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La fragilidad de la democracia

Más que nunca, debemos aferrarnos a ese faro luminoso de la democracia. La celebración de elecciones -incluso en las circunstancias más difíciles- pone de relieve la resistencia del espíritu humano y el poder duradero de nuestra voz colectiva.

  • 7 meses ago
  • abril 15, 2024
8 min read
Representative image courtesy of Phil Scroggs on Unsplash Representative image courtesy of Phil Scroggs on Unsplash
Este artículo de opinión forma parte de una serie del editor Sam Yehia enofcada a arrojar luz sobre cuestiones mundiales críticas que exigen atención urgente y abordan un espectro de retos que nos afectan a todos, haciendo hincapié en la necesidad de acción y apoyo colectivos. Al fomentar la concienciación y alentar la colaboración, espera inspirar un cambio positivo y contribuir a un mundo más compasivo y equitativo a medida que cubrimos la multitud de problemas que afectan a nuestra comunidad global.

En democracia, el pulso de la nación se mide por la participación de sus ciudadanos, especialmente durante el proceso electoral. El viejo adagio «cada voto cuenta» es cierto. Cada voto emitido sirve para construir los cimientos de la gobernanza. Esto resulta aún más importante cuando los márgenes son estrechísimos, como suele ocurrir en las elecciones estadounidenses.

Participar en las elecciones se convierte no sólo en un derecho, sino en un deber, como sostener la antorcha de la libertad. En la arena democrática, los ciudadanos no son meros espectadores. Se convierten en su alma, garantizando que el «gobierno del pueblo, por el pueblo y para el pueblo» no perezca, sino que prospere. El año 2024 incluye un importante número de elecciones nacionales. Más de 50 países, en los que vive la mitad de la población mundial, acudirán a las urnas.

Las elecciones de 2024 se celebran en medio de una preocupante tendencia al declive democrático mundial y de importantes repercusiones sobre los derechos humanos.

● En medio de la guerra entre Rusia y Ucrania, el presidente Vladímir Putin salió vencedor en las elecciones. Obtuvo el apoyo de 76,3 millones de rusos de los 87,5 millones de personas que votaron en marzo. Las autoridades electorales informaron de una participación en todo el país del 74,22% al cierre de las urnas. Esto superó la participación de 2018, que fue del 67,5 por ciento. Con la oposición eliminada o marginada, los países occidentales plantearon dudas sobre la legitimidad e imparcialidad de las elecciones.

● El 1 de marzo, los iraníes participaron en las elecciones, las primeras celebradas desde que en 2022 estallaran protestas generalizadas tras la trágica muerte de Mahsa Amini. El periodo de protestas se saldó con la pérdida de 551 vidas. Entre ellas, 49 mujeres y 68 niños, según documentó la misión de investigación de la ONU. En las elecciones posteriores participaron el 41% de los votantes. Fue la tasa de participación más baja desde la Revolución Islámica de 1979.

● En las elecciones presidenciales sirias de 2021, Bashar al Assad fue reelegido para un cuarto mandato. Esto ocurrió en el contexto de una guerra civil que provocó importantes desplazamientos. Más de 14 millones de sirios se vieron obligados a abandonar sus hogares desde 2011, creando la mayor crisis de refugiados a nivel mundial. En la propia Siria hay 7,2 millones de desplazados internos. Alrededor del 70% necesita ayuda humanitaria y el 90% vive por debajo del umbral de pobreza.

● Paralelamente, las guerras civiles de Libia y Yemen han provocado la pérdida de miles de vidas y desencadenado graves crisis humanitarias. La falta de partidos políticos sólidos y la proliferación de grupos armados han complicado el terreno político. Esto ha dificultado el establecimiento de una forma de gobierno estable y participativa durante más de una década.

De Gaza al colapso de Haití, reina el malestar

● Mientras el Estado palestino sigue luchando bajo el conflicto israelí-palestino, aún sin resolver desde hace décadas, sus territorios permanecen formalmente divididos en tres zonas. La Franja de Gaza no ha celebrado elecciones desde 2006. Sigue siendo socavada e influenciada por Irán, la némesis de Israel. Irán sigue siendo el principal partidario de grupos militantes como Hamás, Hezbolá y los Houthis. Mientras tanto, Cisjordania, gobernada por la Autoridad Nacional Palestina, no ha celebrado elecciones desde 2004. Veinte años después de lo que debería haber sido un mandato presidencial de cuatro años, el Presidente palestino Mahmoud Abbas se ha convertido en sinónimo de «corrupción, nepotismo e ineficacia» al disolver el Parlamento, afianzar su control sobre el poder judicial y purgar a sus rivales políticos.

● Haití no ha celebrado elecciones desde 2016. La agitación en el país se intensificó tras el asesinato del Presidente Jovenel Moise en julio de 2021. Esto dejó al país en un vacío de poder. Sin cargos electos y con una incesante perturbación política, se produjo una crisis. Las bandas llenaron el vacío de poder y ahora controlan aproximadamente el 80% de la capital. Informes recientes de organizaciones humanitarias indican que unas 15.000 personas, incluidos niños, han sido desplazadas.

