Durante mis habituales ejercicios matutinos, mi teléfono sonaba continuamente. Cuando finalmente respondí, mis amigos compartieron la impactante noticia: el presidente de México, Andrés Manuel López Obrador, me llamó «un hombre vestido de mujer» durante su informe público matutino.
DISTRITO FEDERAL, Ciudad de México, México — La vida como mujer trans no ha sido nada fácil. A pesar de hacer historia como una de las dos primeras mujeres trans en servir en el parlamento mexicano, sigo lidiando con sentimientos de inseguridad y discriminación. Todos los días, mi teléfono se ilumina con amenazas de muerte y mensajes de odio únicamente por quién soy.
Apenas el mes pasado, me sorprendió cuando el presidente Andrés Manuel López Obrador me confundió públicamente con mi género durante su informe matutino. Al ver el videoclip repetidamente, decidí abordar el tema. Afortunadamente, esto llevó a una sincera disculpa pública por parte del presidente.
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En la mañana del 8 de enero de 2024, mi día dio un giro brusco. Durante mis habituales ejercicios matutinos, mi teléfono sonaba continuamente. Cuando finalmente respondí, mis amigos compartieron la impactante noticia: el presidente de México, Andrés Manuel López Obrador, me llamó «un hombre vestido de mujer» durante su informe público matutino.
Al ver el vídeo, una mezcla de ira y tristeza se apoderó de mí. No podía creer lo que estaba escuchando. Sorprendido, repetí el clip varias veces, tratando de entenderlo, pero la incredulidad persistió, dejándome abrumado.
Rápidamente cancelé mis planes para el día, ya que no me sentía preparado para soportar estar en público. Al prepararme para una sesión de meditación, mi objetivo era calmar mi corazón acelerado y calmarme, con la esperanza de pensar con más claridad. A lo largo de los años, he desarrollado la resiliencia para afrontar momentos desafiantes. Esas palabras golpearon la dignidad de todas las mujeres trans, no solo la mía. Necesitamos rechazar la normalización de un lenguaje tan hiriente.
Mientras meditaba, entendí que reaccionar impulsivamente no le sirve a nadie. Como figura pública, mis palabras y acciones influyen no solo en mi viaje sino también en el bienestar de mi comunidad. Por lo tanto, opté por mantener abiertos los canales de comunicación. Después de todo, es mi deber defender los esfuerzos relacionados con la diversidad, y mantener el diálogo con el presidente sobre estos temas es esencial.
Durante el día, colegas de nuestro partido político lamentaron sus comentarios y me informaron que estaba abierto a discutir la situación. Esto generó esperanzas de una reunión. Al día siguiente, sintonicé la conferencia matutina en vivo del presidente y me sentí aliviado cuando se disculpó públicamente conmigo y con la comunidad transgénero por sus palabras.
Mientras escuchaba la disculpa, no sentí malicia ni odio en sus palabras. Más bien, parecía surgir de una genuina falta de comprensión sobre las cuestiones de diversidad. Si bien esta ignorancia nos preocupa y se suma a los desafíos que enfrentan las personas transgénero, difiere de la hostilidad deliberada basada en el género. Abordar y corregir la ignorancia requiere voluntad y esfuerzo. Considero que es mi deber en el parlamento ayudar a cultivar este entendimiento.
Desde muy joven siempre me he sabido mujer. Sin embargo, en mi juventud, era difícil conseguir información sobre la diversa gama de géneros dentro de la comunidad LGBTQIA+ mexicana. Aceptar mi identidad auténtica significó navegar a través de la discriminación y la violencia en todo momento. Hubo momentos en los que las lágrimas brotaban con facilidad, sintiéndome completamente abrumada por la abundancia de odio en el mundo.
En 1985, con 17 años, viví un encuentro brutal en un centro comercial con una amiga trans. A pesar de que nuestra feminidad aún no se ha expresado plenamente, llamamos la atención. En medio de una multitud de policías, fuimos atacados. Nos golpearon, nos insultaron y nos escupieron. Detenida durante 36 horas sin derecho a fianza, sentí que mi vida se me escapaba, demasiado agotada incluso para llorar. La insensatez de la terrible experiencia me dejó desconcertada y destrozada.
Mientras atravesaba los altibajos de la vida en las calles, me di cuenta de que los mexicanos nos veían como una amenaza. Me di cuenta de que esconderme no tenía sentido; tenía que dar un paso al frente y luchar por lo que era correcto. Por eso uní fuerzas con mis hermanas de la comunidad, participando activamente en el activismo para defender nuestros derechos.
Hace unos años, sentí una fuerte necesidad de dar un paso adelante, ocupar puestos de influencia y aumentar la visibilidad trans en la sociedad. Tal vez la hostilidad provino de la ignorancia: nuestras vidas no se ven, nuestras historias se desconocen y alimentan los prejuicios. Entonces salté a la política, postulándome para alcalde de Aguascalientes. A pesar de enfrentar ataques de la prensa, el desprecio de la sociedad y la oposición política, no dejé que eso me sacudiera.
En 2018-2019, lideré los esfuerzos para establecer una «cuota arcoíris» para una representación diversa en puestos electivos. Esta iniciativa tenía como objetivo asegurar un espacio parlamentario para nuestra incidencia. A pesar de los reveses y las protestas, nuestra promoción estratégica dio sus frutos. A través de la acción afirmativa, me convertí en el representante elegido de nuestra comunidad, gracias a mi trabajo pionero por las cuotas arcoíris.
El día de nuestro triunfo electoral rebosó emoción. Sentí como si se hubiera abierto una puerta a infinitas posibilidades, llenándome de esperanza. En la sesión legislativa inaugural de 2021, desafié las convenciones al usar un vestido blanco transparente, tacones de plataforma altísimos y alas con lentejuelas, un gesto simbólico de las aspiraciones de las mujeres trans de liberarse y volar.
Un año después, me encontré bajo el ataque de otro diputado dentro del local. Si bien fue doloroso, lamentablemente no fue inesperado. Después de soportar años de tales desafíos, he aprendido a anticipar la hostilidad dondequiera que vaya. Pero me negué a dar marcha atrás; me mantuve firme, presenté denuncias y salí victoriosa en los tribunales, sentando precedentes para proteger a otras mujeres trans mexicanas de experiencias similares. Sin embargo, hoy persisten la resistencia, la ignorancia y la apatía hacia nuestra comunidad, lo que subraya la importancia de nuestra presencia en todos los espacios.
Incluso después de que termine mi mandato legislativo, mi lucha continuará. Durante más de 30 años, he sido un activista dedicado, he llevado mi defensa al ámbito legislativo y continuaré defendiendo dondequiera que me lleve mi camino.