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Inmigrantes de todo el mundo conviven en Spin Time Labs en Roma. El teatro «Women Crossing» presenta historias reales de inmigrantes.

La primera vez que ingresé a Spin Time quedé muy sorprendida. [the abandoned building] Hay un hall inmenso, y completamente vacío, con escaleras enormes a los costados. En los largos pasillos de cada piso, se despliegan tenders donde las familias cuelgan su ropa lavada para que se seque. Es una especie de vecindad cubierta.

  • 5 meses ago
  • junio 24, 2024
9 min read
notas del periodista
Protagonista
Alessandra Cutolo es una destacada directora teatral y cineasta centrada en proyectos de impacto social. A lo largo de su carrera, ha dirigido clases de teatro y representado obras en prisiones, llevando luz y esperanza a personas recluidas. En 2017, Cutolo fundó «Women Crossing», una compañía teatral de actrices nigerianas, surgida de su trabajo en la escuela Di Donato de Roma.
Contexto
Spin Time Labs, un antiguo edificio de oficinas del INPDAP en el barrio romano de San Giovanni, ha sido ocupado y reutilizado en parte por sus habitantes desde 2011 para crear espacios habitables. Roma se enfrenta a una emergencia habitacional en la que los ingresos de los trabajadores son cada vez más insuficientes para cubrir los gastos de alquiler o hipoteca, a pesar de la abundancia de viviendas. Esta crisis ha impulsado movimientos que defienden el derecho a la vivienda, y la autorrehabilitación de edificios en desuso se perfila como una estrategia clave. Spin Time Labs destaca entre estas ocupaciones, ya que responde a la urgente necesidad de vivienda e integra servicios para la comunidad, como una escuela popular, cine, talleres de teatro y mucho más. Spin Time Labs no sólo responde a la emergencia habitacional, sino que intenta integrarse ofreciendo servicios tanto al barrio como a los vecinos del edificio.

ROMA, Italia – Al caminar por las calles de Roma, observo la multiculturalidad que produce la inmigración Gente de todas partes del mundo se mueve por la ciudad, aunque no siempre conectan entre sí. Entre los discursos racistas que ganan espacio y las dificultades de personas que escaparon de condiciones de vida muy duras, a veces no queda lugar para la integración.

Como directora de cine y teatro, pongo el arte a disposición para lograr un acercamiento. Soy testigo de lo mucho que ayuda. Siempre tuve una perspectiva social de mi trabajo, y aprendí en distintos proyectos a trabajar con gente sin formación actoral. Hoy me dedico a trabajar con mujeres inmigrantes en situación precaria de vivienda en Roma, ayudándolas a compartir sus historias a través del teatro.

Lea más historias de inmigración en Orato World Media.

Una mirada a la inmigración: Como madres de la misma escuela, forjamos la confianza, permitiendo que surjan historias

En Nápoles, donde crecí y me desarrollé como profesional, monté obras de teatro protagonizadas por reclusos de prisiones. En ese lugar gris y triste, donde el encierro apaga los ánimos y anula las emociones, pudimos poner algo de luz. Sus rostros, habitualmente serios y opacos, se iluminaban con sonrisas ante los aplausos. Viajar a través de las historias modificaba, al menos durante un rato, la realidad de aquellas personas. Sus miradas, usualmente cabizbajas por el maltrato, se enaltecían ante los elogios. Los ojos, normalmente abatidos por el maltrato, se levantan con orgullo.

Llegué a Roma en 2013, en esta ciudad tuve a mi cuarto hijo. Cuando comenzó a ir a la escuela, en la puerta me encontré con madres de diferentes partes del mundo. Eran mujeres con facciones y tono de piel diferentes a los míos. Con una profundidad en sus ojos que denotaba que detrás pesaba una historia de lucha. En la horizontalidad de ser dos madres de la misma escuela, se forjó una confianza que permitió que afloraran esas historias. Escucharlas era desgarrador. Sus rostros se transformaban al relatar lo que tuvieron que pasar para llegar a Europa.

