Cada cesta contaba una historia, una historia de tradición y habilidad transmitida de madre a hija. Al principio, era más una actividad de ocio que una estrategia de ingresos. Sin embargo, con la formación que recibieron de nosotros, estas mujeres pueden ahora exigir una compensación justa por su oficio.
IRINGA, Tanzania – Hace trece años, mi amiga holandesa me pidió que buscara productos hechos a mano en África para regalar a sus amigos y socios como legado de la artesanía de las mujeres africanas. Un día, salí al mercado bajo el sol y me topé con las cestas de Iringa, un elemento básico de la cultura tanzana.
Sobresalían de los demás objetos como joyas raras: su aspecto era bellamente intrincado. Le enseñé a mi amiga lo que había encontrado y enseguida se enamoró de ellos. La primera vez que tuve uno en mis manos, sentí una conexión con las manos de la mujer que lo tejió y con las historias susurradas en sus fibras. Me encantó su artesanía, pero después de comprar varias cestas, sentí que los materiales podían mejorarse.
Como no estaba dispuesta a quedarme de brazos cruzados, me propuse encontrar a estas mujeres tan habilidosas. Después de mucho buscar e indagar, di con una tejedora con la que compartí la idea. Para mi deleite, reunió a otras seis mujeres, sus manos ansiosas por forjar sus destinos. Juntos, nos embarcamos en un viaje no sólo para mejorar sus habilidades como tejedores, sino para tejer un tapiz de transformación. Hablamos de la posibilidad de crear productos de alta calidad para los mercados internacionales y, juntos, nos propusimos hacer realidad nuestra visión.
Lee más historias de artesanos de todo el mundo en Orato World Media
Durante nuestro viaje para construir la empresa, descubrí que estas mujeres habían estado vendiendo sus hermosas cestas a precios tan baratos que apenas les servían de sustento. Se me rompió el corazón al ver que tanto esfuerzo pasaba desapercibido. Estaba decidida a garantizarles una compensación justa por sus esfuerzos. We founded Vikapu Bomba, which translates to Beautiful Baskets.
Cada artesana gana ahora entre el 65% y el 35% de los ingresos totales, según el producto que elabore. Cada cesta lleva una historia única, cuidadosamente elaborada a mano por una mujer rural de Tanzania. Decidimos hacer las cestas más personales adjuntando una pequeña etiqueta con una foto de la artesana, una breve biografía y el tiempo que le llevó hacerla.
Esto humanizó la iniciativa, captando la atención de nuestros clientes, que se interesaron más por la vida de estas talentosas tejedoras. Acortó la distancia entre creador y consumidor. Con el tiempo, la iniciativa creció y ahora apoya a cientos de mujeres rurales que trabajan a tiempo completo para Vikapu Bomba. Cada día, ir a trabajar es increíblemente gratificante. Tengo la oportunidad de conocer a gente increíble y compartir mi visión con ellos.
Mi objetivo siempre ha sido capacitar financieramente a las mujeres rurales y garantizar que tengan voz en el proceso de toma de decisiones de nuestro negocio. Esta concientización les permite ampliar sus inversiones a otras empresas, como la agricultura y la ganadería, lo que se traduce en un crecimiento exponencial para muchos.
Cada cesta contaba una historia, una historia de tradición y habilidad transmitida de madre a hija. Al principio, era más una actividad de ocio que una estrategia de ingresos. Sin embargo, con la formación que recibieron de nosotros, estas mujeres pueden ahora exigir una compensación justa por su oficio, ganando entre tres y cuatro veces más de lo que ganaban antes. En 2013 conocí a una mujer discapacitada que vivía con sus cinco hijos en una habitación pequeña y sin ventanas. Su historia me conmovió profundamente y supe que era la persona adecuada para nuestro proyecto. La llevamos con nosotros y su vida cambió drásticamente.
Con sus nuevos ingresos, compró un terreno y construyó una casa de dos dormitorios. Consiguió educar a sus hijos y complementar sus ingresos agrícolas. Nuestra empleada de más edad, que fue decisiva para ayudarme a encontrar el primer grupo de mujeres con el que trabajar, ha podido enviar a su hijo a la universidad y a sus nietos a la escuela, todo ello mientras invertía en sí misma. Estas historias de transformación se aplican a todas las mujeres que trabajan con nosotros. A medida que crece su independencia económica, pueden participar con confianza en los procesos de toma de decisiones en casa y en sus comunidades. Esto me llena de mucha alegría.
Hoy, cuando reflexiono sobre aquel fatídico encuentro, me siento humilde por el viaje que emprendimos juntas, desde el momento en que tropecé con aquellas cestas hasta que conocí a estas mujeres maravillosas y fuertes. Fui testigo directo de su empoderamiento. Una vez confinadas por las malas circunstancias, las mujeres rurales de Tanzania emergieron como líderes de sus propias narrativas.