Las escenas que se desplegaron ante mis ojos fueron poco menos que espeluznantes. Las comunidades habían quedado reducidas a escombros. Casas antaño llenas de vida yacen ahora derribadas, y sus antiguos habitantes luchan por salvar lo que pueden. El dolor por la pérdida de seres queridos durante la catástrofe agravó su agonía. Al experimentar estas realidades de primera mano, salí de mi burbuja de seguridad en la vida y me enfrenté a las duras verdades de mi país.
SAN SALVADOR, El Salvador – Tras el paso de la tormenta tropical Ida, me uní a un grupo de voluntarios de TECHO para adentrarnos en comunidades costeras destrozadas. La devastación era abrumadora: casas reducidas a escombros, familias salvando desesperadamente lo que quedaba y el peso de la pérdida de seres queridos palpable en el aire.
Impactado por esta experiencia, me embarqué en una misión con dos amigos para diseñar un dispositivo revolucionario que funcionara a la perfección en una red mallada. Proporcionaba conexiones vitales incluso en las zonas más remotas. Este empeño desencadenó años de satisfactorio trabajo en desarrollo comunitario, donde fui testigo directo del poder transformador de la tecnología para mejorar vidas y fomentar la conectividad.
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Ahora me encuentro en una posición que nunca imaginé, como Director Ejecutivo de Appropedia. Este papel me permite continuar mi pasión por la tecnología y la innovación, canalizando mis experiencias y conocimientos.
While studying industrial engineering, I sensed a disconnect between my studies and my true aspirations. Pasé por una fase angustiosa dominada por la ansiedad durante meses. Al darme cuenta de que abandonar no era una opción, decidí terminar la carrera mientras encontraba la forma de seguir el camino que quería tomar.
Durante mi último año en la universidad, al embarcarme en mi proyecto de tesis, me puse en contacto con Un Techo Para Mi País para recabar la investigación y la información necesarias. Inesperadamente, el Director Ejecutivo me puso una simple condición: «Debes hacerte voluntario». Este requisito aparentemente insignificante resultó ser un momento transformador que alteró el curso de mi vida.
En mi primer día como voluntario, el sol era abrasador. Tuve que empuñar un martillo y aprendí a instalar tejados. Me costó acostumbrarme al exigente trabajo físico, que al final del día me dejaba exhausto y empapado en sudor. Sin embargo, la experiencia resultó muy gratificante.
Durante ese tiempo, el impacto devastador de las catástrofes naturales me asombró. Un día, trabajamos incansablemente para construir nuevas casas, sólo para ver nuestros progresos frustrados por las fuertes tormentas siguientes.
Saber que las familias sufrían esperando la finalización de sus viviendas pesaba mucho en mi corazón. Se despertó en mí el sentimiento del deber de volver y dar lo mejor de mí como voluntario. Llegué a comprender realmente la vulnerabilidad tanto de los hogares como de las familias frente a la naturaleza.
El mismo año que emprendí mi viaje como voluntario, la tormenta tropical Ida asoló nuestra costa. Los aguaceros incesantes y las condiciones similares a las del monzón me dejaron atrapado, incapaz de aventurarme fuera. Parecía totalmente irreal. En cuatro horas cayó el equivalente a dos meses de lluvia, lo que me mantuvo en un estado de preocupación constante.
Al ser testigos de los estragos causados por la tormenta, muchos voluntarios de TECHO formaron grupos y se aventuraron en las comunidades costeras para ofrecer ayuda. Las escenas que se desplegaron ante mis ojos fueron poco menos que espeluznantes. Las comunidades habían quedado reducidas a escombros. Casas antaño llenas de vida yacen ahora derribadas, y sus antiguos habitantes luchan por salvar lo que pueden. El dolor por la pérdida de seres queridos durante la catástrofe agravó su agonía. Al experimentar estas realidades de primera mano, salí de mi burbuja de seguridad en la vida y me enfrenté a las duras verdades de mi país.
Conmovido por mi angustioso encuentro con las catástrofes naturales, renuncié a cualquier intento de buscar un trabajo de ingeniero y en su lugar me uní a Hábitat para la Humanidad, trabajando en estrecha colaboración con otros voluntarios. Este camino me llevó a servir a la organización sin ánimo de lucro durante ocho años, dedicando mi vida a marcar la diferencia para quienes necesitan un hogar.
A medida que el Open Hardware Movement ganaba adeptos, me enteré de un concurso para crear un dispositivo de emergencia capaz de ayudar a la gente en las primeras 72 horas críticas de una catástrofe. Intrigado por el concepto, me acerqué a dos amigos y les propuse participar.
Para mi alegría, ambos amigos aceptaron de inmediato, y nuestra empresa colectiva comenzó. Un amigo era experto en electrónica, mientras que el otro se especializaba en arquitectura social. En cuanto a mí, me encargué del aspecto del diseño. Pusimos en común nuestras habilidades para crear un dispositivo sencillo que facilitara la comunicación entre los habitantes del pueblo durante las emergencias.
