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Se escapó para unirse al circo y se convirtió en un malabarista de fama mundial, viajando por todo el mundo.

Nunca me imaginé que mis malabares me llevarían a compartir mi acto con el Papa Francisco. Fue durante una presentación del Circuba en el Vaticano, yo me le acerqué, tenía mucho miedo a que la seguridad me detuviera, le dije algo así como: «señor, señor, ¿usted me da permiso para acercarme», y me dio su aprobación. Y le pasé el balón, girando, en su dedo. Es algo que suelo hacer en mis presentaciones, me entrego mucho al público y busco crear empatía con ellos, son lo primero para mí siempre, sin distinción. Ese día, se cumplieron sus palabras cuando le pedí acercarme, hicimos historia. Porque el circo es una manifestación del arte que merece ese reconocimiento mundial, el circo no ha muerto y no muere jamás.

  • 2 años ago
  • mayo 6, 2023
5 min read
Yaikel spent the past 24 years perfecting his act every day before getting the chance to be invited at the Vatican, along with his circus troop, to perform for the Pope. Yaikel spent the past 24 years perfecting his act every day before getting the chance to be invited at the Vatican, along with his circus troop, to perform for the Pope. | Photo courtesy of M&G Anima Events
INTERVIEW SUBJECT
Yaikel Plasencia Ramos grew up in Cuba, where he eventually joined a traveling circus at a young age. He later studied at the National Circus School in Havana where he earned the top prize for a graduating circus artist. He worked on his juggling act for 24 years and travels the world with his circus troop.
BACKGROUND INFORMATION
The artists of the Circus of Cuba recently performed for the Pope at the Vatican.
Juggling remains one of the hardest tricks to perform at the circus, and takes years of training to master the discipline behind it.

Sancti Spíritus, Cuba — Mi nombre artístico es Yaikel Roy, pero me llamo Yaikel Plasencia Ramos. Soy malabarista, orgullosamente guajiro-que es como le decimos en Cuba a las personas nacidas en el campo cuyas familias viven de hacer producir la tierra y los animales- y estoy enamorado del circo desde que vi uno por primera vez, a la edad de 7 años.

Todo comenzó en el 1999, en Iguará, un territorio de Yaguajay en Sancti Spíritus, en el centro de Cuba.

Mi mamá me llevó al pueblo y allí vi actuar a la Brigada Circense «Los Bambisitos» que dirigía el maestro y artista retirado del Circo Nacional de Cuba, Cirilo Esmer Hernández.

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Me escapo para unirme al circo

Quedé tan fascinado que un día, al terminar las clases en lugar de regresar a casa, me escapé, me presenté ante aquel señor, y le dije: «señor Esmer, yo quiero estar en ese circo».

Y me dice: «ven acá niño tus padres no vinieron contigo», «no mis padres ellos me dan la autorización y están muy contentos». Y entonces me cogió de la mano y me llevó por todo el salón en donde estaban los niños ensayando, haciendo acrobacia, malabares, equilibrio, lo otro. Aunque me advirtió que los malabares era la disciplina más difícil del circo insistí en empezar a ensayar ese mismo día.

Recuerdo aquella casona antigua que funcionaba como Casa Comunal de Cultura, super alta, hermosísima, en el salón en donde entrenábamos había como un falso techo con hueco y yo haciendo malabares a veces tiraba una pelota y trataba de tocar una teja de cristal que había allá arriba, en lo alto.

Cuando tu entrabas por la puerta del salón Esmer tenía un mural a mano derecha con todas las fotos de los chicos que pasaron por el circo. Y él se sentaba en un taburete al lado de la puerta, aunque tenía muchos asientos cómodos dentro del salón siempre se sentaba ahí en un taburete de madera, como una demostración de humildad. Nunca dejo de entrenar, tenga o no presentaciones. Llevo 24 años sin dejar de perfeccionar mi acto cada día.

Una aventura que me llevó a conocer al Papa.

 

La terminación que le doy a cada acto que hago, el respeto por el público, la forma de interactuar con la escenografía; la sensibilidad y presencia en el escenario y en la vida misma, y, sobre todo, la constancia en mis ensayos. Son herencias de mi primer maestro que mantuve conmigo cuando me fui a La Habana, a formarme como profesional en la Escuela Nacional de Circo, la más prestigiosa del país.

Yaikel entrenó con uno de los mejores artistas del sector, Cirilo Esmer Hernández. | Foto cortesía de M&G Anima Event.  

Durante mis años de estudiante, lejos de mi casa, tuve el gran apoyo de mi familia, especialmente de mi mamá. Sorteé muchas dificultades, pero nunca olvidé sus consejos, sobre todo ese, la constancia. ¡Ensayaba tanto que algunos de mis profesores y compañeros llegaron a pensar que estaba «loco»!

Juggling sigue siendo uno de los actos más inseguros y difíciles en el circo.

 

Hasta que llegó el día de mi graduación y obtuve el Gran Premio en un concurso que tradicionalmente se hace al despedir una generación de artistas circenses de esa institución. Luego comencé a viajar por toda Cuba, y más tarde al extranjero. Me he presentado en importantes plazas de Francia, Bélgica, Suiza, Italia, y en comunidades recónditas, en donde la gente agradece la magia de las Carpas. Es lo que más me gusta, viajar con los circos, compartir con artistas de diversas manifestaciones y de otros lugares del mundo esta pasión que llevo dentro y que crece conmigo. Los malabares es uno de los actos más inseguros y difíciles en el circo completo Yo ahora mismo en mi acto hago malabares con ocho aros, siete pelotas, dos pelotas de ping pon en la boca con dos balones dando vueltas en las manos, cinco masas. ¡Los malabares es uno de los actos más inseguros y difíciles en el circo completo! Hacer combinaciones con tres monedas es muy difícil, pero cuando las piezas son extremadamente grandes, también es complicado. Por ejemplo, los balones de fútbol los utilizo inflados y en ningún momento los puedo agarrar con las manos, tengo que mantenerlos en el aire todo el tiempo porque no los puedo agarrar.

Una foto de Yaikel haciendo malabares con bolos durante uno de sus shows. | Foto cortesía de Laurent Bugnet

Nunca me imaginé que mis malabares me llevarían a compartir mi acto con el Papa Francisco. Fue durante una presentación del Circuba en el Vaticano, yo me le acerqué, tenía mucho miedo a que la seguridad me detuviera, le dije algo así como: «señor, señor, ¿usted me da permiso para acercarme», y me dio su aprobación. Y le pasé el balón, girando, en su dedo. Es algo que suelo hacer en mis presentaciones, me entrego mucho al público y busco crear empatía con ellos, son lo primero para mí siempre, sin distinción.

Ese día, se cumplieron sus palabras cuando le pedí acercarme, hicimos historia. Porque el circo es una manifestación del arte que merece ese reconocimiento mundial, el circo no ha muerto y no muere jamás. Siempre supe que la pasión desbordada que siento por el malabarismo me acompañaría toda la vida, pero nunca imaginé que me llevaría a recorrer el mundo, incluso hasta el Vaticano. Aunque el escenario más importante para mí siga siendo el pueblito cubano en donde el gran Esmer Cordero me enseñó a equilibrar objetos en el aire por primera vez, cuando era apenas un niño guajiro con un sueño entre las manos. Pienso regresar un día a Iguará y hacer un espectáculo gratis, junto a mi hermano quien también es artista del circo.

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