Mi mamá me despertó un sábado a los gritos, diciéndome que venían a hacerme un casting para una película. Yo no sabía ni qué era un casting. Me levanté como pude, me bañé, me cambié y, media hora después, abrí la puerta de casa. Entró Juan Pablo Felix, el director de Karnawal, junto a dos noruegos y dos franceses.Yo estaba fascinado
SALTA, Argentina – Al crecer en una ciudad pequeña como la mía, mis opciones eran limitadas. Siempre me gustó bailar y no me importaba si haría carrera o no. Gracias a mi pasión por la danza, se me abrió un mundo de nuevas oportunidades. Descubrí mi pasión por la actuación, que no hizo más que crecer. Desde actuar en mi primera película como bailarín hasta trabajar en series para Amazon y Netflix, mi vida me parece un sueño.
Mi hermano mayor quería bailar folklore en una escuela cerca de casa. Lo acompañé, porque él no quería ir solo, y a mí siempre me gustó probar cosas nuevas. En esa época, me gustaba mucho bailar cumbia, al estilo de Los Wachiturros. El folklore no era lo mío, hasta ese día. Llegamos a la escuela y, a un costado, vi a unos chicos zapateando de una forma muy particular. Me encantó lo que hacían, se veían muy bien. El malambo entró a mi vida para siempre en ese momento.
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Me anoté a las clases y aprendí todos los movimientos básicos. El profesor me dijo que veía en mí un gran potencial y me metió en la selección provincial para ir al campeonato nacional. Cuando bailaba, sentía que ya no controlaba mi propio cuerpo. Mis pies se movían solos.
En la escuela, las maestras me retaban por lo mismo. Si me tocaba pasar al frente de la clase para exponer en alguna clase, mientras hablaba y explicaba la lección, yo zapateaba. Ellas se re enojaban y me decían “Martín, basta de zapatear, no vas a vivir del baile”. Todo el mundo estaba cansado, pero yo no podía parar. Las cosas me salían de forma tan natural que fui cinco veces campeón provincial de malambo y una vez campeón nacional.
Fue en el campeonato nacional, en Laborde, provincia de Córdoba, que escuché el rumor de que un director de cine buscaba un protagonista para su película entre los bailarines.
Mi mamá me despertó un sábado a los gritos, diciéndome que venían a hacerme un casting para una película. Yo no sabía ni qué era un casting. Me levanté como pude, me bañé, me cambié y, media hora después, abrí la puerta de casa. Entró Juan Pablo Felix, el director de Karnawal, junto a dos noruegos y dos franceses. Yo estaba fascinado, no había visto extranjeros en toda mi vida. Casi nunca había salido de mi pueblo hasta ese momento. Mi papá cocinó un asado y nos quedamos charlando toda la tarde, hasta que fuimos a la estación del tren para que me hicieran la primera audición.
Era una locura que eso me estuviera pasando a mí. No entendía nada. Me agarró todo tan de sorpresa que ni siquiera llegué a ponerme nervioso. Más que el casting, me importaba contarles a mis amigos en el colegio que ahora era amigo de franceses y noruegos. No me creyeron ni eso ni que podía ser parte de una película, porque esas cosas no nos pasaban a nosotros. Recién cuando salió el tráiler los demás supieron que no les estaba mintiendo. Yo trataba de no hacerme muchas ilusiones, porque me dijeron que éramos cuatrocientos aspirantes al mismo personaje. Me aconsejaron que lo tomara con calma por si no quedaba, para que no fuera tan duro el golpe.
Al poco tiempo, llamaron a mi mamá y le avisaron que me habían dado el papel en Karnawal. Me emocioné tanto que salté y grité. Sentí que por fin la vida me recompensaba después de tantas derrotas. Tardé un tiempo en ver la actuación como un trabajo. Cuando empezó el rodaje, vi las cámaras y cómo el equipo corría de un lado a otro. Me sentí fascinado por el proceso. Al ser el más joven del set, me mimaban. Parecían unas vacaciones porque podía faltar a clase.
Me invitaron a viajar a un festival en México. Fue mi primer viaje al exterior y también la primera vez que vi la película completa. Fue muy especial. Una integrante del jurado de la competencia oficial me dijo cosas muy lindas sobre mi trabajo. Eso hizo que pensara en serio en dedicarme a esto, en paralelo a la danza.
Al volver a Campo Quijano, me recibió el intendente junto a prensa de todo el Valle de Lerma, la región donde está mi pueblo. Me nombraron ciudadano ilustre. La gente comenzó a verme de una forma diferente, ahora me piden autógrafos y fotos. Siempre fui tímido, y a veces me sentí un poco incómodo con esas situaciones. Todavía estoy asimilándolo, es una lucha que tengo en mi mente.
Poco después, tuve una pequeña participación en Night Sky, una serie producida por Amazon, y me impactó ver cómo es una producción de gran presupuesto. Fue como ver un bicho gigante: grababan de todos lados, vi cámaras andando en vías de tren, entre otras cosas. Es divertido de ver.
El año pasado grabé la serie El Reino, de Netflix, con una participación mayor. No podía creer estar trabajando con algunos actores y actrices que veía por la tele. Vi a Peter Lanzani, y me asombró el control total que tiene de sus emociones. También me impactó el Chino Darín. Los admiraba y admiro mucho. También a Nancy Dupláa y Maite Lanata, con quienes compartí escenas.
Cuando pienso en cómo empezó todo, todavía me parece surrealista. Siempre supe que el baile seguiría siendo una parte importante de mi vida, pero nunca pensé que llegaría tan lejos. Desde que me pasó esto, me propuse aprovechar cada nueva oportunidad que se me presentara.
Me mudé a Buenos Aires con mi hermano, y tomé clases de teatro y danza, además de los castings. Todavía quiero participar en concursos de baile y, con suerte, volver a ser campeón nacional. Mis piernas me piden bailar. Ahora también empecé a sentir ese mismo impulso con la actuación.
Cuando estoy solo, repito diálogos en voz alta e imagino escenarios en mi cabeza. Creo un mundo a mi alrededor y lo lleno de historias. A veces vuelvo a ver mis películas favoritas una y otra vez, y me imagino a mí mismo perdido en ellas.
Me sentí diferente toda mi vida, y ahora sé que nunca fue algo malo. Ese sentimiento me sirvió para empujarme más y para aumentar mi confianza. Toda esta experiencia me enseñó que mientras ames lo que haces y sigas haciéndolo por vos, el resto se irá acomodando con el tiempo.