Ya en calma, en el agua soy libre. Más libre que en cualquier otro lado. Bailo al ritmo de la música y no pienso que soy como una sirena. Soy una sirena.
BUENOS AIRES, Argentina. Soy campeona del mundo. En Lisboa, Portugal, conseguí la medalla de oro más importante de mi vida. Como antes de cada competencia, estaba muy nerviosa. La adrenalina recorre todo mi cuerpo, como un torrente, y necesito controlarlo antes de lanzarme al agua. Para relajarme, pienso en las personas que amo. Vienen a mí imágenes de mis abuelos, mi mamá, mi papá, mi hermano. Y también Jesús.
Comencé a nadar a los seis meses, junto a mi mamá. Aunque no me acuerdo de eso, todos me dicen que mi conexión con el agua fue inmediata. Con el paso de los años, mi vínculo con ese medio sólo creció. Estar bajo el agua es tan natural para mí como caminar. Tengo mucha energía y curiosidad. Es como si hubiera una corriente eléctrica en mi interior que me impulsa a moverme constantemente.
Ya en calma, en el agua soy libre. Más libre que en cualquier otro lado. Bailo al ritmo de la música y no pienso que soy como una sirena. Soy una sirena. Todas las horas dedicadas a los entrenamientos y ensayos se justifican en esos minutos en el agua.
En el momento en el que me dieron el puntaje y me convertí en campeona del mundo, me sentí muy orgullosa de mi misma. Resonó en el aire como un himno de triunfo. Entonces, en cuestión de segundos, conseguí la victoria. Apenas podía creerlo.
Si algo me interesa, quiero hacerlo, y voy a fondo. La mayoría de los días estoy llena de alegría: canto, bailo y hago reír a la gente. Sin embargo, cuando se acerca una competencia, me pongo muy seria. En mi cabeza me proyecto a mí misma haciendo la coreografía, repaso cada momento. Cuando estoy lista, vuelvo a abrirme a los demás.
Aprendo de una forma diferente, a un ritmo distinto, pero siempre lo hago. Aunque avance a mi propio ritmo, nunca dejo de intentar aprender más. Me di cuenta de que inspiro a la gente. Siento sus miradas sobre mí, generalmente con un brillo de gratitud por lo que emano. Muchas veces se acercan a mí, me agradecen, me dan palabras de aliento. Así como yo los inspiro, ellos me inspiran a mí, me motivan a seguir haciendo cosas.
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Soy cinturón azul en taekwondo, jugué al fútbol y al hóckey, practico surf y, además del nado artístico, también hago natación en aguas abiertas. Sé que otras personas con mi condición hacen menos cosas que yo. Pero, en mi caso, nunca sentí una limitación por ser como soy. Tengo una vida llena de posibilidades, no me pesa ninguna incapacidad. Estas experiencias vitales han sido moldeadas por mi familia, mis oportunidades y mi autoestima.
También soy actriz. Aunque la primera vez que interpreté a un personaje, en un principio me costó. Tomo las cosas de forma muy literal, y me asignaron el rol de la villana. Entre mi mamá y los profesores consiguieron explicarme que a través del arte no se miente ni se daña. Que sólo es un personaje, que yo podía ser el vehículo para contar una historia. Me encantó, pude atravesar ese rol y creo que, una vez que pasé por la experiencia, crecí.
Cuando asistí a la escuela de arte dramático, comenzó otro hermoso capítulo de mi vida. Conocí a mi novio en la escuela de teatro. Él también tiene síndrome de Down. Nos vimos e inmediatamente nos gustamos. Pero me enamoré de él por las cosas lindas que me dice, me hace sentir como nadie. Con él y con mis amigas salgo mucho. A bailar, a comer, al cine.
Cada día siento dentro de mí la naturaleza ilimitada del espíritu humano. Mi vida está construida sobre esta base de posibilidades ilimitadas. Cada día espero con emoción la próxima aventura.
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Desde el jardín de infantes voy a una escuela convencional, y mis amigas son las mismas de siempre. Fue natural para ellas tratarme, y para mí relacionarme con ellas. Nunca hubo un conflicto ni una dificultad. Sé que mis padres se esforzaron mucho para apoyar mi escolaridad, y siempre intentaron que yo no notara su trabajo.
Una de las cosas que quiero conseguir es abrir puertas para las personas con Sindrome de Down en el mundo paralímpico. No tenemos actualmente posibilidad de competir en ese círculo, y siento que es injusto. Soy una atleta que se entrena como cualquier otra, y sueño con ser parte de unos Juegos Paralímpicos alguna vez. [Los Juegos Paralímpicos no cuentan con una categoría específica para atletas con síndrome de Down, pero organizaciones de Argentina y España están intentando cambiar esta situación].
Si no soy yo, quiero que sea algo al alcance de otra persona con mi condición. No logro entender por qué no estamos incluidos, y nadie pudo explicármelo de forma convincente. Como resultado, mi lucha trasciende los triunfos personales. Sé que esta lucha la voy a ganar, como me pasó con todas las demás.
Yo sigo y sigo para adelante, no importa lo que se cruce. Mi dedicación y entrega me dio todo lo que tengo.