Al desembarcar el encuentro fue inminente y allí estábamos los dos abrazándonos muy emocionados, sintiendo que el tiempo no había pasado y que por un momento ese abrazo podría haber sido en el patio o en la puerta de nuestra casa en Rosario.
BALTIMORE, Estados Unidos – Pasé cinco meses inolvidables navegando por el mundo. Como infante de marina argentino a bordo de la Fragata Libertad, completamos un viaje de instrucción a 11 puertos de América y Europa.
Durante uno de esos viajes, nuestro buque de guerra atracó en Baltimore (Maryland), donde me reencontré con mi hermana. En Irlanda y México, nos encontramos con celebraciones increíbles, desfilando por las calles.
Habían pasado dos años y medio desde que vi a mi hermana Victoria, distanciada por la pandemia y las restricciones de COVID-19. Llegué al puerto de Baltimore (Maryland) el 8 de julio, ansioso por conocer un nuevo país.
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Fue el 8 de julio y recuerdo el momento en que llegábamos ansiosos de conocer un nuevo país y en lugar de encontrarme con las actividades ceremoniales y protocolares me recibió ella con una pequeña bandera Argentina, junto al resto de argentinos residentes que nos esperaban en ese amarradero.
Al desembarcar el encuentro fue inminente y allí estábamos los dos abrazándonos muy emocionados, sintiendo que el tiempo no había pasado y que por un momento ese abrazo podría haber sido en el patio o en la puerta de nuestra casa en Rosario.
Esa semana la compartí con mi hermana y su esposo, a quien conocí ese mismo día. Fuimos juntos a un evento con platos tradicionales argentinos y un show de tango que logró conmovernos y detenerme a pensar en lo mágico de recorrer el mundo. La música logró emocionarme y los sabores y aromas me llevaron imaginariamente a nuestros orígenes.
En Dublin, Irlanda, la gente nos recibió con gran calidez. Desde el arribo fuimos tratados con mucho amor y no pude evitar sonreir e ilusionarme al conocer Foxford, en el Condado de Mayo, poblado del Almirante Guillermo Brown, nuestro maximo héroe naval argentino.
La comunidad nos recibió con su banda, sus autoridades y organizaciones Brownianas con las que realizamos un pequeño desfile en sus calles. Los sonidos instrumentales, la elegancia de la formación, el amor de la gente y los colores de las banderas lograron conmoverme.
Fue muy emocionante caminar con la formación, al ritmo de vientos, tambores, bombos y platillos en cuanto lugar del mundo nos recibieron. Me sentí honrado, orgulloso y seguí mi marcha en una parada inolvidable con amistad y camaradería en el viejo continente.
En Veracruz, México, experimenté una experiencia única cuando participamos de un evento donde las fragatas de las Armadas de diferentes países, concuerdan puertos en común alrededor de Latinoamérica. Ese día vi barcos de guerra de México, Colombia, Uruguay, Brasil y Argentina.
Miles de personas acudieron a ver los barcos que dan la vuelta al mundo y a conocer a los marineros que los tripulan. Se convirtió en un gran acontecimiento cultural y turístico para México. Abundaban los colores y las expresiones culturales mientras respiraba el aire salado del océano. Fue como un sueño conocer a gente de tantos orígenes y patrias.
Una vez más, desfilamos por la calle principal de Veracruz, ataviados con mi uniforme de topman. La admiración del público crecía a nuestro alrededor. Los espectadores aplaudían, otros nos felicitaban y nos pedían fotos.
México nos abrazó con la calidez de su gente, su cultura y comida únicas, y las hermosas ceremonias que tuvieron lugar. Mi viaje a 11 puertos de todo el mundo resultó fascinante. Hay una alegría única en visitar tierras extranjeras y conocer a su gente.