Nuestro dispositivo funcionaba perfectamente en una red mallada, eliminando la dependencia de las señales telefónicas y permitiendo establecer conexiones críticas incluso en las zonas más remotas. Esta revolucionaria innovación posee el poder de salvar vidas al facilitar reacciones rápidas y alertas de emergencia. Lo que lo hizo realmente extraordinario fue la cuidadosa inclusión de opciones de color -rojo, verde, amarillo y blanco- para atender a las personas con dificultades para leer. Estas vibrantes tonalidades servían de indicadores visuales, comunicando eficazmente la urgencia o la seguridad de sus circunstancias.
Aunque no ganamos el concurso, conseguimos una subvención de FRIDA en Uruguay. Este inestimable apoyo nos permitió implantar y ampliar nuestra invención en la comunidad de Getsemani, trabajando en colaboración con Hábitat para la Humanidad.
A continuación, mi equipo y yo organizamos talleres con los habitantes de las comunidades para conocer su opinión y sus primeras reacciones ante las catástrofes. Queríamos saber cómo se comunicaban con los demás.
A través de una serie de fotografías que invitaban a la reflexión, en las que aparecían comunidades inundadas y personas sorteando la crecida de las aguas, animamos a los participantes a identificar los niveles de urgencia utilizando marcadores de colores. Sorprendentemente, la mayoría marcó todo como «ROJO». Esto nos llevó a reconocer que, aunque no todas las situaciones pueden considerarse una emergencia, todas las circunstancias resultaban importantes para la población y requerían atención inmediata.
En consecuencia, diseñamos diversos enfoques para realizar evaluaciones comunitarias. Presenciar el profundo compromiso y el nuevo optimismo en los ojos de la gente al descubrir soluciones alternativas para futuros desastres fue inmensamente gratificante.
Cuando terminó el proyecto piloto, sintetizamos nuestros conocimientos a partir del trabajo comunitario y los dispositivos. Creamos juegos de cartas para talleres destinados a educar y fomentar un sistema de respuesta más eficaz en las comunidades. Trabajamos con Public Lab, con resultados notables.
Eventually, we shared a heartfelt lunch with members of the communities we assisted. Expresaron su auténtica gratitud por la diferencia tangible que nuestros esfuerzos supusieron en sus vidas. Abrumado por la alegría, se me llenaron los ojos de lágrimas y el corazón se me llenó de orgullo. Este viaje abarcaba muchas cosas que me apasionaban: la innovación, el voluntariado, la tecnología y el desarrollo comunitario.
En un golpe de pura coincidencia, en 2019, conocí a Andrew Lamb, que compartía mi misma pasión. Yo no sabía que era miembro del Consejo de Administración de Appropedia. [Appropedia es un sitio web basado en wikis que contiene contenidos relacionados con la pobreza, la sostenibilidad y el desarrollo internacional].
Hablamos por teléfono para explorar la posibilidad de colaborar en un proyecto, y cada vez me cautivaban más nuestros intereses comunes en tecnología y desarrollo. Durante nuestra conversación, compartí algunos de mis trabajos y noté un profundo cambio en su voz. Su tono se volvió serio al preguntarme por los progresos que había hecho en la ejecución de esas ideas. Confesé que aún estaban en fase experimental.
Sin perder un segundo, me invitó a asistir a un acto en Polonia, y acepté encantado. Antes de despedirnos, me preguntó si había algo más que pudiera hacer por mí. Le respondí: «Estoy abierto a nuevas oportunidades». Me aseguró que pensaría en algo.
Apenas dos días después, recibí un correo electrónico en el que se me ofrecía la increíble oportunidad de convertirme en el Director Ejecutivo de Appropedia. Al principio, sentí una mezcla de emoción y preocupación. En aquel momento apreciaba profundamente mi trabajo, que me permitía satisfacer mi pasión por el voluntariado. Sin embargo, sentí un deseo de algo más.
Después de pensarlo mucho, Andrew voló a El Salvador para reunirse conmigo. Su enfoque me impresionó. Andrew demostró una comprensión genuina de los retos a los que se enfrentan personas como yo, que siguen trayectorias profesionales poco convencionales en el ámbito de la tecnología y la innovación, especialmente en América Latina. No sólo comprendió mi punto de vista, sino que me prestó un apoyo inquebrantable a lo largo de nuestras conversaciones. Se hizo evidente que sus intenciones eran sinceras y que estaba realmente interesado en tener un impacto positivo.
Recuerdo perfectamente que nos sentamos juntos en un restaurante cerca de la capital, rodeados por la vista panorámica de un volcán, cuando me ofreció oficialmente el puesto. En ese momento de emoción, me esforcé por mantener la compostura. Con una sensación de paz en el corazón, acepté la oferta.
Desde entonces, mi viaje con Appropedia ha estado lleno de maravillosas sorpresas. Me produce una inmensa alegría saber que personas de todo el mundo consideran nuestra plataforma un recurso valioso. Aunque mi tiempo sobre el terreno se ha interrumpido temporalmente, creo firmemente que el trabajo que estoy haciendo ahora es igualmente significativo. Me permite arrojar luz sobre numerosos proyectos que darán forma al futuro.