Ya no esperamos más donaciones extranjeras porque sabemos el conflicto que ellas traen.
JERUSALÉN, Israel – El 12 de mayo del 2021, me uní a un pequeño número de palestinos en Jerusalén, en la Puerta de Damasco, para protestar por una ola de desalojos y la ocupación israelí en curso.
Junto con los organizadores y otros manifestantes, estábamos convocando una huelga masiva.
Un puñado de nosotros nos reunimos en la entrada histórica de la Ciudad Vieja de Jerusalén, preparándonos para cantar y marchar pacíficamente hacia el centro de la ciudad cuando de repente nos encontramos con un muro de policías.
El clima comenzó a volverse más tenso cuando se escuchó un estruendo entre la multitud.
Vi como el Skunk Truck, un cañón de agua que lanza chorros desde lo alto de un vehículo blindado, entraba en acción.
Dimos media vuelta y nos echamos a correr. Balas de goma pasaron muy cerca de nosotros mientras huíamos de la escena.
En medio de todas esas emociones, no me sorprendió la violencia policial. En cambio, sentí mucha ira.
Cuando asisto a manifestaciones, siempre busco las rutas de escape más cercanas porque sé que, más temprano que tarde, llega la represión.
Siempre que los palestinos en Jerusalén realizan protestas públicas se deben enfrentar a la fuerza pública.
Mis dos amigos fueron arrestados, pero yo pude escapar.
En vez de ir a la segunda protesta del día, fui a ver cómo estaban en la estación de policía.
Luego, escuché que una niña de 16 años sentada en el patio de su casa en Sheik Jarrah fue alcanzada por una bala de goma en su espalda baja que la podría haber dejado paralítica.
Tuve la suerte de haber escapado ileso de esas protestas.
Mis dos amigos fueron arrestados, yo me escapé y, luego, fui a ver cómo estaban en la comisaría.
Mis dos amigos fueron liberados bajo fianza después de siete días bajo custodia policial con la condición de que no asistieran a protestas «ilegales». También, se les prohibió la entrada a la Puerta de Damasco durante un mes.
Aunque soy ciudadano israelí, en lo que respecta al estado, no se me concede el derecho de reunión pacífica.
Así que no creo que haya igualdad de derechos entre israelíes y palestinos bajo un sistema segregado en el que la mayoría de nosotros hemos sido desposeídos de nuestros hogares.
Sólo podremos hablar de igualdad de derechos después de que el proyecto colonial que expulsa a los palestinos haya llegado a su fin.
Tras el alto el fuego del 20 de mayo, la policía israelí colocó barricadas en el barrio de Sheik Jarrah.
Nadie puede entrar ni salir mientras los desalojos pasan por los tribunales.
Las protestas en Sheik Jarrah se llevan a cabo todos los días, pero el resto de Jerusalén está completamente aislado de ellas.
A pesar de las noticias que dicen que la policía israelí busca arrestar a 500 manifestantes palestinos, yo sigo adelante con mis convicciones. Creo que sólo están planeando arrestar a los primeros 500 palestinos que encuentren.
Creo que es una táctica de miedo, así que protesto de todos modos.
Casi doce jóvenes de Jerusalén fueron detenidos administrativamente, lo que significa que los acusados no son informados de los cargos en su contra.
A sus abogados no se les permite hablar públicamente sobre el enjuiciamiento de sus clientes.
Teniendo en cuenta lo que atraviesan mis colegas, realmente no puedo quejarme.
Nací en una pequeña ciudad ocupada llamada Umm al-Fahm, históricamente fue parte del distrito de Jenin y tomada por Israel en 1948.
Israel considera que es su tierra el lugar donde nací.
Así me convertí en ciudadano del colonizador.
Cuando estaba en cuarto grado, fui a un programa de intercambio a una escuela de arte en Tel Aviv.
Recuerdo haberme preguntado por qué los niños de Tel Aviv tenían una escuela mucho mejor que la mía.
Me pregunté por qué se les permitió estudiar arte a ellos y no a mi.
Cuando tenía 18 años, me mudé a Jerusalén para estudiar trabajo social en la Universidad Hebrea.
Fue entonces cuando comencé a notar la disparidad entre israelíes y palestinos.
La población israelí es palestina en un 20%, pero el gobierno israelí nos mantiene fuera de los folletos de turismo.
Al estar expuesto a la segregación, me involucré con Grassroots Al-Quds.
Grassroots Al-Quds, donde trabajo, lleva turistas a los barrios palestinos de Jerusalén, donde las empresas necesitan dinero.
Contamos la historia palestina de Jerusalén a través de la historia, la política y el arte que no puedes encontrar en las giras israelíes.
El transporte público del gobierno ni siquiera entra en los barrios palestinos, por lo que hemos creado un mapa de los autobuses privados palestinos.
Los autobuses transportan personas de una zona palestina a otra.
El único transporte público que sirve donde viven los palestinos tiene dos paradas de las veintitres estaciones que hay de tren en Jerusalén.
La construcción de esas dos estaciones requirió una enorme cantidad de campañas por parte de las comunidades palestinas de la ciudad.
La mayoría de las personas que visitan Jerusalén no llegan a saber de la existencia palestina en la ciudad.
Es por eso que creamos una guía y una aplicación llamada Wujood que ilustra cómo las comunidades de Jerusalén y Palestina se han dividido. Además, cuenta sobre las más de 85 organizaciones locales que trabajan para mantener vivos esos lugares.
Grassroots Al-Quds también conecta los vecindarios palestinos para satisfacer las necesidades de las personas con lo que otros lugareños tienen para ofrecer.
Si el campo de refugiados de Qalandiya en Cisjordania necesita a alguien capacitado para trabajar con niños, podemos decir: «Ve con Mohamed. Es genial con los niños».
Ya no esperamos más donaciones extranjeras porque sabemos el conflicto que ellas enfrentan.
Organizaciones internacionales como la ONU no han hecho nada por nosotros.
Cuando Lubna, del centro de mujeres local, ofrece un recorrido por Grassroots Al-Quds de su vecindario ocupado, está participando en el auto-empoderamiento.
La comunidad cuenta su propia historia.
Ella lleva a la gente a través de los puestos de control para que los turistas puedan ver, aunque sólo sea por un momento, a través de los ojos de los palestinos.
La necesidad más importante de Jerusalén es una infraestructura más sólida.
No existe un plan maestro para las áreas de Jerusalén de mayoría palestina, por lo que obtener permisos de construcción es increíblemente difícil.
Tenemos que trabajar con lo que tenemos.
El movimiento es muy restringido para muchas personas aquí.
Los palestinos de Cisjordania no pueden acceder a Jerusalén.
Los palestinos-jerosolimitanos que tienen un estatus de residencia permanente no pueden salir de la ciudad por períodos prolongados, como estudiar, porque su puesto podría ser revocado.
La policía visitará esporádicamente sus hogares y exigirá ver un comprobante de domicilio, como una factura de electricidad.
Si los palestinos no pueden producirlo, las autoridades pueden desalojarlos.
Desde 1967, 15.000 palestinos-jerosolimitanos fueron despojados de su estatus de residencia.
Estas son las condiciones que los palestinos en Jerusalén tienen que soportar todos los días.