Me atraen por naturaleza las profundidades y los misterios que encierran. Siempre que me sumerjo en el agua, me siento atraído por las rayas que nadan bajo mis pies.
CANARIAS, España – Mientras me sumerjo en las profundidades del océano, el sonido de los latidos de mi propio corazón llena mis oídos. La presión del agua se intensifica y mis pulmones necesitan aire, pero no tengo miedo. Soy un buceador libre, y éste es mi lugar. Nací en un pueblo costero del norte de Barcelona, y desde niño he tenido una conexión natural con el agua.
Mi pasión por el océano me llevó a convertirme en atleta de apnea sin límite, una disciplina en la que suspendo voluntariamente la respiración para explorar el mundo submarino sin tanques de oxígeno ni ninguna otra ayuda. En 2008, descendí 122 metros sin equipo de buceo, un reto que requiere no sólo descender hasta cierto punto, sino también ser capaz de volver a subir por mí mismo sin ayuda.
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Me atraen por naturaleza las profundidades y los misterios que encierran. Siempre que me sumerjo en el agua, me siento atraído por las rayas que nadan debajo de mí. Para mí, no se trata sólo de descubrir cosas nuevas a grandes profundidades, sino también de explorar todo lo que el océano puede ofrecer a cualquier nivel, sobre todo si hay vida marina de por medio.
Desde niño, sentía fascinación por los animales marinos y contenía la respiración con juegos como la pesca o la búsqueda de monedas en el fondo del agua. Más tarde, me atrajo la pesca submarina y descubrí la apnea como deporte para perfeccionar mis habilidades inconscientes. Cuando crecí y me convertí en adolescente, mi pasión por el submarinismo y la pesca submarina me llevó por un nuevo camino, y en 2008 me convertí en atleta de apnea sin límite de apnea.
Me sentí atraído hacia la apnea por su aspecto deportivo de ir lo más profundo posible y la sensación terapéutica de descargar la tensión, el estrés y el ruido de la sociedad. Para mí, la apnea es una combinación de cuerpo-mente-naturaleza que me atrajo y me llevó a dedicarle mi vida.
La apnea requiere técnicas adecuadas de respiración, relajación y equilibrio auditivo, que son cruciales para adaptarse fisiológica y mentalmente. Los aspectos técnicos y mentales de la apnea pesan más en la progresión, pero el aspecto físico es clave en la competición. Para mí, la apnea es una válvula de escape y una forma de descargar el estrés. Es un juego técnico y una meditación subacuática que me permite viajar ingrávido como si estuviera en el espacio, libre de las limitaciones de la gravedad.
Cuando practico apnea sin límite, lo hago sin máscara y con los ojos cerrados, centrándome en los aspectos técnicos del consumo, la relajación y la concentración. Esta actividad me permite investigar los aspectos más mentales y emocionales de mí mismo.
La combinación de cuerpo y mente en un estado natural, como el mar, induce a una relajación que pocas actividades en tierra pueden conseguir. En tierra, la gravedad y el sentido de la vista pueden distorsionar el resto de los sentidos. La apnea sigue siendo un deporte introspectivo que implica un trabajo mental, lo que me permite conocerme mejor. También me da confianza para hacer algo que no creía poder hacer. Contener la respiración durante dos, tres y cuatro minutos reconforta a todos los niveles. Aunque no parezca una actividad agradable, me conecta con mi yo más animal, y es más natural de lo que la gente cree.
Afortunadamente, los accidentes en apnea son casi inexistentes, al menos los que provocan la muerte. Aunque el síncope [pérdida de conciencia durante un breve periodo de tiempo] es relativamente frecuente en la apnea de competición, rara vez es mortal. Tengo una inmensa confianza en mis capacidades y siempre procuro garantizar mi seguridad y la de mi equipo.
En mi carrera deportiva, he sufrido cuatro desmayos en otros tantos descensos. Aunque puedan parecer muchos, no son infrecuentes debido a condiciones como las corrientes, los factores atmosféricos y las emociones que pueden afectar a la eficacia del consumo de oxígeno. A veces la línea que separa el éxito del fracaso es delgada y pueden producirse errores, pero para eso existen los protocolos de seguridad. Mi capacidad pulmonar es de unos 10 litros, el doble que la de una persona normal, con 4,6 litros.
