En las mañanas nos acompañaban las golondrinas y los sonidos eran mágicos, sentíamos que estábamos poniéndole texturas y colores a un cambio en la imagen de la ciudad.
ROSARIO, Argentina – El lugar estaba abandonado. Era casi un basural, había olores, pastos altos y las paredes estaban sin pintar. Me convocaron para hacer arte y mi inspiración fue el olor a barrio, el amor de sus vecinos y amigos que pedían a gritos que el lugar de origen de Leo Messi necesitaba un mural sobre él, en el campito en el que pateó sus primeras pelotas.
Se venía su casamiento y volvería a Rosario, junto a sus amigos a mostrarles sus orígenes y nos adentramos en él. Junto a mi compañera Marlene Zuriaga, combinamos colores y pasiones y allí comenzó el camino. Nació una movida de murales en el barrio para decorarlo en honor a Lionel.
La gente se enganchó con la pintada y uno se va haciendo más del barrio a medida que trabaja en él, logrando amistades.
[El dúo pintó una serie de murales en Rosario: frente a la escuela de Messi, en la casa de su infancia, en el campo donde jugaba al fútbol de niño y en un edificio de apartamentos a orillas del río. Messi ha atraído a decenas de miles de aficionados a la Copa del Mundo de 2022 en Qatar, aficionados de todo el mundo. Algunos le llaman dios del fútbol].
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Frente a una plaza y en una pared de cuatro pisos de alto llegó el primer gran desafío, justo enfrente de la escuela en la que Leo hizo sus primeros años de educación.
Entre sonidos de patio de colegio, gritos de niños, timbres que alertaban los cambios de hora y sobre todo un particular olor a barrio, mezclado con el orgullo de lucir un retrato de su ídolo, logramos pintar el primer gran mural en honor al diez de la selección.
Un día agarré mi teléfono y tenía un mensaje para asumir un nuevo desafío en un gran edificio a orillas del Rio Paraná, en el lugar más emblemático de Rosario. Pintaríamos a Leo Messi en un mural de 70 metros de alto.
El proceso fue inolvidable. Trabajamos en altura, con el viento acariciándonos a toda hora, con el río proponiendo el paisaje ideal y la ciudad de fondo, con nosotros como testigo buscando inspiración.
La altura en la trabajamos ganaba cercanía con el cielo. Decíamos una y otra vez que estábamos pintando la antesala del cielo y todo se profundizaba con los sonidos y olores que nos remitían a colores y a los distintos paisajes de lo que va y viene en una ciudad que allá arriba se vivía en pausa, a nuestro ritmo, potenciando los sentidos.
En las mañanas nos acompañaban las golondrinas y los sonidos eran mágicos, sentíamos que estábamos poniéndole texturas y colores a un cambio en la imagen de la ciudad. Nos abrazaba el Rio Paraná en cada atardecer, sentíamos que la corriente estaba ahí, que la profundidad de las aguas era cercana.
Los fanáticos y la gente que admira a Leo viene a ver los murales y te dan distintos síntomas. Algunos quedan impactados, otros dicen cosas maravillosas y muchos eligen capturar fotos o videos. La gente que viene es de todo tipo de lugares, de barrio, de ciudad, de poblaciones alejadas y sobre todo viene gente de todo el mundo.