Cuando me puse mi primer traje de época, comprado en una feria americana, a pesar de que me quedaba grande, me miré al espejo y pensé “Este soy yo, este siempre fui”. Me sentí completo.
BUENOS AIRES, Argentina- Me despierto y, luego de pasar por el baño y chequear las notificaciones del celular, me visto: pantalón de tiro alto de alpaca gruesa, de 1910, con tiradores; una camisa de 1920 que me llega hasta las rodillas. Siento su peso, mayor que el de las prendas contemporáneas, en parte porque está almidonada.
Agrego un chaleco de 1940 y unos zapatos Oxford y estoy listo para salir a la calle, donde absolutamente nadie se ve como yo. Nací en 1993, pero siempre me sentí un poco fuera de época. Hasta los dieciocho años me vestí con ropa actual, tenía una onda más dark, pero sentía que no terminaba de encontrar mi estilo. Siempre tuve la misma personalidad, me gustaban mucho el tango, el jazz, la música clásica. Cuando empecé a vestirme así, sentí que encontré lo que estaba buscando.
A los dieciocho empezó el lío: Mi mamá y mi papá me regalaron un sombrero blanco con puntitos negros. Lo usaba con todo, no iba a ningún lugar sin el sombrero, ni siquiera al colegio. Pero todavía no me sentía completo.
Lee más historias de moda y otros relatos inspiradores de todo el mundo en Orato World Media.
Comencé a trabajar en una feria de antigüedades y conocí a un amigo que se vestía al estilo inglés. Lo veía caminando con galera y bastón y sentía que algo vibraba dentro mío. Me interesaba su estilo, charlé con él y comencé a investigar para continuarlo.
Cuando me puse mi primer traje de época, comprado en una feria americana, a pesar de que me quedaba grande, me miré al espejo y pensé “Este soy yo, este siempre fui”. Me sentí completo.
Me gusta investigar, soy bastante detective. Hasta no encontrar el dato exacto, no paro. Me ha pasado con fotos antiguas, que es algo que colecciono. Tengo fotos antiguas de 1860 a 1930, son más de mil quinientas. Las organizo por género, por edades, por cantidad de personas.
Una vez me encontré con una valija de más de doscientas fotos, y me arrepiento de haber vendido unas cuarenta en la feria. Esa familia tenía una Carta de visita, una cart de visit. Atrás tenía el nombre de la persona y se me ocurrió ponerlo en internet, investigando la casa fotográfica.
Veo “Gonzalo Inchauspe Duprat”, y aparece un tipo con barba gigante en una página de genealogía. Estaba en su almacén de ramos generales, atrás del mostrador. El nombre de los hijos estaba con el link azul, cliqueé para investigar y de ellos tenía fotos, y de los hijos de los hijos tenía fotos, cartas, libros.
En esa valija había libros, cartas, un brazalete de la policía auxiliar, de 1937, de un Congreso Eucarístico, y así me fui metiendo y metiendo. Había un francés, Eugene Michel Dastas-Boe, que nació en 1847 y murió en 1866. Nació en Francia y en el 60 se vino a estudiar para farmacéutico.
Quizás esto no sea información importantísima para casi nadie, pero está bueno, creo que al contarlo de alguna manera lo mantenés vivo y la gente lo conoce, sabe lo que hizo. Está bueno rescatar cosas del olvido.
Vestirme así es rescatar una época en la que las cosas eran diferentes. Por ejemplo, yo prefiero escuchar música en una vitrola antes que en YouTube. Tiene otro sonido e implica un ritual diferente: hay algo mecánico, te lleva a la acción, tenés que darle cuerda, mover los discos, poner la púa. Encierra un romanticismo bastante lindo. Mucho mejor que hacer un click en una pantalla y nada más. Es un ritual.
En una entrevista para un medio importante, me bautizaron como Dandy Millennial, y me gustó. Esa es la identidad que asumí en mis redes sociales y como me conoce la gente que me saluda por la calle.
Estoy convencido de que arrastro esta forma de ser de alguna vida pasada. Creo en esas cosas. Nadie nunca me explicó cómo almidonar cuellos de camisa, ni cómo tocar el bandoneón, pero lo sé hacer. ¿De dónde viene eso?
Cerca de la casa donde vivía de chico, con mis padres, hay un club de autos antiguos, del Ford A, particularmente. Escuchaba los motores y me emocionaba, sentía una conexión que no podía explicar.