Conmovida por la experiencia que tuve con una niña, comencé a juntar toallas femeninas para amigas y familiares. Comenzó mi campaña.
CONDADO DE TANA RIVER, Kenia – Cuando era adolescente, no podía pagar las toallas femeninas, lo que me hacía faltar a clases. Era tan vergonzoso que decidí abandonar la escuela.
Trabajé en el pueblo para ganar un poco de dinero antes de unirme a la Cruz Roja. Un día, vi a una joven llorando. Cuando le pregunté qué había pasado, me dijo que estaba en su período y que no podía pagar las toallas femeninas.
Mi padre me crió porque mi madre murió cuando yo era joven y perdí la guía femenina que necesitaba. Ahora mi misión es ayudar a las niñas de mi país y mantenerlas en la escuela.
Conmovida por la experiencia que tuve con una niña, comencé a juntar toallas femeninas para amigas y familiares. Comenzó mi campaña.
Todos los días, cuando me despierto, pienso en esa chica que faltó a la escuela porque está en su período y no puede pagar las toallas femeninas. Recuerdo la vergüenza que sentí.
Motivada por esta situación, comencé una campaña de distribución de toallas femeninas en 2016. Hasta la fecha, he llegado a más de 30.000 niñas en tres subcondados dentro de Tana River.
Mi determinación atrajo la atención internacional y este año, para mi sorpresa, gané la codiciada medalla Florence Nightingale.
Todos los días, me despierto a las 4 a.m., clasifico y cargo cajas de toallas femeninas y las distribuyo de pueblo en pueblo.
Utilizo una bicicleta para distribuir las almohadillas que recogí de los donantes, en su mayoría amigos y familiares. A veces, cuando el lugar de distribución está lejos de casa, alquilo un automóvil. Debo pagar al conductor y comprar combustible.
Tengo asma, pero lo hago de todos modos y llevo mi inhalador conmigo. Algunos amigos me han criticado y excluido. Se preguntan por qué trabajo todo el día ad honorem cuando tengo un problema de salud. Incluso, me convertí en el hazmerreír de mi comunidad al principio. Continúo de todos modos, guiada por el deseo de estar al servicio de estas jóvenes.
Después de la distribución, voy a las oficinas de Cruz Roja, donde también hago un voluntariado. Al final del día estoy tan agotada que apenas puedo abrazar a mis hijos.
Ayudar a las colegialas se ha filtrado a la comunidad. En muchos casos, le doy un paquete de toallas femeninas a una niña y ella las comparte con toda la familia. Incluso, las madres carecen de suministros. Muchas familias tienen que elegir entre comprar comida o toallas femeninas.
En un condado donde muchos viven con menos de un dólar al día, es muy poco probalbe que las toallas femeninas estén en el presupuesto.
El condado de Tana River es una de las zonas más remotas y empobrecidas de Kenia.
Los motociclistas a menudo se aprovechan de las jóvenes dándoles pequeños favores a cambio de sexo. Las niñas ceden para obtener el dinero y comprar suministros como las toallas femeninas. La tendencia ha provocado muchos embarazos en menores de edad.
Aquí, las tasas de pobreza son tan altas que algunos padres obligan a sus hijas a contraer matrimonios prematuros. La poca dote que obtienen al casarse con sus hijas pequeñas mantiene a toda la familia.
Actualmente, hay tres colegialas que conozco que están embarazadas debido a la pobreza y el engaño de hombres irresponsables de la comunidad. Los padres comparten la culpa. Han fallado en su deber de protección.
Hoy tengo una red extensa y hablo con padres y niñas. Cuando hablo con los padres, les explico la campaña y cómo las pueden ayudar.
Mi comunidad es conservadora, por lo que hablar de la menstruación es un tabú en algunos círculos. He ideado métodos para involucrarlos y, como resultado, a menudo han enviado donaciones de cajas de toallas femeninas.
También dirijo un club de chicas, que es una plataforma de participación en la que hablo de los peligros del matrimonio precoz, el sexo prematrimonial y la importancia de los buenos valores.
Cuando llegó la COVID-19, enfrenté un nuevo desafío ya que el gobierno restringió las reuniones. Para continuar, involucré a padres y niñas por separado. Me contaron historias que no habrían contado en una discusión de grupo.
A los hombres que explotan a niñas inocentes, les pediría que cambien su manera de actuar y que donen toallas femeninas para quienes más las necesitan.
Creo que las niñas, tanto como los niños, son el futuro de nuestra comunidad. Empoderarlos en su eduación es la mejor base.
Ni siquiera he estado en la capital de Nairobi, pero mi trabajo ha recibido reconocimiento mundial.
El Comité Internacional de la Cruz Roja (CICR) me concedió la Medalla Florence Nightingale. Reconoce a las enfermeras o auxiliares de enfermería que han traído un cambio positivo a la comunidad a través de su valentía, trabajo arduo y devoción.
Normalmente habría viajado a Ginebra para recibir el premio, pero el COVID-19 lo impidió, así que recibiré la medalla en Kenia.
Cuando trabajas para generar cambios, no piensas en cosas como premios. Cuando me notificaron, me demostró que alguien vio mi determinación y quiso honrar eso.
Este esfuerzo me da energía para trabajar duro y traer esperanza y sonrisas a las niñas de mi comunidad.
Este premio es para todos aquellos que donan a mi campaña y todas las niñas que se benefician de ella.
Mi primer objetivo es fabricar toallas femeninas reutilizables como una solución sustentable para mi país. Las toallas femeninas aliviarían la carga financiera de las familias con dificultades y mantendrían a las niñas en clase.
Hago un llamamiento a las autoridades del condado para que reserven un presupuesto para el proyecto. Podría liderar la distribución porque tengo los datos y entiendo la demografía.
Hemos visto proyectos como este en otras partes de Kenia y países en desarrollo de África. Un paquete de 15 almohadillas reutilizables puede durar al menos medio año.
En segundo lugar, quiero seguir trabajando en nombre de las niñas para que reciban las mismas oportunidades que los niños. Comienza por cambiar gradualmente las percepciones, como discutir el período menstrual que hasta la fecha es un tabú y abrazar las formas de vida modernas.
En tercer lugar, quiero ampliar la base de mi colección y las modalidades de los dispositivos para que más personas puedan donar a la organización benéfica. Es posible que muchos quieran brindar apoyo a las niñas, pero no saben cómo comunicarse conmigo. Las redes sociales son una excelente vía para movilizar a las personas de buena voluntad y recolectar más toallas femeninas.
A través de todo esto, quiero mantener un estrecho contacto con las niñas en los próximos años y medir el progreso.
En última instancia, necesitamos la inversión del gobierno en la comunidad para empoderar económicamente a estas niñas. La imposibilidad de comprar una toalla femenina es una medida precisa de la pobreza, y esa medida mantiene a las niñas fuera de la escuela, donde recibirían el asesoramiento que les permitirá tomar las decisiones correctas en el futuro.