Estando en mi viaje experimental, pensaba cómo podía unir esos dos universos que me hacen tan bien, la música y el interés por las aves, que son para mí, como refugios. Empecé a descubrir que estar en contacto con la naturaleza me ayudaba incluso a la salud, por la calma que genera el sólo hecho de oírlas con atención, desintoxicados de la contaminación auditiva que experimentamos en el día a día en las ciudades.
BUENOS AIRES, Argentina ꟷ Como violinista y compositora musical, descubrí una forma de concientizar sobre el cambio climático y la extinción de las aves. Durante un viaje de tres años a México, pasé tiempo en Oaxaca y Ciudad de México. Entré en zonas urbanas y me enfrenté a la contaminación, los ruidos fuertes y las aglomeraciones de gente. En cambio, en zonas más rurales, disfruté de la paz de la naturaleza, donde los pájaros permanecían presentes todo el tiempo, piando y llenando el espacio con sus cantos.
Durante este receso de mis estudios universitarios, una sensación me invadió. Me faltaba algo y necesitaba un proyecto potente que me llenara de pasión. Con todas mis nuevas experiencias a mano, hice mis primeras composiciones musicales inspirándome en México. Mientras me embarcaba en un proceso de descubrimiento, sin tener una idea clara de lo que estaba haciendo, tuve una idea inesperada. «¿Cómo puedo utilizar el canto de los pájaros, que tanto me cautivaba, para comunicarme musicalmente?».
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Empecé a soñar con transmitir los cantos de los pájaros a mi público, con transmitir una sensación de comunión entre estos dos puntos de mi vida. Quería fusionar mi composición musical con la naturaleza, el canto de los pájaros y el poderoso mensaje de los enormes problemas medioambientales a los que nos enfrentamos. Desde el principio de este proyecto, me sentí muy enfocada.
No cabe duda de que vivimos un momento medioambiental crítico en este planeta, ya que cada vez más especies se enfrentan al peligro de extinción. Decidí aportar mi granito de arena a través del arte y la música. Concientizar sobre las especies en peligro me da mucha alegría. Empecé a tocar el violín a los 17 años. Siempre fascinada por la música desde adolescente, terminé el bachillerato y me fui a estudiar música a la Universidad Nacional de Quilmes, donde aprendí técnicas de composición.
Hoy, como miembro de una comunidad de compositores en la universidad, ejerzo de profesora. Mientras estudiaba violín como estudiante, mi interés por la composición fue creciendo. Hacia el final de mi carrera, cuando sólo me quedaban unas pocas materias para graduarme, hice aquel decisivo viaje a México. Estando en mi viaje experimental, pensaba cómo podía unir esos dos universos que me hacen tan bien, la música y el interés por las aves, que son para mí, como refugios. Empecé a descubrir que estar en contacto con la naturaleza me ayudaba incluso a la salud, por la calma que genera el sólo hecho de oírlas con atención, desintoxicados de la contaminación auditiva que experimentamos en el día a día en las ciudades.
Enfoqué mis sentidos y escuché atentamente. Parecía desintoxicarme de la contaminación sonora que sufría a diario en las ciudades. Ese entorno ajetreado, ruidoso y contaminado me hacía sentir alerta y nerviosa todo el tiempo. Cuando necesitaba relajarme, buscaba la naturaleza y sus increíbles sonidos. En medio de esos espacios verdes y seguros, el canto de los pájaros se convirtió en algo especial para mí. Entonces, un día, un miedo repentino inundó mis pensamientos. ¿Qué pasaría si algunos de esos pájaros y sus sonidos dejaran de existir?
La idea de que cualquiera de estas aves pudiera dejar de existir me interpeló, y me planteé la urgente importancia de la situación medioambiental que vivimos hoy en día. Necesitaba aprender más, así que hice un curso de observación e identificación de aves. A medida que ampliaba mis conocimientos, empecé a combinar mis dos pasiones. Empecé a sentir que mi propósito se expandía. Mis motivaciones y composiciones musicales mutaron, pero también sirvieron como motores. Impulsaron mi propósito de componer y contribuir a algo mucho más grande que mi vocación.
Durante el proceso creativo, descubrí metodologías para grabar e interpretar sonidos de pájaros, que recogí y extraje de grabaciones de campo en distintos lugares. Utilicé técnicas para analizar los gorjeos y entonaciones de los pájaros, formando cantos. Eso me permitió hacer algo parecido a una radiografía del sonido. Se desarrolló un patrón. De repente pude ver las paletas de colores, los gestos melódicos y las frecuencias en las grabaciones. Encontré lo que me movía el corazón en cada canción.
Cada composición es única y depende del ave con la que trabajo. No puedo expresar con palabras cómo es esa experiencia, así que la plasmo en una composición. La música contiene precisamente lo que le falta a las palabras. Aprender sobre las aves me inspiró para componer, pero al reconocer lo que la composición necesitaba, me impulsó a aprender sobre más especies de aves. La experiencia se volvió cíclica. Este trabajo me ha llevado por todo el mundo y me ha acercado a algunos proyectos increíbles.
