Aunque soy agente de policía, situaciones como estas, donde los seres humanos arriesgan su vida para mejorar sus condiciones de vida, todavía me resultan desgarradoras.
MELILLA, España – Fue una mañana de trabajo como cualquier otra; Verifico el contenido de los contenedores de carga que llegan al puerto.
Nunca imaginé lo que encontraría ese día.
Abrimos un recipiente y mi cerebro no quiso aceptar lo que veían mis ojos. Mi visión se oscureció y perdí la estabilidad por un momento. Respiré hondo y continué.
Había una pierna dentro de una de las bolsas de plástico.
Me atreví a levantarla y soltarla. La pierna estaba inmóvil. Lo intenté de nuevo y no pasó nada. En mi tercer intento, la pierna se movió.
En el interior, sentí un cosquilleo intenso que paralizó mis manos. Durante varios segundos, no pude moverme. Cuando recuperé la compostura, abrí la bolsa con mi cuchillo.
Encontré a un hombre, que aún respiraba, con fragmentos de vidrio por todo el cuerpo. Inmediatamente, pedí una ambulancia para ayudarlo a sobrevivir.
Encontramos a más de treinta hombres en el primer contenedor de carga, que luego identificamos como marroquíes y argelinos.
En el segundo recipiente, encontramos cinco más. Algunos nos abrazaban mientras las lágrimas rodaban por sus mejillas.
Aunque no pudimos entender su lenguaje, nos mostraron una mezcla de gratitud y súplica por sus vidas.
Tenían miedo de que los deportáramos o incluso los enviáramos a la cárcel. Otros, al ser descubiertos, reaccionaban con violencia hasta que se daban cuenta de que no éramos enemigos.
Mis colegas me habían contado experiencias como esta, pero nunca imaginé que me sorprendería tanto. Sólo en el 2020, las autoridades encontraron 11.669 personas en contenedores que transportaban plásticos, vidrio, desechos tóxicos y telas.
Estas personas buscan escapar de sus países y, por lo tanto, ponen en riesgo su vida.
Una vez en Melilla, una ciudad española en la costa noroeste de África, los inmigrantes buscan infiltrarse en el puerto y tomar barcos a través del mar Mediterráneo hacia la España continental.
Hacen todo lo posible para acceder a la península de cualquier forma. Algunos van en balsas de madera por el agua, otros nadan y muchos mueren en el camino.
Desde la Guardia Civil española, sabemos que estas personas entraron en la ciudad de Melilla por la frontera marroquí.
Probablemente, vivieron durante un tiempo en otro país ilegalmente mientras buscaban formas de llegar a ciudades como Málaga, Almería o Granada.
Otras veces, buscan acceder a la península por tierra, escondiéndose debajo de los autos cuando disminuyen la velocidad.
Aunque soy agente de la Guardia, situaciones como estas, donde los seres humanos arriesgan su vida para mejorar sus condiciones de vida, todavía me resultan desgarradoras.
Ese día contamos con recursos humanos, tecnológicos y animales que nos ayudaron a encontrar 41 personas.
El miedo está presente durante estas búsquedas porque las condiciones en las que se encuentran estas personas son extremadamente peligrosas.
A medida que los encontramos, uno por uno, pudimos rescatarlos. Fueron revisados por personal médico y, posteriormente, enviados a con la Policía Nacional.
Al dar a conocer esta noticia de la Guardia Costera, esperamos que los inmigrantes tomen conciencia de los peligros que enfrentan al salir de su país de esta manera.