¿Qué está en juego? Las mayores reservas de petróleo del mundo, millones de vidas y democracias incipientes.

● Venezuela, el país con las mayores reservas de petróleo del mundo, celebrará elecciones presidenciales el 28 de julio de 2024. En particular, la fecha se adelanta a lo habitual. La nación ha sufrido una importante agitación política y económica, marcada por amplias protestas contra el gobierno en 2014 y 2017. Las protestas desembocaron en disturbios civiles y provocaron la salida de más de 7,5 millones de ciudadanos.

● En varias regiones de África, la escalada de los conflictos y la agitación política han desplazado a un número de personas sin precedentes. Actualmente, más de 40 millones se han visto obligados a huir de sus hogares. Sudán del Sur, Malí, Chad y Mozambique revelan las tasas más elevadas de desplazamiento forzado del continente. Todas ellas están preparadas para celebrar elecciones este año. Esta situación pone de relieve los complejos retos a los que se enfrentan estos países. Deben equilibrar la búsqueda de procesos democráticos con la necesidad urgente de hacer frente a las crisis humanitarias.

● En una significativa muestra de poder democrático, el pueblo de El Salvador ejerció su derecho al voto. El Presidente Nayib Bukele obtuvo una aplastante victoria en la reelección el 4 de febrero de 2024, con un 84,7% de los votos. Su partido se aseguró una mayoría aplastante en el Congreso, con 54 de los 60 escaños disponibles. Este éxito electoral se atribuye a las eficaces políticas de reducción de la delincuencia de Bukele, que disminuyeron significativamente las tasas de homicidio del país, anteriormente elevadas. Como resultado, El Salvador experimenta una notable transformación. Ha pasado de ser un país asolado por la violencia a convertirse en un faro de seguridad en América Latina.

Incluso Estados Unidos sigue siendo susceptible de sufrir amenazas contra la democracia

Los Estados Unidos de América han sido un brillante ejemplo de proceso democrático desde que terminó la Guerra Civil en 1865. Las elecciones de 2018, 2020 y 2022 fueron tres de las elecciones estadounidenses con mayor participación de sus respectivos tipos en décadas. Alrededor de dos tercios o el 66% de la población con derecho a voto participó en las elecciones presidenciales de 2020. Es la cifra más alta registrada en unas elecciones nacionales desde 1900.

Entonces, un grupo masivo de alborotadores atacó el Capitolio de Estados Unidos el 6 de enero de 2022. Intentaron detener la transición pacífica del poder del entonces presidente Donald J. Trump al presidente entrante Joe Biden. Es probable que ambos se enfrenten de nuevo en noviembre y los expertos predicen márgenes estrechos. Todo esto se produce en un contexto de polarización galopante entre demócratas y republicanos.

Los estadounidenses ven un grave declive del bipartidismo y un gobierno ineficaz que no aprueba proyectos de ley ni elabora presupuestos. Para agravar la situación, según una encuesta realizada en 2022, cerca del 20% de los trabajadores electorales de las comunidades más pequeñas y casi el 70% de los de las ciudades más grandes sufrieron acoso por el simple hecho de intentar hacer su trabajo.

La esperanza reside en el espíritu humano

Más que nunca, debemos aferrarnos a ese faro luminoso de la democracia. La celebración de elecciones -incluso en las circunstancias más difíciles- pone de relieve la resistencia del espíritu humano. Pone de relieve el poder duradero de nuestra voz colectiva. Frente a las guerras civiles y la supresión de la expresión, el acto de depositar el voto se convierte en testimonio del indomable deseo de libertad y derechos fundamentales.

En cambio, la apatía de los votantes silencia las voces. Las consecuencias pueden ser de gran alcance. Pueden conducir a un gobierno que no refleje la voluntad ni sirva a los intereses del pueblo. El voto reflexivo y consciente ayuda a prevenir las crisis causadas por la inestabilidad, las recesiones económicas y el malestar social. Aunque el camino hacia la democracia sigue sembrado de obstáculos, debemos reconocer que nada que merezca la pena se consigue fácilmente. Las tormentas de la inestabilidad política y el fuego de los conflictos armados no cesan. Sin embargo, las urnas siguen siendo un símbolo de esperanza.

Este año, en un panorama mundial caótico, los ciudadanos pueden tomar las riendas de su futuro. Pueden guiarnos hacia un mañana mejor. Al hacerlo, demuestran el viejo dicho: «Donde hay voluntad, hay un camino». Es nuestra determinación colectiva la que sienta las bases de un futuro justo y equitativo. Ciertamente, defender continuamente la democracia parece un reto inmenso. Sin embargo, la historia ha demostrado una y otra vez que la alternativa es la guerra civil y los disturbios a perpetuidad.

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