El año pasado escribí una pieza llamada Rapsodia del Chorlo Chiflador mientras asistía a un curso de AtlanticX, organizado por el Festival de Ópera de Buenos Aires. [AtlanticX es una organización cultural dedicada a «promover la experimentación, las ideas y la creación interdisciplinar en el amplio campo de la música»]. Para componer la pieza, recordé un viaje a Nueva York. Convocada allí con una beca junto a otros jóvenes compositores de América Latina, estrenaríamos una obra para marimba en agosto de 2022. Tuvimos que crear una composición juntos y resultó una experiencia increíble.
Mientras estaba ahí, reflexioné sobre el territorio, como hago siempre. Necesitaba situarme vívidamente en la naturaleza, así que empecé a investigar qué tipos de aves de Nueva York seguían en peligro de extinción. Descubrí el chorlo nevado. [Según el Departamento de Conservación Medioambiental del Estado de Nueva York, el chrolo nevado sigue estando «amenazado» a nivel federal y «en peligro» a nivel estatal. En Nueva York, se reproduce en las playas arenosas de Long Island, desde Queens hasta los Hamptons, así como en las bahías y puertos orientales del condado de Suffolk].
Tras una intensa investigación, elegí como musa a esta pequeña ave playera que habita en la costa. Cuando encontré el ave, me sorprendió profundamente su historia. Al igual que yo, tenía una conexión con el mar que nos unía. Ese sentimiento de conexión despertó de algún modo mi imaginación, uniendo los hemisferios norte y sur de la tierra a la vez en mi composición. Una humilde creencia creció en mi interior. Debemos centrarnos en lo que nos une, no en lo que nos separa. De este modo, podemos conectarnos entre nosotros desde cualquier punto del planeta, comunicarnos e identificar nuestras similitudes, desde el norte hasta el sur.
En el proceso de composición me pasa sentir una especie de comunicación con las aves, que al elegir ciertas aves que están en peligro de extinción y al trabajar con sus cantos e involucrarme con sus melodías, sus efectos texturales y estar ya trabajando con las grabaciones en sí mismas, me involucro un montón afectivamente con ellas. Me sucede, además, que luego de terminar la composición continúo viendo cómo es el estado de conservación de esa ave, por ejemplo.
Entonces es un estado de conexión no sólo con la música sino con el entorno, mi entorno laboral, compositivo, de colegas, de intérpretes, donde se va haciendo una cadena de colaboraciones donde además se van enterando de la problemática de esa ave, más allá del proceso de creativo. El año pasado tuve la posibilidad de participar de la revista Birding, que es parte de la American Birding Asociation y ahí se dio la coincidencia que el ave del año era una que estaba en peligro de extinción en Canadá y Estados Unidos: la Lechucita Vizcachera, esa composición se dio cuando yo estaba en New York y repercutió con otro colega que estaba en Chicago y al ver la nota en la revista, dijo: “Quiero tocar esa composición”. Ver que resultó un medio de inspiración para otro colega con el mismo interés y verlo tan motivado fue muy emocionante porque en este mundo que estamos viviendo una situación extremadamente compleja a nivel medioambiental, estos pequeños gestos son realmente gratificantes y poder expandir el conocimiento sobre la problemática de las aves, es ya un logro para mí.
Sigo asombrándome de lo que ocurre en el mundo de la ornitología. Creo que todos tenemos la capacidad innata de sensibilizarnos ante los increíbles sonidos que nos ofrece la naturaleza. Debemos ir más allá de los otros ruidos de la vida que la silencian temporalmente. Además, me ha pasado también que otros colegas, que están de vacaciones en algún lugar, me envíen videos de distintas especies de aves y cantos. Me resulta muy simpático y halagador que otros se involucren e inspiren al igual que yo.
La tecnología lo invade todo en nuestras vidas, lo que dificulta desconectar y disfrutar de los sonidos de la naturaleza. Tenemos tanta información disponible, pero nos falta educación sobre lo que significa escuchar de verdad. Creo que el proceso de escuchar puede desarrollarse. Cuando fui capaz de desconectar y sentarme correctamente en el momento, me volví contemplativa. Los sonidos que me rodeaban me unieron a la naturaleza y surgió la magia. Los momentos me atrapan y se convierten en recuerdos invaluables.
Cuando las personas permanecen hiperconectadas a vidas ajetreadas y a la tecnología, la naturaleza empieza a sentirse distante, pero seguimos formando parte de ella. Al fin y al cabo, es el entorno de los humanos. Seguimos formando parte de este planeta en el que convivimos con otras especies. No somos los únicos. A veces nuestra visión nos hace sentir como el centro del universo, pero no lo somos.
A través de la música, sueño con componer piezas y crear proyectos que permitan a otros ver posibilidades. Visualizo mi sueño de multiplicar y expandir mi conexión con la naturaleza a otras personas, para que podamos llegar a más gente con una nueva mentalidad. Cada persona tiene la capacidad de concientizarse e involucrarse, para proteger las especies que existen y las que pueden dejar de existir.