fbpx

La primera mujer conocida en Argentina en hacer caminata peligrosa a los 54 años

A veces, el peligro acecha a la vuelta de la esquina. Durante uno de esos incidentes, me aferré a unas piedras. Debajo de mí había un gran vacío. Gracias a Dios, no era la última persona de la fila. Alejandro vino detrás de mí y me agarró la mano. «Tienes que levantar la izquierda», me dijo. El peso de mi mochila me tiró hacia abajo. No tenía fuerzas.

  • 2 años ago
  • agosto 20, 2022
4 min read
Alejandro, Ignacio, Sebastián, and Nancy on the first day of the crossing from Punta de Vacas to Tunuyan Alejandro, Ignacio, Sebastián, and Nancy on the first day of the crossing from Punta de Vacas to Tunuyan | Photo courtesy of Nancy Giovagnola
Nancy Giovagnola
Subject Information
Nancy Giovagnola, 55, of Santa Rose de Calamuchcita, Argentina, achieved an amazing athletic feat after having never engaged in sports until late in life. At 47, she moved from Lincoln, a province in Buenos Aires, to Santa Rosa de Calamuchita where she started training in sports. She began with swimming, moved on to running, and finally opted to buy a bike so she could cross-train and work different muscles. At the age of 54, with a group of three men, she became the first known woman to make the crossing from Punta de Vacas to Tunuyán. They were the first group to do it in 40 years.
Background Information
Because the pass between Punta de Vacas and Tunuyán is not a marked or known trail, little history or documentation on it exists. The author communicated with different companies to verify Nancy is the only known woman to make the journey, highlighted by «Only mountains.» Other companies in the region confirmed «not knowing of any women who have carried out this activity,» and in the company’s publications, Nancy is recognized as a well-known hiker.

SANTA ROSA DE CALAMUCHITA, Argentina ꟷ Como ama de casa, madre de cuatro niños y comerciante, nunca hice deporte. Luego, a los 54 años, me convertí en la primera mujer conocida en hacer la peligrosa caminata desde Punta de Vacas hasta Tunuyán.

Empecé a entrenar a los 47 años para la travesía, que no se había logrado en 40 años. Junto con mi entrenador Alejandro, me preparé para los senderos no marcados y para una oportunidad única en la vida. Mi logro me sorprendió.

Excursionista se aferra a las rocas para evitar una peligrosa caída

Siempre soñé con vivir en las montañas y, a finales de los cuarenta, decidí mudarme de Lincoln, en la provincia de Buenos Aires, a Santa Rosa de Calamuchita. Mi pasión por la naturaleza me hizo sentir algo: que tenemos un lugar en este planeta. Siempre quise cruzar un lago a nado, así que empecé a entrenar. Allí encontré a un colega que me animó a entrenar para competir, y me compré una bicicleta.

Nancy y sus compañeros fotografiaron un mapa que marcaba su viaje, ya que nadie lo había hecho en 40 años | Foto cortesía de Nancy Giovagnola

A través del entrenamiento cruzado, surgió la oportunidad de una gran aventura. Cuando acepté entrenar para la travesía de Punta de Vacas a Tunuyán, inocentemente subestimé la tarea. No podía imaginar lo complicado que sería, pero mi falta de conocimientos de montañismo no me detuvo.

Cada día del viaje nos enfrentamos a retos difíciles. Un día subimos a Portezuelo. Nos quedamos sin agua desde las tres de la tarde hasta las diez de la mañana del día siguiente. A las diez y media encontramos agua para hacer el desayuno. No habíamos comido desde el día anterior. El hambre quedó eclipsada por la indescriptible sed. Sin embargo, la constante descarga de adrenalina te conmueve. No se detiene el cuerpo ni la mente. Las sensaciones que sientes y las maravillas que ves parecen inmensas.

A veces, el peligro acecha a la vuelta de la esquina. Recuerdo caídas feas y peligrosas. En una de ellas, me agarré a unas piedras. Debajo mío había un gran vacío. Gracias a Dios, no era la última persona de la fila. Alejandro vino detrás de mí y me agarró la mano. «Tenés que levantar la izquierda», me dijo. Estar colgada ya era un reto, pero el peso de mi mochila me tiraba hacia abajo. No tenía fuerzas.

«Dejame descansar un minuto y haré el esfuerzo», respondí. Me quedé allí, agarrada a las rocas, pidiéndole a Dios que me diera fuerzas para mover mis piernas. Lo hice y me puse a salvo. Fue un momento muy emocionante para mí.

La belleza mezclada con la desesperación lleva a la línea de meta

El entorno parecía a menudo hostil. Caminando por un sendero sin señalizar, cualquier paso en falso podía hacerte resbalar y provocar una desgracia. Sin embargo, otros momentos me dejaron asombrado, como la inmensidad de las cascadas y el mágico sonido que producían.

La naturaleza, en cada esquina, invadía mi cuerpo. Las flores y los olores no se parecen a nada que se pueda encontrar en otro lugar del mundo. Aun así, el viaje me desafió. El camino se volvió frustrante a veces.

El cansancio y la deshidratación parecían a veces fatales. Por la noche, el frío aumentaba tanto que sólo nos quitábamos las botas, durmiendo con toda la ropa y las chaquetas puestas.

En los últimos días del viaje, sentí una increíble frustración y desesperación. Aunque veíamos el final a la vista, llegar a él resultaba difícil. El tiempo parecía más largo. Empecé a hacer todo tipo de concesiones con el cielo.

Sin embargo, yo lo logré. Perdí tres kilos y medio (casi ocho libras) en ocho días, pero lo hice. Completé una caminata que no se había hecho en 40 años. Sin ser escaladora ni haber hecho nunca deporte, me convertí en la primera mujer conocida en conseguirlo.

Para ver más historias deportivas inspiradoras de Orato, haga clic aquí.

Da voz a otros para que cuenten su verdad

Ayuda a los periodistas de Orato a escribir noticias en primera persona. Apoya la verdad

Descargo de responsabilidad de traducción

Las traducciones proporcionadas por Orato World Media tienen como objetivo que el documento final traducido sea comprensible en el idioma final. Aunque hacemos todo lo posible para garantizar que nuestras traducciones sean precisas, no podemos garantizar que la traducción esté libre de errores.

Relacionado