viaje dista mucho de haber terminado.
A medida que el cambio climático se acelera y la desertificación amenaza la zona central, se cierne la incertidumbre. Pero la incertidumbre exige acción. Nuestra visión va más allá de este sendero. Aspiramos a conectar toda la provincia, fomentando la unión entre las personas y la naturaleza. Juntos, podemos asegurar un futuro para el río Mapocho, preservándolo como un recurso vital para las generaciones venideras.