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Tres hombres armados con un cuchillo rodean a una comerciante en plena oleada de saqueos

La persecución fue corta e intensa. En el camino, un hombre que estaba parado junto a su familia, con una pizza en la mano, esperando el colectivo, me ofreció su ayuda. Se subió al auto y me indicó dónde había escapado uno de los ladrones. Un par de cuadras más adelante, lo vimos. Él se tiró a atraparlo y yo bajé detrás suyo. Era pura adrenalina y furia.

  • 1 año ago
  • septiembre 17, 2023
5 min read
<b>Storefront of business targeted in late August lootings in Argentina </b> Storefront of business targeted in late August lootings in Argentina | Photo courtesy of
PROTAGONISTA
Alejandra Sempé es periodista y empresaria radicada en la ciudad de Río Cuarto. Desde hace casi 20 años conduce un programa de radio local, lo que la convierte en una voz conocida en su comunidad. Además de su trabajo en el periodismo, Alejandra es propietaria de una tienda en la ciudad que recientemente sufrió un robo. Esta tienda es su principal fuente de ingresos.
CONTEXTO
 A finales de agosto, una ola de saqueos de comercios recorrió varias ciudades argentinas, entre ellas Mendoza, Córdoba, Neuquén, Río Negro, Buenos Aires y Chaco. Sólo en la provincia de Buenos Aires se registraron 150 intentos de saqueo y 94 detenciones. Dirigentes políticos de diversas facciones se señalaron unos a otros, acusando a sus rivales de instigar o exacerbar los incidentes.

Esta reciente oleada de saqueos recuerda la agitación de diciembre de 2001, uno de los periodos más volátiles de la historia argentina, caracterizado por los saqueos, la escalada de protestas y la eventual dimisión del Presidente Fernando De la Rúa.Para más contexto, consulte el artículo de El Mundo, el reportaje de France 24, el reportaje de Swissinfo y la reflexión oficial del gobierno argentino.

RÍO CUARTO, Argentina. Era domingo, de noche, y yo estaba trabajando en mi comercio normalmente. Cansada, me preparaba para cerrar la jornada. De repente, en el grupo de whatsapp de comerciantes de la zona se encendió una alarma. Habían entrado a robar a un supermercado. Después, pasó en otro. Comenzó a circular la palabra “saqueos”.

Todavía no creía que pudieran robarme a mí, aunque en las calles el movimiento era extraño, el aire estaba tenso. Tomé recaudos. Bajé la reja metálica y esperé a que todo se calmara. Era una combinación extraña de sensaciones, como si intentara convencerme de que nada malo pasaría y, al mismo tiempo, supiera que era inevitable. No sentía miedo, ya me robaron nueve veces en mi vida. Tampoco estaba tranquila. A las once, cuando creí que todo había pasado, salí a la calle con el dinero de la recaudación del día.

Miré para todas partes. Cuando pensé que estaba todo en orden, comencé a caminar hacia mi auto. Di tres pasos e, inmediatamente, estaba rodeada. Tres hombres comenzaron a tironearme. Alcancé a decirles que no les iba a dar nada, pero cuando vi un cuchillo me quedé helada del miedo. Me arrancaron la campera, donde tenía mi celular y dinero, y se llevaron mi cartera, junto a una bolsa con medicamentos para mi madre.

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Me sentí desprotegida, pero sólo me duró un instante.

La adrenalina corría a través de mi cuerpo a toda velocidad y me puso en marcha. Cuando se asomó un vecino por la ventana, le dije que llamara a la policía. Pero yo ya no esperaría más. Me subí a mi auto, y comencé a perseguirlos. No pensaba en los riesgos. En mi mente lo único que había era que había pasado todo el día trabajando y no merecía que se llevaran lo que es mío.

La persecución fue corta e intensa. En el camino, un hombre que estaba parado junto a su familia, con una pizza en la mano, esperando el colectivo, me ofreció su ayuda. Se subió al auto y me indicó dónde había escapado uno de los ladrones. Un par de cuadras más adelante, lo vimos. Él se tiró a atraparlo y yo bajé detrás suyo. Era pura adrenalina y furia. Le exigí que me devolviera todo, pero sólo tenía mi celular. El resto lo perdí. Nunca me sentí tan alterada en mi vida.

Con la cabeza funcionando a mil por hora, me costó dormirme cuando llegué a casa. A la mañana siguiente, abrí de nuevo mi negocio. Para cuidarme, atendí a los clientes desde la puerta, sin quitar las rejas. No quería arriesgar más de la cuenta.

Un programa de radio lo expone todo, llamadas inesperadas de altos cargos argentinos

De repente, un número desconocido llamó a mi celular. Era uno de los periodistas más conocidos del país, Jorge Lanata. En vivo en su programa de radio pude descargar todo lo que pensaba y sentía, incluyendo mis críticas al gobierno de turno. La llamada terminó, pero el silencio de mi teléfono duró poco.

Corté y, un par de minutos después, mi teléfono volvió a sonar. Una persona se presentó como Anibal Fernandez, el ministro de Seguridad de la Nación. Yo no le creía, me parecía irreal que un funcionario de ese nivel de importancia me llamara a mí. Terminé la llamada pensando que se trataba de una broma. Escribí un mensaje diciéndole “Ojalá esto fuera cierto”. Entonces me hizo una videollamada, en la que mis dudas se despejaron por completo. No logré procesar por completo la conversación cuando, nuevamente, mi teléfono sonó. Esta vez, del otro lado estaba el presidente.

De un momento a otro mi vida se trastornó por el robo, la magnitud que tomó la entrevista que di y la presencia de funcionarios del gobierno. Mi teléfono no paró de sonar durante días, con nuevos llamados del presidente y el ministro para confirmar si la ayuda que me ofrecieron había llegado. Mientras tanto, muchos otros periodistas y políticos intentaban dilucidar por qué mi caso había tomado tanta importancia.

Los vecinos temen nuevos asaltos y que continúen los infames saqueos en Argentina

urante un tiempo, sola en mi casa visualizaba las escenas de esa noche. El momento en que me atacaron volvía a mi mente. Viví cosas peores en mi vida y pude superarlas, pero aún así cierro los ojos y vuelvo a este robo. Intento recordar las caras de quienes me robaron, para poder reconocerlos, pero se esfuman. Todo pasó muy rápido, no consigo atrapar ninguna imagen clara.

Aquella noche resultó ser un caos borroso que nubló mi claridad, y los recuerdos no hacen sino reflejar lo rápido que sucedió todo. No pude avanzar, me quedé estancada en el momento del robo, hasta que finalmente recibí la ayuda económica que me permitió saldar mis deudas.

En el medio, por grupos de Whatsapp y Facebook, comenzaron a surgir rumores de nuevos saqueos. La incertidumbre es grande, y la asocio a una época de elecciones en las que nunca se sabe quién incita a que esto suceda. Hace más de veinte años, en Argentina, hubo una serie de saqueos que uno siempre recuerda en casos así. Es como un fantasma que aparece cada tanto. Yo ya no vivo tranquila, siento que los delincuentes podrían volver en cualquier momento. Y creo que no se trata sólo de una necesidad impulsada por la crisis, sino que hay algo más. Me da impotencia.

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