Desperté estando debajo del agua, yo intentaba mover mis brazos lentamente para poder salir a flote pero no lo conseguía. En cierto momento trague tanta agua que volví a desmayarme.
SAN LUIS, Argentina – Después de mi accidente, el mundo se me cerró. Todo cambió para siempre. A través del tiro con arco, encontré una comunidad y un sentido de propósito. A los 18 años, fui a nadar con mi familia. Me bajó la presión y me caí al agua. [El impacto contra un banco de arena me rompió la sexta vértebra de la columna cervical y quedé cuadripléjica]. Con el tiempo, recuperé la movilidad de los brazos. Hoy soy campeona panamericana de tiro con arco.
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Mi accidente fue hace trece años, yo tenía 18 años en ese entonces, había terminado el secundario y estaba a punto de irme a San Juan, provincia argentina, a estudiar arquitectura. El último fin de semana que pasaría en San Luis con mi familia decidimos ir a un río que solíamos visitar con mis diez hermanos.
Una de mis hermanas quería tirarse de clavado al río, al igual que lo estaba haciendo yo. Decidí mostrarle cómo era la posición correcta y ayudarla cuando me bajó la presión y caí “dormida” al agua, a un banco de arena.
Desperté estando debajo del agua, yo intentaba mover mis brazos lentamente para poder salir a flote pero no lo conseguía. En cierto momento trague tanta agua que volví a desmayarme, fue en ese momento cuando mi familia consiguió sacarme y llevarme hacia el hospital. Al mismo tiempo mi madre comenzó a sentirse muy mal y, dado que ella estaba embarazada, la placenta se desprendió y acabamos las tres internadas en el mismo hospital.
Una vez que el doctor se me acerco toco la medula y aviso a mi familia que mi estado era cuadriplejia. ¿En qué se convertiría mi vida? ¿Qué podría hacer?
Desde allí fui a hacer rehabilitación a la provincia de Mendoza donde estuve internada por seis meses. Logre recuperar mi brazo derecho e izquierdo
Pasado un año comencé, nuevamente, rehabilitación y al siguiente caí en una gran depresión: no quise volver a salir de casa, trataba de ir a la facultad pero era muy difícil, dado que no teníamos ningún tipo de movilidad y debíamos pagar, por otro lado, mi condición hacia que la gente deba alzarme y cargarme, lo cual no me gustaba. Decidí quedarme en casa, no quería tener ningún tipo de contacto con nadie.
Dependía de los demás para que me llevaran a los lugares y me levantaran, me sentía frustrada e inútil. Me aislaba durante días. Poco a poco, volví a la universidad y empecé a dar clases de matemáticas. Seguí así durante un año, pero me sentía fatigada y mentalmente agotada. Con el tiempo, conocí a mi novio David a través de Facebook. Él había sufrido un accidente en moto, hacía once años. Es por esto que nos entendíamos muy bien.
Formaba parte de un equipo de baloncesto en silla y me invitó a participar. Me ponía nerviosa volver a hacer deporte. El equipo me dijo que intentara ir de mi casa al club en la silla de ruedas siempre que pudiera. Eso tonificó mis músculos y me dio confianza. Tenían un montón de deportes diferentes que modificaron especialmente para nosotros. Probé el tenis de mesa, el buceo adaptado y el tiro con arco adaptado. El tiro con arco era el que más me interesaba.
Nuestra entrenadora, Rebeca, nos ofreció clases durante tres días para poner a prueba nuestras habilidades. Me dio un arco compuesto. Nunca había usado un arco compuesto. Sólo conocía el clásico recurvo. Me dijo que entrenara durante un mes y luego me puso a prueba desde diferentes distancias. Después, me pidió que me uniera al equipo. Me preparó un plan de entrenamiento para hacer en casa. Me sentía preparada para afrontar cualquier reto que me propusieran.
Nos dirigimos a Santiago de Chile, donde se celebraron los Juegos Parapanamericanos. Era la primera vez que volaba. Tenía ganas de conocer a más gente como yo, en las mismas condiciones. Al ser una competencia internacional de tiro con arco, también conocí gente de todo el mundo. La competencia tenía dos secciones: tiro con arco convencional y tiro con arco paralímpico.
Los nervios llegaron en el clasificatorio que jugué contra Mariela López Carrasco, de Chile y Lisa Coryell, de Estados Unidos. Debíamos tirar un total de 36 flechas en seis series de seis. En la primera estuve muy nerviosa y erraba la mayoría, hasta que con la quinta flecha le di al número seis, el entrenador me aviso que había entrado y fue el momento más feliz de la competencia, logre relajarme y estar más confiada. La tranquilidad me hizo jugar mejor, el resto de las series las hice perfecto.
Quedé en segundo puesto, 121 a 74. Al momento de la premiación subí al podio con la bandera de mi país, estaba demasiado nerviosa y feliz a la par. Todos me preguntaron porqué no llore en ese emotivo momento, la respuesta es muy simple: durante mi recuperación llore tanto y estaba demasiado triste que llego el día en que me canse de hacerlo. Cuando deje de llorar fue porque pude abrirme a los demás y encontrar mi camino.
El arco y la flecha cambiaron mi vida. En medio de mi tristeza, me esperaba algo más grande. Nunca habría imaginado esta vida después de mi accidente. Este deporte me permitió recuperar el sentido de mí misma. Gané una comunidad, y desde entonces nunca me he sentido sola. Me siento llena de amor e ilusión por el futuro.