La sordera no me ha impedido lograr mis objetivos. A veces tener todo no es tan necesario, puedes hacer más con menos.
MARCHIGÜE, Chile – A los 18 años, comencé a perder la audición progresivamente. A los 25, ya estaba completamente sordo.
Perder la audición me despojó de mi mayor pasión: escuchar música me hacía volar, pero eso no me detuvo.
Mi pasión por la danza era más fuerte. Descubrí un método para sentir la vibración de las canciones y así me convertí en el primer bailarín sordo profesional de Chile.
Recuerdo el día en el que me di cuenta de que no escuchaba absolutamente nada.
Ese día, me dije a mí mismo: “Seguiré bailando. Seguiré haciendo lo que amo. Me reinventaré».
Todas las mañanas, me despertaba motivado para aprender un nuevo ritmo. En mi búsqueda por seguir bailando, descubrí que al subir la música a todo volumen y tocar el altavoz con las manos, podía sentir las vibraciones de las canciones a través del ritmo del bajo.
Comencé a experimentar con varios materiales. Por ejemplo, si me acostaba en un piso de madera, sentía las vibraciones en todo mi cuerpo. Este descubrimiento me abrió un mundo de oportunidades porque logré capturar la sincronización musical detectando las vibraciones, y con ellas, crear coreografías.
Es cierto, ya no puedo escuchar música, pero he aprendido a sentirla. Ahora, el silencio es mi aliado. La memoria auditiva y mi metodología me permitirán seguir creando coreografías.
Estoy orgulloso de poder ponerle coreografías a las canciones que más me gustan . Varias personas me han dicho que no podría lograrlo. Nunca estuve de acuerdo.
Le debo mucho a la danza. Me ayudó a expresarme, a enfrentar mis miedos, me dio el valor para cumplir mis sueños a pesar de la adversidad y me enseñó a no rendirme nunca. Sin duda, la danza ha sido mi terapia.
Después de convertirme en bailarín profesional, gané una beca para estudiar en Argentina con especialización en comedia musical. Luego, regresé a mi ciudad natal, Marchigüe, para abrir mi propia academia de danza.
Quería contribuir a la cultura porque no había escuelas de baile en Marchigüe cuando era niño. Quería darles a las nuevas generaciones la oportunidad que yo no tuve.
He llevado mi metodología a reuniones de artistas sordos y soy miembro del Consejo Internacional de Danza de la UNESCO. He participado en varias obras de teatro y documentales. La sordera no me ha impedido lograr ninguno de mis objetivos.
A veces, no es necesario tenerlo todo. Con menos, puede hacer mucho más. La vida quería que fuera bailarín. Quería que le mostrara al mundo que hay otra forma de bailar y que la forma tradicional no es la única.
Si la vida o el destino te han puesto a prueba pareciendo sordera, hay una razón: Podría ser para inspirar a otras personas. Prefiero ser un bailarín sordo a uno oyente porque antes, cuando escuchaba música, me movía mecánicamente. Desde que aprendí a escuchar música de una manera nueva, bailo con el alma y actúo con intensidad y naturalidad.
Si tuviera que reinventarme para bailar en el futuro, lo haría porque la danza es lo que más me apasiona. Esta disciplina me ha dado los mejores momentos de mi vida.