Violaciones, viajes en condiciones infrahumanas, ataques, golpes, y el deseo de una vida mejor como motor. A mí me conmovieron mucho estas historias. Y estoy convencida de que es importante hacer que se conozcan más en Italia, para contrarrestar los discursos de la política que dicen que nos van a invadir, que tenemos que devolver a esta gente a África. Un edificio en desuso, con la fachada vidriada y algunas letras de su marquesina ya caídas, se convirtió en su hogar.

El barrio está lleno de gente de todo el mundo. Desde afuera, con el enorme estacionamiento vacío y el alambrado perimetral vencido en algunos tramos, el lugar luce abandonado. Sin embargo, en su interior hay una vida intensa. Cientos de inmigrantes viven allí.

Spin Time Labs es un lugar mágico: cada puerta conduce a un nuevo ambiente

Cuando yo llegué a Roma, pude experimentar lo difícil que es conseguir un lugar donde vivir. Una y otra vez los propietarios me rechazaban, porque los contratos de mi actividad teatral son temporales y no permanentes. Tuve que recurrir a amigos para que sirvieran de garantes. Me pareció muy grave, era una señal de lo complicado que es el derecho a alquilar un departamento en Roma. Para las mujeres inmigrantes, esas dificultades son todavía mayores. Al ver su esfuerzo, supe de la importancia de organizarse en comunidad para afrontar las complejidades.

La primera vez que ingresé a Spin Time quedé muy sorprendida. [the abandoned building] Hay un hall inmenso, y completamente vacío, con escaleras enormes a los costados. En los largos pasillos de cada piso, se despliegan tenders donde las familias cuelgan su ropa lavada para que se seque. Es una especie de vecindad cubierta. Ante la falta de jardín o patio de juegos, los niños corren de un lado a otro, usan sus bicicletas y monopatines. Ellos inventan un universo paralelo adaptándose al entorno. Sonríen y se divierten, abstraídos de las dificultades que atraviesan sus madres.

En cierta manera, parece un lugar mágico, en el que cada puerta conduce a un entorno completamente distinto. Al abrir una puerta, uno de repente se encuentra en Etiopía. El olor a la comida local, la música típica de aquella zona, el sabor de su café y la decoración característica invaden todos los sentidos. Las madres etíopes, hospitalarias, ofrecen sus ritos a la hora de atender un invitado. Es como estar viajando sin haber salido de Roma.

Al cerrar esa puerta y alejarse unos metros, uno puede abrir otra y entrar, esta vez, a Nigeria. Más allá, el viaje imaginario es hacia Bangladesh; luego en otra habitación/hogar, uno está en el este de Italia. Yo había visitado antes todos esos países, y fue conmovedor ser testigo de la manera en la que estas mujeres se las arreglaban para reconstruir un pequeño mundo en cuatro paredes.

Sin embargo, no todo es idílico en el lugar. Hay muchos conflictos en el edificio.

Por empezar, como no es un lugar construido especialmente para que vivan personas, las habitaciones convertidas en hogares no tienen baño propio. Las familias comparten baños ubicados en los pasillos, y cada una debe encargarse de la limpieza una vez que termina de usarlo. Esto provoca algunos roces. Además, la multiculturalidad presenta desafíos. La gente del este, por ejemplo, se queja de que las personas de África hacen demasiado ruido. Dicen que los niños gritan demasiado e interrumpen su descanso. Es algo que ocurre en un edificio convencional, pero potenciado por las diferencias culturales.

Para evitar que los conflictos escalen, hay un comité a cargo de velar por el cumplimiento de las reglas de convivencia. Las familias, al acercarse a la sala donde el comité las atiende, bajan sus pulsaciones y acatan las decisiones que se tomen. La violencia está prohibida en cualquiera de sus formas. Si un hombre golpea a su mujer, inmediatamente es expulsado del lugar, sin segundas oportunidades. El desalojo dista mucho de ser una solución perfecta. Alejar al violento resuelve el riesgo de golpes, pero deja a la mujer sola, a cargo de la vivienda y sus hijos, con un solo ingreso.

