Me llevaron a las duchas, con la colaboración de los policías, me desnudaron y me golpearon mientras me rociaban con agua helada.
SANTIAGO DE CHILE, Chile — Me acusaron de una violación que no cometí.
Durante mis 79 días en la cárcel, repetí una y otra vez que era inocente, pero nadie me creyó. Los medios de comunicación y el sistema judicial me juzgaron sin piedad.
Finalmente, después de tres meses y mediante una prueba de ADN, el tribunal determinó que yo era inocente, pero el daño psicológico ya estaba hecho.
La joven víctima apenas recordaba a su agresor y la policía buscó un chivo expiatorio. Ellos me eligieron.
Aunque fui exonerado, es difícil eliminar el estigma. La gente llenó mis redes sociales con publicaciones cargadas de odio en las que me declaraban culpable.
Mis primeros días en la cárcel fueron los peores de mi vida. No se lo desearía a nadie, ni siquiera a mi peor enemigo.
Cuando llegué, la policía se aprovechó de mi fragilidad emocional. Los agentes me decían que iban a violar a mi familia y a mi.
Los criminales no perdieron ni un minuto. Me llevaron a las duchas, con la colaboración de los policías, me desnudaron y me golpearon mientras me rociaban con agua helada.
Estuve inconsciente en el suelo durante varias horas. Me dolía todo el cuerpo y no tenía voz para pedir ayuda.
Me sentí solo como nunca antes y todo lo que quería era morir.
Las noches parecían interminables. No podía dormir por miedo a que entraran a mi celda y me maltrataran en un momento de distracción.
Viví así durante 80 días, constantemente alerta.
En la cárcel, sentí que el tiempo no pasaba. Se volvió largo, tedioso e intenso. Nada volverá a ser igual para mí.
En las redes sociales y los medios tradicionales, la gente hablaba como si yo fuera el ser humano más desagradable de la tierra. No dejaban lugar a dudas, mucho menos esperanzas de que la gente pudiera ver que era inocente.
Los medios dictaron sentencia antes que la justicia y yo no pude defenderme.
Además, no me dieron derecho a réplica.
Cuando finalmente recibí mi libertad, nadie se disculpó conmigo ni publicó la nueva decisión con la misma intensidad.
Esta siniestra experiencia me llevó a reflexionar sobre la cantidad de personas inocentes que están en la cárcel y, como yo, no pueden responder a sus cargos.
Me pregunto incansablemente cuántas personas hay en la corte y son inocentes; quienes, como yo, tienen que soportar el odio y la vergüenza de sus seres queridos.
Me pregunto si el sistema de justicia de mi país está capacitado para realizar una investigación adecuada. Lamentablemente, este tipo de errores cuestan vidas.
En mi caso, creo que la policía no pudo encontrar al agresor a tiempo, por lo que buscaron un chivo expiatorio para cerrar el caso.
Con todas mis fuerzas, espero que ninguna persona inocente esté sufriendo el infierno que experimenté durante mis 79 días en prisión.
Ahora, simplemente quiero refugiarme en mi familia y espero borrar esa terrible caracterización errónea que hicieron de mí. Me pregunto, ¿lograré alguna vez eliminar esta indeleble nube negra sobre mi vida?