Entre el desorden de objetos, luché por abrir la puerta. Un olor abrumador y fétido llenaba el aire. En el interior me encontré con 17 perros que ladraban y gruñían sin cesar.
VILLA CELINA, Argentina – Después de enfrentar mis propios problemas con la limpieza obsesiva durante años, decidí retribuir ayudando a personas con trastorno de acaparamiento a limpiar sus hogares. Al trabajar con familias e individuos que luchan contra el acumulamiento compulsivo, tengo la oportunidad de ayudar a aquellos que permanecen enterrados bajo sus posesiones, convirtiendo el caos en orden, y encontrando alegría en la renovación de los espacios.
Mi trabajo implica formar conexiones profundas, establecer confianza y apoyar a los seres humanos en su viaje hacia la recuperación emocional. A pesar de mis propios desafíos al luchar contra la limpieza compulsiva y la fibromialgia, estoy firmemente comprometida a continuar mi trabajo y hacer una difference.
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Durante más de tres décadas limpié casas. Comenzó como un trabajo rutinario pero todo cambió cuando comencé a trabajar en la casa de una mujer obsesionada con la limpieza. Su meticuloso enfoque poco a poco me fue consumiendo, convirtiendo la tarea de limpiar en una obsesión. Pronto mi propia casa también tenía que estar impecable.
Comencé a lavarme las manos compulsivamente para eliminar cualquier rastro de suciedad y las visitas de amigos se convirtieron en una fuente de estrés más que de disfrute. Me obsesionaba con todo lo que tocaban: las sillas, la mesa, incluso sus pasos en el suelo. Todo lo que veía eran gérmenes invadiendo mi espacio.
Mientras estuve allí, apenas podía esperar a que mis amigos se fueran para poder comenzar mi ritual de limpieza. Si se iban a las 3:00 am, limpiaba hasta el amanecer, desinfectando cada centímetro. Estas sesiones de limpieza se prolongaban hasta altas horas de la noche y comencé a perderme.
Necesitaba un cambio, así que busqué apoyo psicológico a través de terapia. Marcó un punto de inflexión. Mi terapeuta sugirió un enfoque novedoso: canalizar mi comportamiento hacia mi profesión de limpiadora y mantenerlo fuera de mi espacio personal.
A partir de ese momento, cuando entraba a limpiar casas, prestaba especial atención a los detalles, centrándome en puntos difíciles como los hornos y dedicando horas a hacerlos brillar. Comencé a capturar mi progreso a través de fotografías y a subirlas a una página de Facebook que creé.
Un día, un familiar de una acumuladora compulsivo se acercó a mí, lo que marcó el comienzo de mi viaje trabajando con clientes que luchan contra el trastorno de acaparamiento. Cuando fui a la casa de la mujer por primera vez, sentí su miedo de inmediato. La angustia brilló en su rostro cuando sus ojos se posaron en mí. Claramente estaba preocupada de que pudiera destruir sus cosas.
Entre el desorden de objetos, luché por abrir la puerta. Un olor abrumador y fétido llenaba el aire. En el interior me encontré con 17 perros que ladraban y gruñían sin cesar. Eran los verdaderos dueños de la casa. El suelo estaba oculto bajo capas de heces, pelos y años de abandono.
Esta mujer mayor vivía sola y hasta su cama estaba cubierta de suciedad. Me corazón sufría por ella, pero me negué a permitir que el dolor o la conmoción me distrajeran de mi misión. Decidí hacer que su hogar volviera a ser habitable. El trabajo inicial duró semanas.
Comencé destapando las tuberías solo para acceder al agua para limpiar. Una vez que el agua volvió a fluir, comencé a quitar capas de mugre y la casa reveló su verdadera forma. Este proceso de limpieza me produjo una sensación de placer, similar a la de un escultor que descubre una figura dentro de un bloque de mármol. Durante los descansos, trabajé para generar confianza con la propietaria de la casa, quien compartió conmigo la historia de su vida llena de dolor. Me sentí inspirada a trabajar más casos como este.
En Argentina, pocas personas se especializan en ayudar a personas con Trastorno de Acumulamiento Normalmente, las empresas cobran tarifas exorbitantes. Veo mi trabajo como un servicio comunitario, no sólo como una empresa comercial. Mi objetivo principal no es limpiar, sino ayudar a la gente.
Antes de comenzar mi trabajo en la casa de alguien, converso con ellos. Al construir una relación basada en la confianza mutua, observo cómo me aceptan y me permiten persuadirlos para que dejen de lado elementos que vale la pena descartar. Nunca los engaño ni desecho algo que artesoran.
Mientras avanzo por la casa me acompañan, observando atentamente mientras limpio. Veo cómo sus hogares reflejan su estado interno y cómo la limpieza y la organización pueden ayudarlos a sanarse. Recuerdo a una mujer que vivía con muchos gatos. Limpiar su casa llevó semanas e implicó la retirada de siete camiones volcadores de basura.
La gran cantidad de cucarachas que encontré me asombró. Cubrían las paredes y los pisos. Cuando movimos los muebles, descubrimos gatos y ratas muertos, aplastados por el peso de la basura. Cada paso parecía un desafío ya que constantemente encontraba obstáculos. La ausencia de un espacio habitable era desgarradora. Apenas podía imaginarme a alguien viviendo allí.
Hace dos años, el costo emocional de sumergirme en las historias de personas con trastorno de acaparamiento comenzó a pesar mucho sobre mí. Sentí como si sus luchas se filtraran en mí y el impacto fuera profundo. Además, comencé a experimentar problemas físicos.
Un día terminé en el hospital por un fuerte dolor de espalda, que se extendió a mis piernas y dejó la mitad de mi cuerpo entumecido. Me diagnosticaron fibromialgia, una enfermedad crónica que suele desencadenarse por el estrés. Sabía que necesitaba cambiar mi papel, pero no podía imaginarme renunciando a este importante trabajo.
Hoy sigo trabajando junto a mi equipo y la pasión que siento me mantiene involucrada con nuestros clientes. Quiero profundizar en cada una de sus historias, entender sus necesidades y asegurarme de que se sientan escuchados. ¡Si pudiera, haría este trabajo gratis! Mi equipo y yo, junto con los contratistas ocasionales que se unen a nosotros para realizar las reparaciones necesarias en las casas, cobramos lo mínimo.
Si alguien no puede pagar nuestro servicio, lo brindamos de todos modos. Cuando pienso en los seres humanos que luchan contra el trastorno de acaparamiento, dejarlos solos en condiciones extremas no es una opción para mí. La vida no se trata sólo de dinero. Mi propósito en la vida es ayudar a los demás.