Cuando estoy en la línea para el descenso, estoy completamente concentrado en el ejercicio técnico que tengo por delante. Antes de descender, respiro profunda y diafragmáticamente, cerrando la epiglotis para inspirar más aire. Mantengo esa posición durante unos segundos, luego suelto y repito. Los primeros 15 metros del descenso requieren un mayor consumo de oxígeno debido al potente aleteo, pero después mi capacidad pulmonar disminuye y reduzco la velocidad para conservar el oxígeno.
Cuando alcanzo los 30 metros, mi cuerpo decae debido a la flotabilidad y me encuentro en un estado de letargo. Es entonces cuando intento estar lo más relajado posible y conservar energía. La sensación de que el ritmo cardíaco desciende es increíble, y trato de permanecer lo más quieto posible, concentrándome en igualar la presión y relajándome para evitar movimientos musculares innecesarios.
Una vez alcanzada la profundidad máxima, las dudas pueden asaltarme mentalmente, pero utilizo mi entrenamiento para racionalizar la situación e iniciar el ascenso. Esta es la parte más exigente físicamente de la inmersión, y mi consumo aumenta a medida que tiro del cabo y aleteo para ascender.
Al contener la respiración, mis músculos empiezan a arder y debo mantener la concentración para evitar los pensamientos negativos. Esto significa tirar de la cuerda con o sin aletas y llevar mi cuerpo al límite.
Cuando salgo del agua, miro al juez, hago una señal de » OK » y digo » estoy bien » para que la marca cuente. Sonrío pensando que he confiado únicamente en mi propia fuerza para impulsarme. Descendí hasta 122 metros sin equipo de buceo, lo que, según las normas de apnea, exige no sólo descender hasta cierto punto, sino también ser capaz de volver a subir por mí mismo sin ayuda.
Durante mis 20 años de apnea por todo el mundo, he tenido el privilegio de conectar con innumerables animales marinos, como ballenas, delfines, tiburones, mantarrayas y tortugas. Estas interacciones son las experiencias más intensas de la apnea recreativa. Cuando me encuentro con un tiburón, experimento sensaciones fuertes.
El tiburón actúa por instinto y no parece haber nada detrás de sus ojos. Sin embargo, nadar junto a un delfín, una foca, un león marino o una ballena es totalmente distinto. Te mira, te analiza y te ecolocaliza. El animal te observa del mismo modo que tú le observas a él. Se siente como una interacción con alguien de tu propia especie.
La mayoría de la gente pensaría que la apnea es una actividad dolorosa en la que prevalece el miedo, y de hecho hay momentos de miedo, pero los supero con entrenamiento. Es un proceso de construcción, de corrección de errores y de refuerzo positivo de cada paso que doy en esta actividad.
Pretendo poner en perspectiva la dificultad de descender a tanta profundidad, no por medios tecnológicos, sino por la autopropulsión de nuestros cuerpos. Mi lema es que sólo 12 personas han pisado la Luna en toda la historia de la humanidad, y sólo un puñado de nosotros ha descendido a 120 metros. Sin embargo, en el agua somos ingrávidos, y la sensación de estar en el espacio se puede sentir a 10 metros de profundidad, donde puedes moverte en tres direcciones sin experimentar tu peso. Los humanos nos hemos dedicado a ir al espacio para sentir esa ingravidez, que es uno de nuestros sueños, pero esa misma sensación se puede conseguir mediante la apnea.
Hoy dirijo tres escuelas de apnea en Canarias, Tenerife y Egipto y me he convertido en uno de los mejores en esta actividad. Durante la apnea, puedo permanecer inmóvil sin respirar durante ocho minutos y medio. Sin embargo, la apnea requiere una preparación adecuada y mucha experiencia, y aun así, las cosas pueden salir mal.
Para mí, los mejores lugares para practicar la apnea son los que ofrecen una combinación de seguridad, aguas cálidas, buena visibilidad y mínimas corrientes o termoclinas. Lugares como las Islas Canarias, el Mar Rojo, el Caribe y el Sudeste Asiático ofrecen condiciones ideales para este deporte. Sin embargo, es importante señalar que la apnea puede practicarse en cualquier condición e incluso en piscinas.
Lamentablemente, en los últimos años, una de las cosas que más me han sorprendido es la cantidad de basura que he visto en el mar. Como alguien que vive del mar, es desgarrador ser testigo de la degradación causada por la actividad humana a lo largo de los años.
Todas las fotos son cortesía del Equipo Miguel Lozano.