Es duro tener que tomar la decisión de desalojar a alguien por indisciplina. Es un equilibrio difícil de mantener, uno observa enfrente a una persona sin demasiados recursos, cuya vida se complicará aún más sin un techo que la albergue. En general, cuando se toma una decisión así, no se observa enojo de su parte, sino sólo resignación.

Muchas de estas personas se acostumbraron a perder. Y esta es sólo otra derrota en su camino, tristemente. Cuando le propuse a un grupo de mujeres formar una compañía teatral y contar sus historias a través del arte, percibí en ellas entusiasmo. Sentirse escuchadas y valoradas puso sonrisas en sus rostros. Desde el punto de vista de la obra, estas personas, a quienes llamo actrices del alma, a veces transmiten de una forma más cruda y real el texto de la obra. El dolor de la persona detrás del personaje es tan grande que traspasa esa máscara y queda de manifiesto.

El teatro permite a las mujeres inmigrantes compartir lo que sufrieron con la comunidad italiana

El teatro no ocupa mucho espacio en sus vidas en lo cotidiano. Una vez por semana, me reúno con las mujeres que viven aquí para abordar nuestra tarea. Ellas no ganan lo suficiente, y llevan adelante trabajos de limpieza en casas de gente rica, en oficinas u hoteles. Después de llevar a sus hijos a la escuela y trabajar limpiando durante horas, cuando cae el sol llegan a mi encuentro. Caminan con el cuerpo cansado, y en sus rostros todavía están presentes las preocupaciones de la organización diaria.

El peso de la rutina y la dureza de una vida con escasos recursos es evidente en su forma de pararse y de andar. Pero en cuanto se sumergen en un momento de creación colectiva, todo su semblante cambia. Allí pareciera como si se equilibraran todas las dificultades que afrontan y quedara algo de espacio para el placer y la autorrealización.

El teatro «Mujeres cruzando» presenta a mujeres inmigrantes en Roma. | Foto cortesía de Alessandra Cutolo

Las primeras veces que transitan el texto de la obra, siempre basado en sus propias historias, es difícil. El dolor por un evento traumático, como observar a gente ahogándose al viajar en una embarcación precaria hacia Europa, dejó cicatrices en sus almas. Contarlo no es una tarea sencilla para ellas. Se quiebran y lloran desconsoladamente, la garganta se les cierra, y deben detenerse un par de veces antes de poder finalizar.

Por eso mismo, las funciones iniciales de cada espectáculo tienen una potencia impresionante. Es muy fuerte sentir en cada palabra, en el tono, en los gestos, la violencia de lo vivido. A medida que las funciones transcurren, esa experiencia es elaborada por las mujeres, la dificultad comienza a desvanecerse. Y el texto pasa a ser una historia más. Deja de ser un trauma. Aunque eso resiente el espectáculo, es precisamente lo que buscamos que suceda, porque es lo mejor para ellas. En cuanto la historia ya no duele y la obra pierde fuerza, cambiamos y abordamos otra.

Al finalizar las funciones, cuando la gente aplaude, observo a estas mujeres con la frente en alto, una sonrisa cubriéndoles la cara de lado a lado. Sus ojos brillan por la emoción y el pecho se infla de orgullo. El proceso doloroso de enfrentar sus propias historias para desarrollar un espectáculo vale la pena al ver esa escena. El arte les permite elaborar sus propias historias, ser reconocidas, y difundir a la comunidad italiana lo que tuvieron que pasar para llegar hasta aquí. Eso hace que también sean más valoradas y menos discriminadas por la sociedad. O eso deseamos. Luego, su vida sigue, las dificultades se mantienen, pero ellas pueden transitarlas con una poderosa herramienta nueva en sus manos.

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